La década de los 90 llegaba a su fin y aún estábamos inmersos en el debate de si cambiábamos de milenio o si para ello debíamos esperar un año más, hasta 2001. En España aún se leía la Superpop, se jugaba al Snake en el Nokia 3210, se hacían los trabajos del instituto con la enciclopedia Encarta, los viernes por la tarde íbamos al videoclub a alquilar una película para el fin de semana, los adolescentes se reunían en los recreativos y los cibercafés y ya se contaban los meses para que el euro entrase en circulación. En medio de toda esta maraña de recuerdos nostálgicos de aquella época, un videojuego estaba a punto de cambiar la industria y la sociedad para siempre: llegaba a las tiendas de la Unión Europea Pokémon Rojo y Pokémon Azul y se convertía en un fenómeno de masas.
Nintendo sabía lo que tenía entre manos. El juego había sido un éxito sin precedentes en Japón desde su lanzamiento tres años antes. Habían creado dos ediciones especiales, la Azul (1996) y la Amarilla (1998), que le daban una vuelta de tuerca al juego original Rojo y Verde (1996). Los niños de Estados Unidos pasaron por la misma fiebre pokemaniaca a partir de octubre de 1998 y los de España estaban a punto de caer en la misma moda que arrasó en todos los ámbitos: consolas, televisiones, internet, revistas y merchandising.
“En mi barrio íbamos todos los niños con la Game Boy en la mano… y no la llevábamos al colegio porque no nos dejaban las monjas”, relata Manu a Vozpópuli. Nacido en 1990 en Madrid, este joven pasó su infancia entre figuras de los Power Rangers, los tamagochis, los Furbys, los cómics de Dragon Ball y todo tipo de merchandising de Pokémon: “Los tazos ya eran famosos desde hacía años, pero la colección que lanzaron de Pokémon fue una locura. La colección de cromos de la serie —había que reunir los 150 personajes de la primera generación— , sin embargo, no fue para tanto en comparación con el resto de colecciones, como la de fútbol”.
“Estábamos todos viciados con Pokémon en mi clase”, asegura Samuel, hoy profesor universitario, pero niño en 1999. “Bueno… en el colegio y en todas partes. Yo diría que eran minoría los que no tenían el juego”, matiza. “Puede sonar loco, pero más de un día y más de dos nos llevábamos las Gameboys y el cable link e intercambios Pokémon. En aquella época no recuerdo que nadie lo viese como un problema, y sin embargo ahora imagino que los padres lo prohibirían. No concibo a los niños llevando la consola al colegio”.
Pokémon lo inundó todo. El videojuego llegó a españa en noviembre, los niños lo recibieron en papá Noél y Reyes y en la vuelta al cole explotó el fenómeno que ya habían vivido japoneses y estadounidenses: “Los niños aún no tenían móviles. Aquello fue un como preámbulo a lo que se venía”, cuenta don Jorge, tutor de Primaria desde 1995. “Había que quitarles las consolas al principio y luego los cromos, los tazos y las tartas. Nunca se había visto una moda igual. Hacían de todo de Pokémon, desde libros a películas. Pikachu estaba por todas partes y lo que yo nunca pensé en aquella época es que había llegado para quedarse”, explica ahora este padre de tres hijos, de 54 años.
En efecto, la moda supo transformarse a tiempo. Del primer videojuego se pasó al segundo —Oro y Plata— en menos de un año y medio. De por medio, 18 meses en los que la serie de dibujos tuvo su protagonismo en las tardes primero y después en las mañanas del fin de semana de Telecinco. También lo tuvo el juego oficial de cartas, basadas en las conocidas y codiciadas Magic. La marca sacó una colección que no ha dejado de ampliar desde entonces.
Samuel tenía 4 años la primera vez que vio a Pikachu por televisión. La serie se estrenó el 16 de octubre de 1999 en el canal de pago Fox Kids y se ofreció en abierto a partir del lunes 20 de diciembre de ese mismo año a través de Telecinco, por las tardes. “Fue por la serie de dibujos por la que acabé comprando el videojuego y mi primer Pokémon fue, por supuesto Charmander. Sentía que estaba viviendo una aventura como la de la serie, pero el protagonista era yo”, relata Samuel, que encontró el primer escollo en el gimnasio de Brock: “Fui tan listo que me cogí justo el que era más difícil para ganar la medalla roca”.
“Llegó el verano —de 2000— y aún íbamos todos de vacaciones con la consola intercambiando Pokémon y echando batallas”, recuerda Ramón. Después de 6 meses jugando en su partida a diario, ya contaba con un equipo muy competitivo en el que no podían faltar un Mewtwo, un Mew clonado —obtenido mediante fallos del juego—, un Charizard, un Blastoise —su pokémon inicial— y dos aves legendarias: “A Moltres lo maté sin querer”, se lamenta. “Imagino que es el equipo que, más o menos, tenía todo el mundo. Yo me dedicaba todos los días a luchar contra el Alto Mando —los contrincantes finales del juego— para subir de nivel y ganar más dinero”.
La primera edición, Roja y Azul, marcó a toda una generación, pero desde entonces la franquicia ha lanzado al mercado otras ocho —con las que ha pasado de 151 a 1025 especies— que han conseguido enganchar a la Pokemanía a las siguientes. Un juego que, aún 25 años después, sigue despertando la nostalgia de muchos. De hecho, todos los entrevistados para este reportaje reconocen que, de vez en cuando, vuelven a jugar una partida del que en otra época fue su juego favorito.
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