Psicólogos y psiquiatras lo advirtieron desde un primer momento. La crudeza de enfrentarse cara a cara con el coronavirus, con centros sanitarios desbordados, profesionales al límite, sin equipos de protección e intentando salvar vidas en un país colapsado, dejaría secuelas. Ansiedad, impotencia, angustia, trastornos del sueño, dolor... siguen siendo algunas de las reacciones más comunes entre los sanitarios. En Madrid, las enfermeras son quienes, en un mayor porcentaje, han recurrido a los teléfonos de atención psicológica.
Desde el inicio de la pandemia, han sido muchas las iniciativas para atender la salud mental de quienes han estado, y todavía lo están, sometidos a un enorme sobreesfuerzo. El Ministerio de Sanidad, las Consejerías, las organizaciones colegiales, las sociedades médicas e, incluso, los propios hospitales se pusieron manos a la obra para cuidar a los sanitarios. Mediante líneas telefónicas, protocolos, programas específicos e, incluso, atención a pie de obra en las unidades hospitalarias.
Entre las primeras, la puesta en marcha por el Hospital Gregorio Marañón de Madrid que, ya a mediados del pasado marzo, en lo peor de la pandemia, implantó un protocolo de atención psicológica para pacientes y familiares de enfermos afectados. Por supuesto, también para los sanitarios que fueron de los primeros en pedir ayuda ante las situaciones tan dramáticas que estaban viviendo. En aquellos días el centro madrileño -con una media de 600 infectados- llegó a atender a 200 profesionales.
Cuando salgan las emociones contenidas
Preocupan las secuelas, ahora que las cifras de fallecidos y contagiados han ido bajando. "Ahora mismo los médicos están volcados en el día a día, en la atención de los pacientes", señala Enriqueta Ochoa, psiquiatra y coordinadora en el Colegio de Médicos de Madrid del Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIME), que nació hace veinte años para controlar la buena praxis médica y, sobre todo, la salud mental de los colegiados.
Cuando la situación haya mejorado "aparecerá tristeza, apatía, ansiedad o más sentimientos de enfado o impotencia sobre lo que se ha podido hacer", dice la psiquiatra Enriqueta Ochoa
Los principales motivos que han aducido los profesionales al acudir a este programa de la Organización Médica Colegial, han sido los altos niveles de ansiedad en relación a los fallecimientos de pacientes a los que intentaron salvar sin conseguirlo, el temor al contagio propio o el miedo a contagiar a sus familias, relata Ochoa.
Cuando la situación haya mejorado, señala la psiquiatra, "es cuando nos demandarán ayuda y lo abordaremos. Aparecerá tristeza, apatía, ansiedad o más sentimientos de enfado o impotencia en relación con lo que se ha podido hacer. Eso no significa que todas las emociones vayan a ser patológicas. Como en todas las situaciones inesperadas, que te hacen trabajar al límite, las emociones saldrán después, pero serán normales y solo una minoría requerirán ayuda psicológica o psiquiátrica".
Las enfermeras, las más afectadas
También en Madrid, el teléfono de atención del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid ha realizado 5.300 intervenciones desde el 27 de marzo hasta el pasado 17 de abril con motivo de la Covid-19. En el servicio trabajan más de 400 psicólogos desde el inicio de la pandemia.
De todas las llamadas, y hablando de población en general, el 96 % correspondía a síntomas de ansiedad por temor a la enfermedad y un 30 % estaban relacionadas con síntomas de depresión por el mismo motivo.
En la atención psicológica a profesionales sanitarios la mayoría de las intervenciones realizadas fueron a personal de enfermería (82%), señala el Colegio. Del total de solicitantes de este servicio, según los mismos datos, un 74 % trabajan en hospitales públicos, seguidos a distancia por profesionales de residencias de mayores (14 %), personal de hospitales privados (7 %) y centros de salud (5 %).
Cuando cada persona se quiebra
Entre los últimos proyectos en la misma dirección, el de Servicio de Psiquiatría y Psicología Clínica del Hospital La Fe de Valencia que ha puesto en marcha un programa de intervención para atender a profesionales, pacientes y sus familias.
Hay quienes se desbordan y surge la angustia, pero otras personas tratan de responder a costa de un gran sobreesfuerzo", señala el psicólogo de La Fe de Valencia
“Ponemos atención al punto en que cada persona se quiebra”, explica el psicólogo Miguel Ángel Vázquez, coordinador de este programa, que en estos días atiende por teléfono, videollamada y, en los casos más extremos, en persona, preservando siempre las medidas de seguridad, apuntan desde el hospital, a quien lo necesita.
Entre los profesionales, hay quienes se desbordan y surge la angustia, pero otras personas tratan de responder a costa de un gran sobreesfuerzo, añade. En algunas ocasiones, “cuando la situación termina es cuando puede sobrevenir el malestar, la depresión o el estrés postraumático”, advierte.
Secuela en médicos
"Creo que pronto empezaremos a ver alguna secuela en médicos que han sido infectados y han estado en situaciones graves", apunta desde Madrid la doctora Ochoa.
Y alude a un drama del que, dice, se habla poco: el de los médicos de las residencias. "Se han contagiado muchos y han visto morir a muchos de sus pacientes. Han estado ahí con ellos y han vivido la presión de las familias, que no podían estar acompañándolos, y de los propios pacientes. El nivel de estrés de estos médicos es altísimo", subraya.
En las actuales circunstancias, tan excepcionales, los médicos no se quejan de sobrecarga laboral, pese a ser mucho mayor, pero piden ayuda para gestionar su ansiedad y seguir trabajando
Enriqueta Ochoa explica que, antes de que estallase la crisis del coronavirus, las consultas habituales en el PAIME estaban relacionadas "con trastornos ansioso depresivos. Los médicos tampoco estamos libres de tener cuadros depresivos, muchos en relación con la sobrecarga laboral". También, en menor medida, las consultas en el PAIME estaban relacionadas con conductas adictivas de los profesionales.
En las actuales circunstancias, tan excepcionales, los médicos no se quejan de sobrecarga laboral, pese a ser mucho mayor por la atención a los enfermos de la Covid-19, si no que piden ayuda para gestionar la ansiedad o los trastornos del sueño. "Buscan un tratamiento que les permita seguir trabajando", apunta Ochoa.
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