La Casa Real prepara una nueva normativa interna que regule la aceptación y el uso de regalos a los miembros de la Corona. Los aires de transparencia que corren por las distintas instituciones del Estado, exigidas por los ciudadanos y aceleradas por los sucesivos escándalos de corrupción, han obligado a actuar al rey Felipe VI, que prevé anunciar las nuevas reglas en las próximas semanas, coincidiendo tal vez con la fecha en la que en Zarzuela se reciben más obsequios, con motivo de las fiestas navideñas.
Dulces, delicatessen, vehículos de lujo, incluso un palacio figuran entre los detalles que el rey Juan Carlos ha recibido de personalidades y mandatarios de todo el mundo en las últimas tres décadas. Entre los más aparatosos, precisamente el palacio de Lanzarote que Hussein de Jordania cedió al antiguo jefe de Estado. O los dos Ferraris valorados en cerca de un millón de euros con los que le obsequió el primer ministro de Emiratos Árabes, Mohamed Bin Rashid. También el primer yate Fortuna del monarca, regalo del fallecido rey Fahd de Arabia Saudí.
Cien regalos al día
El proceder que ha seguido habitualmente la Casa Real ante estos generosos presentes ha sido el de cederlos a Patrimonio Nacional, según informa el diario El Mundo, ya que rechazarlos hubiera supuesto una afrenta a la buena voluntad de jeques y admiradores de don Juan Carlos. "En época navideña, la cifra [de regalos] llegaba a ascender al centenar diario, especialmente coincidiendo con el cumpleaños de Don Juan Carlos, el 5 de enero. No sólo los enviaba gente poderosa, sino también ciudadanos corrientes", explica una fuente del entorno del antiguo rey, citada por el mismo periódico.
Pero a pesar de que ha habido regalos ciertamente aparatosos y que han dado algún que otro susto al personal de Zarzuela, como el guepardo que los reyes se trajeron de Etiopía o los dos carneros que llegaron a palacio a finales de los ochenta y embistieron a un guardia real, quizás el obsequio más llamativo -y ciertamente menos generoso- que ha recibido don Juan Carlos ha sido la caca que en una ocasión le enviaron envuelta en papel de regalo y perfectamente camuflada. Cuando el personal del control de acceso procedió a inspeccionar el paquete, el olor que siguió a su apertura le hizo apartarse como si hubiera recibido una bofetada.
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