La cabalgata de Madrid es la de toda España. Miles de familias prefieren que sus hijos no cojan un pasmo una noche de enero y se quedan a ver, como en tiempos pasados, Televisión Española. Los reyes se multiplican y aparecen en todos los barrios, pueblos, y ciudades de España, pero la cabalgate de Madrid es fiesta de referencia.
Con Alberto Ruiz-Gallardón en Cibeles hubo unos años en los que se rompió la tendencia y la cabalgata y las navidades comenzaron a parecerse a las que se celebran en Europa. Todas las grandes capitales europeas echan la casa por la ventana. Y Madrid comenzó a hacerlo.
Y no son sólo luces. Hay actos culturales con la disculpa de la Navidad. Los teatros ofrecen obras especiales, decenas de mercadillos, y los conciertos se multiplican en todas las salas...
Alicia Moreno, la progre concejala de Cultura, tenía manga ancha para gastar y gastó. Trajó a Delia Pichirilli y revolucionó la cabalgata, que parecía en algunos momentos el carnaval de Venecia, con grandes monstruos animados, hadas voladoras, ocas amaestradas,… Fue muy criticada porque quiso quitar el sentido religioso a las navidades y apenas había referencias al nacimiento. Botella dio marcha atrás y la fiesta de Reyes terminó en 2012 con la imagen de un nacimiento en Cibeles. En 2013 con el Aleluya.
Fueron los inicios de la nada. Porque todo evoluciona, menos las navidades en Madrid. Han dado muchos pasos atrás. Este año el presupuesto ha sido de 670.000 euros, frente a los 719.000 euros del año pasado, uno 15% menos. Los primeros años de Gallardón se limitó la publicidad en las carrozas. Este año las empresas, los sponsors, han puesto más de 300.000 euros.
Un avance sí que se ha producido en la época de Ana Botella. La demanda de invitaciones para ver la cabalgata en primera fila de la tribuna se disparaba y se podía ver a lo más floreado del PP y adyacentes. Parece que se ha puesto freno a esta exhibición pepera. Este año se han colocado 12.000 tribunas para que el público y los niños puedan esperar sentados a sus Reyes. También se ha limitado el lanzamiento de caramelos para evitar la tragedia del año pasado en Málaga, donde murió un niño aplastado por un camión al ir a coger un dulce.
No se han celebrado ni introducido nuevos actos en estas fechas en las que miles de personas han llegado a Madrid de vacaciones y sus ciudadanos quieren fiesta. Tampoco se promociona fuera la Navidad especialmente en una ciudad, que como dicen machaconamente los datos económicos, pierde turistas y pasajeros de avión a miles cada año.
El modelo se repite en la celebración del final de año en la Puerta del Sol, de la que se ocupa la Comunidad de Madrid. La única novedad de los últimos años ha sido la feliz iniciativa de la Policía Municipal de impedir a los que acudían con botellas de cristal entrar en la Plaza.
Y eso que en los últimos años se puede ver la quema de una colección de fuegos artificiales con música paralela. Pero sólo eso. La crisis también se ha apropiado de la creatividad y Madrid, frente a otras ciudades de España y Europa, está parada en el pasado y perdiendo peso, cada día más peso.
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