“Existen tres formas de terminar con la propia vida: una es el suicidio, nada aconsejable porque es una muerte en soledad, una muerte violenta… las otras dos son la eutanasia activa y el suicidio asistido”. El doctor Luis Montes tiene claro que no quiere cargar a su familia con la responsabilidad de decidir por él, en el caso de que, llegado el momento, no pueda hacerlo por sí mismo, cómo debe terminar su vida. Ha cumplido los 65, pero es un hombre sano, no padece ninguna enfermedad grave o degenerativa que le obligue a plantearse el final de su vida; sin embargo, prefiere tenerlo bien atado y ha dejado constancia verbal y escrita de sus deseos.
Como este médico piensan los más de 4.000 socios de la asociación que preside, Derecho a Morir Dignamente (DMD), “la mayoría se une por militancia, no por tener una enfermedad”. Y esto es así, explica, porque las decisiones sobre cómo queremos morir tienen que tomarse antes de que la realidad nos imponga sin remedio el desenlace, cuando estamos en pleno uso de nuestras facultades mentales y somos capaces de madurar y tomar una decisión sólida.
El turismo de eutanasia crece en Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Suiza y Canadá, donde las leyes son más flexibles
Las dos alternativas de una muerte digna que proponen están prohibidas en nuestro país, lo que lleva a muchos a tener que ir a Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Suiza o Canadá para llevarlas a cabo dentro de la legalidad. Es el llamado turismo de eutanasia que, según un estudio de la revista Journal of Medical Ethics publicado esta semana, se ha duplicado en los últimos cuatro años.
Montes reconoce, no obstante, que no siempre es necesario emigrar para cumplir nuestros deseos: “En este país, como en cualquier otro, te mueres bien o te mueres mal dependiendo del médico que te trate, de la sensibilidad que tenga. En todas partes existe la eutanasia clandestina, incluso en España”, comenta con cierta rabia contenida porque la solución para algunos tenga que quedar al margen de la ley.
El derecho a una muerte digna
Algunos han llegado hasta los tribunales para solicitar poner fin a su vida con asistencia de terceros porque su estado físico les hacía totalmente dependientes de los cuidados de sus familiares o les sometía a un padecimiento que no querían seguir soportando. El caso más conocido en España es, quizá, el del tetrapléjico Ramón Sampedro que, tras no lograr el apoyo de la justicia, terminó suicidándose con ayuda de otras personas en 1998 y cuya historia inspiró la película de Alejandro Amenábar, Mar adentro.
El suicidio asistido y la eutanasia activa están tipificados como delitos de homicidio en España
Asociaciones como DMD luchan por concienciar a la sociedad sobre lo que consideran un derecho fundamental: que cada uno pueda elegir el devenir de su vida hasta el final de la misma. “Principalmente luchamos por la disponibilidad de la propia vida, por que podamos decidir el momento y el fin de la misma”, explica Montes. “Pedimos un cambio en el ordenamiento jurídico, empezando por la retirada del art. 143 CP, y abrir un debate en la sociedad sobre la disponibilidad de la vida”. El Código Penal es el gran escollo de las reivindicaciones de esta y otras organizaciones similares, pues incluye la cooperación al suicidio y la eutanasia activa dentro del capítulo de delitos de homicidio y las castiga con penas de hasta diez años de cárcel.
La importancia del testamento vital
“En España, la Ley de Autonomía del Paciente recoge el derecho fundamental a rechazar determinados tratamientos terapéuticos y solicitar morir dignamente, sin que se alargue artificialmente mi vida. Esto puedo decidirlo si soy autónomo y competente para tomar decisiones. El testamento vital se formula para cuando no soy autónomo y competente”, explica Montes, cuando un estado de coma o la pérdida de las facultades mentales, por ejemplo, impiden tal autonomía. Con este documento se deja constancia de qué tratamientos médicos aceptamos recibir y cuáles rechazamos en el caso de que no seamos capaces de expresarlo en el momento preciso.
“El testamento vital es una forma de protagonizar nuestra propia muerte, de no pasar la patata caliente a nuestros familiares”
Montes aconseja a todo el mundo tener un testamento vital, porque, asegura, “no sabes qué va a pasarte o cuándo vas a verte en esa situación. Es una forma de protagonizar nuestra muerte y no pasar la patata caliente a nuestros familiares, es un deber moral”. Llega a asimilar el testamento vital al DNI, pues ambos contienen, dice, información imprescindible sobre cada persona.
DMD, además de ofrecer en su página web información sobre legislación y procedimientos médicos, dispone de modelos de testamento vital y una serie de instrucciones para cumplimentarlo de forma adecuada. Todas las comunidades autónomas tienen regulado el contenido de este documento que oficialmente se denomina Instrucciones Previas, Voluntades Anticipadas y Manifestaciones Anticipadas de Voluntad y disponen de un registro oficial. Cataluña fue la primera en articular legalmente este derecho en el año 2000.
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