El miércoles saltaban las alarmas en la capital al advertirse desde el Consistorio que dirige Manuela Carmena de los altos índices de dióxido de nitrógeno que había en la atmósfera. Después de que ya lo hiciera Barcelona en su día, Madrid ponía en marcha un protocolo que nunca antes se había activado en la ciudad y que había sido aprobado en marzo por el Gobierno de Ana Botella. De esta forma, se limitaba la velocidad de los vehículos de 90 a 70 kilómetros por hora en la M-30 y se prohibía aparcar a los no residentes en las plazas del Servicio de Estacionamiento Regulado (SER) de color verde, azul y en las denominadas de larga estancia (azules y marrones). Unas medidas que han causado revuelo, quejas y confusión entre los madrileños.
No obstante, desde la ONG Ecologista en Acción se ve con buenos ojos las medidas aplicadas por el Gobierno municipal. "El sólo hecho de que las autoridades del ayuntamiento se planteen que hay que hacer cosas sobre el tráfico para reducir la contaminación nos parece muy bien", afirma Juan Barcena, responsable de calidad del Aire de esta ONG. Asimismo, apunta que España tiene mucho camino por recorrer "ya que otras ciudades de Europa llevan años aplicando medidas de este tipo, nosotros estamos empezando ahora".
La lucha contra la contaminación atmosférica y la calidad del aire es desde hace años uno de los problemas más importantes que sufren las grandes ciudades de la Unión Europea y a las que tienen que enfrentarse sus responsables políticos. Desde hace tiempo varias capitales europeas ya cuentan con una serie medidas muy variopintas con las que luchar contra los altos niveles de polución. Limitación de la velocidad, placas ambientales, alternancia entre matrículas pares e impares, sistemas de peaje o prohibición expresa de circulación de vehículos con más de 15 años de antigüedad y camiones altamente contaminantes son algunas de ellas.
Para Juan Barcena, de Ecologistas en Acción, España tiene mucho camino que recorrer "ya que otras ciudades de Europa llevan años aplicando medidas de este tipo"
Una placa ambiental en Berlín
Berlín está considerada por la European Environmental Bureau (EEB) como la mejor ciudad que lucha contra la contaminación de Europa, ya que la mayor parte de su población utiliza la bicicleta como medio de transporte habitual. En el año 2007 las restricciones a la ciudad fueron in crescendo, declarando las llamadas zonas ambientales en varias ciudades y municipios. En ellas se limitaba su acceso a aquellos vehículos que lleven una placa especial que indica el nivel de contaminación. Sus colores van desde el verde, el más ecológico al rojo, el más contaminante. Ya desde el 2010, las restricciones al centro de la capital se ampliaron y sólo se permite circular a aquellos coches que poseen el distintivo verde.
Estas placas, que se pueden comprar en Internet, centros de matriculación, sociedades de ingeniería y en talleres, cuestan cinco euros. Esta norma se aplica a camiones, coches, autobuses, e incluso a vehículos de turistas, acarreando multas de hasta 80 euros en caso de circular sin ellas.
París, medidas diversas para reducir la polución
París es una de las últimas ciudades de Europa que se propuso luchar contra los altos índices de la contaminación. Para ello, prohíbe la entrada en la capital a los vehículos diésel, y en episodios de gran polución impone la circulación alterna de matrículas los días pares e impares. A esta medida quedan exentos los coches eléctricos o híbridos que circulen con gas o electricidad, el transporte público, las camionetas de reparto y los automóviles dedicados al servicio público o sanitario. Junto a ella, también se reduce la velocidad a 20 kilómetros por hora en la circunvalación de la capital.
Pese a que esta medida sólo se ha puesto en marcha en dos ocasiones (en 1997 y 2014), las autoridades francesas han comprobado que es efectiva para reducir el número de atascos. Además, en casos extremos, también se prohíbe la circulación de camiones de 3,5 toneladas.
París se propuso luchar contra la contaminación prohibiendo la entrada de los coches diésel, y en casos graves impone la circulación alterna de matrículas
Peajes de acceso al centro en Londres
Londres fue la primera ciudad que combatió la contaminación y desde 2003 sólo permite la entrada al casco histórico de la ciudad por medio de un peaje que cuesta ocho libras entre las 7 de la mañana y las 6 de la tarde, de lunes a viernes - esta medida también se aplica en Estocolmo - . En 2008 fue más allá y aprobó una tasa adicional para aquellos vehículos más contaminantes. Además, se prohíbe la licencia a aquellos taxis que tengan más de 15 años de antigüedad.
Roma, una de las urbes con más contaminación
Roma y varias de las ciudades italianas alcanzan cuotas de contaminación muy perjudiciales para la salud cuando las familias activan la calefacción. Para limitar la polución las autoridades limitan el acceso al casco histórico y sólo pueden circular por esa zona los que trabajen allí, residentes y vehículos oficiales previo pago de una cuota anual de unos 60 euros. En caso de máxima urgencia, se autoriza la circulación de vehículos pares los días pares e impares las fechas impares -esta medida también se utiliza en Atenas-.
Lisboa prohíbe circular a coches de más de 15 años
Desde 2015 Lisboa ha aprobado una nueva normativa que prohíbe a los vehículos de más de 15 años circular por las calles más céntricas de la capital, incluidas las del barrio histórico de la Baixa y la avenida da Liberdade entre las 7 de la mañana y las 9 de la noche. El incumplimiento de esta norma acarreará multas de 24 euros.
Límites de velocidad a 50km/h en Bruselas
Por último en la capital europea, Bruselas, la bicicleta tiene prioridad para acceder al centro de la ciudad ya que su uso está muy extendido. En episodios de alta contaminación, las autoridades limitan la velocidad a 50 kilómetros por hora.
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