En Talaván, un pequeño pueblo a treinta y tres kilómetros de Cáceres, Félix Fernández Barroso, de 93 años de edad, escribió una carta a un periódico local en donde aún era capaz de evocar los nombres y lecciones de los maravillosos maestros que le enseñaron cuando era niño, durante la II República.
Aún guarda los cuadernos octogenarios en perfecto estado con las lecciones de su juventud. Recuerda también con añoranza las misiones pedagógicas y el deslumbrante mundo que le descubrieron. A los 65 años, cuando muchas mentes empiezan a olvidar, la suya siguió queriendo aprender. Empezó a adentrarse en la papiroflexia de manera autodidacta, inventado sus propias figuras y emulando otras. Hoy, en una de las salas de la casa del pueblo, las bellas construcciones de papel de distintos colores se amontonan en una habitación taller donde la luz descubre el polvo del viento. El espíritu del aprendizaje se esconde en ese taller y en esos cuadernos, y se descubre aún vivo en los papeles doblados. Hoy han pasado muchos años de aquella escuela que Don Félix evoca en sus recuerdos, y la educación ha cambiado.
Los alumnos que hoy desembarcan en la universidad, según el temido informe PISA, destacan por tener un nivel inferior de lectura, matemática y ciencia respecto a sus homólogos extranjeros. El informe argumenta que se defienden peor ante los dilemas cotidianos, algo que empeorará si las universidades se siguen superpoblando. Un obrero español sin estudios alcanza resultados similares a sus compañeros alemanes o franceses, pero cuando hablamos de la alta enseñanza, encontramos que no hay similitud. Según el último informe de la OCDE, éstos están al nivel de los estudiantes de secundaria japoneses, reflejando el terrible resultado de una enseñanza que no prepara a sus estudiantes para un sistema que parece no aprender.
Según el último informe de la OCDE, los graduado españoles están al nivel de los estudiantes de secundaria japoneses
Camino a la universidad
En 1968, George Land realizó un estudio que reflejó que casi el total de los niños de 5 años poseía unas dotes extraordinarias para la creatividad. A los 15 años, solo uno de cada diez eran creativos y en adultos casi desaparecían. Así, tras el deterioro de la creatividad con el tiempo, la selectividad divide a los estudiantes entre carreras de distinto prestigio. La rama de la Salud, con un elevado corte, frente a las humanidades, devaluadas en función de la nota de corte. Esto puede traducirse en una elección circunstancial y no vocacional, algo peligroso cuando las notas más bajas acceden precisamente a carreras para enseñar, y que provoca que personas sin pasión por la enseñanza enseñen la pasión por aprender. Un ejemplo son los españoles que estudian para ser profesores de matemáticas, según el informe TEDS-M, suelen generalizar, tienen dificultades con problemas abstractos o para comprender que entre dos números dados hay un número infinito de decimales.
Así, si no se llega a comprender qué se enseña, se tiende a leer la lección sin aportar ejemplos, como cuenta Manuela Medina, que en su breve paso por la enseñanza española se horrorizó al descubrir que su clase consistía en leer los párrafos de sus libros, sin comentar nada, ni ilustrar, como hacía en el Liceo Francés. Creyó que sería cosa del primer día para ver como leía, pero no, “el sistema de aprendizaje era ese, abrir el libro y leer las lecciones”.
Pablo Sapag: “No se trata de impedir que alumnos con malas notas entren, sino dignificar la profesión para que la élite de los alumnos del país elija enseñar”.
Érase dos peces jóvenes que nadaban juntos cuando de repente se toparon con un pez viejo, que los saludó y les dijo, "Buenos días, muchachos ¿Cómo está el agua?" Los dos peces jóvenes siguieron nadando un rato, hasta que eventualmente uno de ellos miró al otro y le preguntó, "¿Qué demonios es el agua?”. Esta historia, introducida por David Foster Wallace en el discurso de graduación del Kenyon College, quería explicar “que las realidades más importantes y obvias son a menudo las más difíciles de ver y explicar”. Así, Pablo Sapag, Profesor-Investigador de la Universidad Complutense de Madrid, que ha sido docente en España, Inglaterra y Chile, considera que el problema radica en la ausencia de prestigio en la enseñanza, y opina que, mientras no se valore a través del sueldo y la posición social, no se conseguirá nada. “No se trata de impedir que alumnos con malas notas entren, sino dignificar la profesión para que la élite de los alumnos del país elija enseñar”.
Miguel Felipe, que ha estudiado en Portugal, Bruselas, España y Eslovenia, puntualiza que en los colegios de tendencia francesa se potencia la argumentación de una opinión contraria a la del profesor, cosa que no ha visto en España; con él concuerda Violette Alice, universitaria francesa que ha estudiado en España y critica la falta de metodología, puesto que los conocimientos solo se memorizan.
