Hace 200 años, el joven francés Louis Braille creó un sistema de lectoescritura que cambiaría para siempre la vida de las personas ciegas. Tras varios intentos por parte de otros profesionales, Braille dio con la técnica que se aplicaría en los programas educativos de todo el mundo y sería bautizada póstumamente con su apellido.
El 4 de enero se conmemora el Día Mundial del Braille. Este sistema, conocido también como cecografía, supuso el mayor acceso a la cultura y educación y una mayor facilidad en general en el día a día de las personas ciegas.
El braille, cabe destacar, no es ningún idioma oficial, sino un sistema de lectoescritura que funciona con una base de seis puntos en relieve. De esta manera, cada lengua adapta las palabras y tipografías de su vocabulario: es decir, si una palabra tiene cinco letras, en cecografía habrá cinco símbolos hechos con el sistema de seis puntos.
Esta técnica, que inicialmente se realizaba con un punzón, ha ido evolucionando a lo largo del tiempo y la tecnología ha ayudado a su progreso. En la actualidad, el braille, así como lectores de pantallas y otros elementos digitales, están presentes en prácticamente todos los ámbitos de la vida de las personas con ceguera: en los medicamentos y alimentos, en los desplazamientos diarios, el ocio, la cultura o el mundo laboral.
Louis Braille y el origen del sistema de lectoescritura para personas ciegas
Este sistema de lectoescritura viene de la mano de Louis Braille. Originario de una región a las afueras de París, se quedó ciego de niño tras sufrir un accidente en el ojo a los tres años con el punzón que se utilizaba para perforar el cuero en el taller familiar. Ese ojo acabó por infectarse y afectar al otro ojo, lo que provocó que terminara perdiendo la vista totalmente a los cinco años.
A pesar de la ceguera, el pequeño Braille demostró ser uno de los alumnos más aventajados de la escuela de su localidad natal, Coupvray. A los diez años consiguió una beca para estudiar en el Real Instituto para la Juventud Ciega (RIJC) de Francia, uno de los primeros centros especializados en personas invidentes y donde la mayoría de la enseñanza se impartía de manera oral.
En el Real Instituto se enseñaban también métodos de lectura, ya que algunos profesores habían ideado algún sistema. Valentin Haüy, fundador de la escuela, inventó un mecanismo en el que las letras y carácteres de los libros estaban en relieve, pero, su ejecución era muy compleja porque requería la impresión individual en cobre de cada elemento. Además, aunque los alumnos reconocían las letras al tacto, luego no eran capaces de reproducirlas por escrito.
Charles Barbier de la Serre, oficial del ejército, acudió al Instituto en 1821 para presentar un sistema de lectoescritura táctil nocturna. Se trataba de un sistema basado en puntos y guiones en relieve que utilizaban los soldados para comunicarse sin ser descubiertos por los enemigos. Sin embargo, este método no gustó demasiado a los alumnos porque no diferenciaba entre mayúsculas y minúsculas, no había signos de puntuación y las palabras se escribían según su pronunciación no de acuerdo con la escritura estándar francesa.
Louis Braille adoptó este sistema como base y fue trabajando en él hasta dar con la técnica definitiva en 1825. Simplificó el sistema hasta dar con una forma de reproducir la fonética base a raíz de seis puntos en relieve. A lo largo de los años también desarrolló códigos diferentes para enseñar las distintas materias, como matemáticas o música.
Con tan solo quince años ya había completado el sistema. Inicialmente, los docentes del Instituto impusieron cierta resistencia, ralentizando su implantación e, incluso, prohibiendo su uso a los estudiantes. Sin embargo, los compañeros de Louis utilizaban este método para leer a escondidas y, de hecho, descubrieron que también podían escribir con él.
Louis Braille acabó siendo profesor de esta escuela donde daba las enseñanzas con sus sistema de lectoescritura, pero no viviría lo suficiente para ver cómo se adaptaba en el mundo entero -murió de tuberculosis a los 43 años-. No fue hasta el siglo XX que el braille era utilizado ya en casi todos los países del mundo.
Los avances tecnológicos
Los constantes avances tecnológicos han sido un gran aliado para facilitar las vidas de las personas ciegas. Además de las líneas de braille, existen también lectores de pantalla y pequeños teclados adaptados para el móvil, como el que sacó la ONCE.
En 2017 entraba en el mercado Ebrai, un transcriptor braille para la adaptación de textos. Desarrollado por entidades de la ONCE, está diseñado para convertir textos en tinta a braille.
Hace unos años la ONCE inventó Braitico, un método diseñado para el aprendizaje de braille en la infancia. Las herramientas combinan materiales manipulativos e impresos, así como tecnologías de la información y comunicación (TIC).
Se estructura en cuatro módulos. El primero es ‘manitas’ (de 0 a 2 años), donde se desarrollan habilidades previas al braille; después, ‘a punto’ (de 2 a 4-5 años), centrado en la prelectura y preescritura del braille; el tercero es ‘brailleo’ (de 4-5 a 7-8 años), se aprende a leer y escribir en braille; y, por último, ‘superbraille 4.0’ (de 7-8 a 12-13 años), el programa didáctico de eficacia lectoescritora.