La industria farmacéutica siempre está a la busca y captura de nuevas formas de combatir una de las enfermedades que se ha convertido en su némesis y al mismo tiempo en una de sus principales fuentes de ingresos: el cáncer.
Una de las formas más comunes de tratamiento es la conocida quimioterapia, que suele utilizarse para reducir el tamaño del tumor, destruir las células cancerosas o ralentizar que se reproduzcan, entre otras muchas funciones. No obstante, a pesar de que suele ser bastante efectiva, es una terapia muy invasiva que cuenta con muchísimos efectos secundarios.
En la mayor parte de las ocasiones, la quimioterapia no sólo destruye las células cancerosas que se reproducen con rapidez, sino también las sanas. Es esto lo que produce síntomas como la caída del cabello.
Las farmacéuticas saben que el desarrollar un tratamiento que logre desterrar a la quimioterapia es el futuro de los tratamientos contra el cáncer, por lo que están invirtiendo ingentes cantidades de dinero en una nueva generación de medicamentos que pretenden revolucionar la forma en que se trata esta patología.
Se trata de las conocidas como ADC, anticuperpos que se ligan de manera química a un medicamento. Lo que diferencia de manera radical a este tipo de terapias de la 'quimio' es que estos anticuerpos identifican las células cancerosas y las atacan específicamente, sin necesidad de dañar las sanas. Por otro lado, además de evitar muchos de los efectos secundarios, tienen una potencia muy superior a la quimioterapia estándar. Supone un antes y un después en la forma de abordar la enfermedad.
De acuerdo con un estudio recopilado por la agencia Reuters, la industria farmacéutica a día de hoy está llevando a cabo un total de 89 ensayos clínicos con humanos para investigar terapias ADC. Supone una cifra récord, ya que hasta la fecha, la mayor parte de los intentos puestos en marcha habían fracasado antes de poder ensayar con pacientes reales.
Este enfoque lleva años en la mente de los investigadores, pero llevarlo a la práctica ha resultado mucho más complicado de lo que se anticipaba en un principio, debido a la dificultad que supone emparejar a estos anticuerpos con el agente químico adecuado. Algunos eran demasiado dañinos para el sujeto, mientras que otros no hacían nada por paliar la enfermedad.
Entre 2000 y 2018, tan sólo cinco de estas terapias han logrado ser aprobadas. Y de esas cinco, tan sólo el medicamento de Roche contra el cáncer de mama ha logrado reportar a una farmacéutica ingresos superiores a los 1.000 millones, a pesar de la enorme inversión que supuso su desarrollo. De hecho, el crecimiento en sus ventas se produjo el año pasado, después de tiempo en el mercado porque salieron a la luz más datos sobre su efectividad.
Un mercado que crece a pasos agigantados
Y es que este tipo de fármacos se están abriendo paso poco a poco, después de años de prueba y error. En 2019, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU (FDA, por sus siglas en inglés), aprobó tres medicamentos de este tipo, toda una cifra récord.
Las farmacéuticas que han logrado aprobación han sido AstraZeneca -junto a su aliada japonesa, Daiichi Sankyo- Astellas y Roche. El éxito de estas compañías está motivando a decenas de laboratorios a desarrollar sus propias versiones de este tipo de fármacos.
En los últimos dos años, el número de medicamentos ADC en los 'pipeline' de las farmacéuticas se ha disparado, con casi 90 fármacos en desarrollo. Entre las compañías que aspiran a poder lanzar una de estas terapias al mercado se encuentra la británica GSK o Merck. De acuerdo con los analistas del sector, este mercado va a crecer hasta un 20% en los próximos cinco años, lo que le convierte en la nueva gallina de los huevos de oro de la industria farmacéutica
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