Sindicatos médicos y entidades como la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencia (Semes), advierten desde hace tiempo del colapso de las Urgencias, un servicio que ha experimentado un incremento en las visitas del 30-50 %.
Esta situación que se ha visto agravada no solo desde la covid-19, sino también por periodos como el verano al producirse un descenso de personal, lo que provoca que numerosos centros se colapsen, que los pacientes esperen durante horas y los profesionales sobrepasen sus capacidades.
Detrás de este problema hay varios factores, entre ellos la falta de urgenciólogos. Según el informe Oferta-Necesidad de Especialistas Médicos 2021-2035, estos especialistas -a los que incluye en la categoría de “Otros”- presentan un “déficit creciente” de profesionales en el horizonte 2022-2035. Tal y como apuntan los datos de este estudio, en poco más de diez años, este colectivo sanitario será el más envejecido: el 53,2% tendrá más de 50 años y, el 15,7 %, entre 60 y 65.
A la carencia de urgenciólogos se suma la de médicos de Familia y Comunitaria. Según alertaba el Foro de Atención Primaria el pasado marzo, el SNS presenta un déficit de 4.720 médicos y 1.304 pediatras. Situación que, a su vez, repercute en la saturación de Urgencias, ya que disuade a muchos pacientes a la hora de pedir cita con su médico de cabecera, prefiriendo acudir al hospital por la vía rápida.
La excesiva presión asistencial derivada de este tipo de actuaciones provoca que se estén buscando distintas fórmulas para lograr la descongestión de los servicios de Urgencias. Por ello, algunas de las soluciones que se plantean pasan por realizar una mayor apuesta por la Atención Primaria, hacer un uso responsable del sistema sanitario por parte de los pacientes -partiendo de la premisa de que Urgencias es sólo para lo urgente- y apostar por la digitalización para lograr agilidad en determinados procesos que van más allá de meros trámites administrativos, por ejemplo, en aquellas situaciones donde la no presencialidad puede ser una opción.
Cuando un paciente llega al servicio de Urgencias, se le somete a un “filtro” para determinar su riesgo clínico. Se trata del triaje, que permite diferenciar entre los casos de mayor gravedad y urgencia (que requieren atención inmediata, como puede ser un infarto de miocardio) y los casos menos urgentes (como una leve lesión deportiva). Un método que es eficaz al permitir atender primero las verdaderas emergencias médicas, pero que, a veces, no es suficiente para evitar que los pacientes se acumulen en las salas de espera.
Precisamente los casos más leves suponen dos de cada diez visitas a Urgencias, y es en este 20% donde ha de calar la necesidad de hacer un uso responsable del sistema.
Algunos expertos apuntan que la solución puede pasar por que el primer filtro sea el propio paciente, quien debería ser capaz de sopesar si su dolencia requiere de atención urgente o puede esperar la valoración de su profesional de Atención Primaria.
No obstante, una vez que un paciente llega a Urgencias indican que también existen soluciones para agilizar su atención. Una de las más recientes es el empleo de la telemedicina. De hecho, la Comunidad de Madrid ha impulsado la atención telemática en el servicio de Urgencias en algunos de sus centros públicos desde hace meses, un hecho que el consejero de Sanidad de la CAM, Enrique Ruiz Escudero, calificaba recientemente como “un avance”.
Entre los hospitales que ya la aplican la teleconsulta en Urgencias están la Fundación Jiménez Díaz, bien mediante llamada telefónica desde cualquier lugar, bien mediante videollamada desde el propio hospital; así como el Niño Jesús, centro que está participando en un proyecto paneuropeo que tiene como objetivo aterrizar soluciones que armonicen y mejoren los servicios de urgencias en caso de accidente, atentado, catástrofe natural o de pandemia.
Para algunos expertos, la digitalización posibilita dotar a las urgencias hospitalarias de la agilidad y la eficacia que -en ciertas ocasiones- no se alcanzan con la presencialidad, convirtiéndose en dos cualidades que redundan en la satisfacción del paciente, sobre todo en aquellos procesos más crónicos y de menor emergencia que podrían ser atendidos en Atención Primaria.
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