Panorama internacional
Ni españoles ni extranjeros llegan preparados a la universidad, explica el profesor Sapag, que añade que en otros países ve mayor capacidad para preguntar y generar razonamientos, aunque puntualiza que sí ve interés. Quizá esos razonamientos pasen por una educación basada en explicar el porqué de las cosas, no simplemente las cosas, como defienden Miguel y Manuela. “No se enseñaban fechas y nombres de memoria. Los franceses tratan de hacer entender las cosas mediante la demostración o la ilustración, mapas, documentales, poesías, recuerdo muchísima poesía ilustrando cada momento histórico” narra Manuela, que califica su paso por el Liceo como un reto a la imaginación. Margarita Gutiérrez, jefa de estudios del I.E.S. Ramiro de Maeztu, matiza que la falta de respeto al docente es otra diferencia. Ésto debería reflejarse en todo el cuerpo docente, para ser transversal en la enseñanza, y falla en el ejemplo dado por los rectores de las universidades, cuando sus alumnos no pueden pagar las tasas.
Cuenta Medina que corre un rumor sobre la selectividad francesa, donde a un chico le preguntaron en Filosofía: ¿Qué es el riesgo? Y él solo escribió: “El riesgo es esto”, dejando el resto en blanco. Le pusieron la máxima nota; pero ella destaca la pregunta, como ejemplo de planteamiento complejo. Esa pregunta es resultado de una enseñanza que Gutiérrez indica que existe en España en el Bachillerato Internacional, donde se desarrolla lo creativo a través de ensayos y proyectos.
Cambios en educación
Durante el primer tercio de siglo pasaron por el ministerio de instrucción pública 51 ministros, cada uno con su proyecto educativo bajo el brazo
A principios del siglo XX, el estado español se encargó de la enseñanza y durante el primer tercio de siglo, hasta la II República, según explica en el documental La escuela olvidada Antonio Molero, pasaron por el ministerio de instrucción pública 51 ministros, cada uno con su ley, sin posibilidad de cambio. No fue hasta la llegada de la Institución Libre de Enseñanza, cuando comenzara a cambiar la enseñanza.
Actualmente la situación ministerial es parecida a la de principios de siglo. Desde la llegada de la democracia se han establecido siete leyes educativas distintas, una vez entre en vigor la última Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Esta cantidad significa una ley educativa nueva por cada legislatura del Gobierno. Según explica Gutiérrez, estos cambios continuos desconciertan a los docentes, generan pérdida de contenidos y una reducción en los niveles de exigencia.
Libros
“La única enseñanza estricta es el lenguaje. Vocabulario a la par, no solo saber escribir, sino saber hablar”. Esto decía el párroco Don Lorenzo Milani en el documental La escuela barbiana. La lectura construye el lenguaje, que es en esencia la forma de expresar y entender el mundo. Pero en España se lee poco, cerca de un libro al mes, lo que difiere de países como Finlandia o Japón, donde se lee unas cuatro veces más que en España, y que obtienen mejores resultados académicos.
Milani: "Tú cuando hablas de los árboles dices: Los árboles. Mis alumnos nunca dicen los árboles, dicen: El cerezo, el peral, la vid...Y no es lo mismo, tú solo dices los árboles"
El problema es cuando se lee y se habla mal, porque determina la comprensión. No ser capaz de pensar en abstracto, plantear problemas y resolverlos. El defecto supone que un universitario tome un periódico y no entienda algo de él; decía Milani que saber leer es comprender un diario de la primera a la última página. El nuevo lenguaje abreviado es una ausencia de lenguaje y dará lugar a una ausencia de conocimiento de la realidad. Ahí radica la importancia de leer, y como determina C.S Lewis en La experiencia de leer, no qué se lee, sino cómo se lee.
Paradigma
Alguien preparado puede desarrollar pensamientos críticos y discutir con argumentos. Sapag expone que la preocupación debe estar en la falta de la herramienta que le permita al alumno discutir unos datos duros o aplicarlos, no en desconocer los datos duros; la importancia, destaca, está en las herramientas de acceso al conocimiento y observa dificultades para formular preguntas y plantearse modelos alternativos.
Los entrevistados creen que la enseñanza española debería desarrollar el espíritu crítico y no enfocarse en los contenidos estáticos. Para ello, es necesario conocer la referencia de lo que se habla y así poder referirse a ella. Don Lorenzo Milani comentaba a un alumno ajeno a su escuela: "Tú cuando hablas de los árboles dices: Los árboles. Mis alumnos nunca dicen los árboles, dicen: el cerezo, el peral, la vid...Y no es lo mismo, tú solo dices los árboles".
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