Hay crímenes que son producto de lugares que ya no existen. Del mismo modo que los McCoy y los Hatfield no pueden batirse en duelo en las explanadas del lejano oeste, es difícil concebir que en la España de hoy en día se pueda dar un suceso como el que ocurrió en Puerto Hurraco hace 25 años.
Las circunstancias del crimen son ampliamente conocidas. Año 1990, dos familias, los Izquierdo y los Cabanillas, un largo historial de agravios, problemas con las lindes, una historia amorosa en el pasado que enturbia la relación y el aburrimiento que lleva a darle demasiadas vueltas a las cosas. Los hermanos Antonio y Emilio Izquierdo se lían a tiros en la calle principal del pueblo, una pedanía de Benquerencia de la Serena, en Badajoz. Nueve muertos, heridos graves y un crimen que dejó huella en una España que veía en el horizonte unos Juegos Olímpicos y una Exposición Universal pero que, también, tenía aún rémoras de un tiempo pasado.
"Esa España ya no existe como tal, es evidente", cuenta el presidente de la Sociedad Científica Española de Criminología
“Esa España ya no existe como tal, es evidente”, reflexiona Ricardo Magaz, presidente de la Sociedad Científica Española de Criminología. “Todos nos hemos urbanizado, incluso la gente que vive en el medio rural”, cuenta el criminólogo, que recuerda bien el caso.
“Si tuviéramos que remontarnos al inicio de la rivalidad de ambos clanes no sabríamos por donde empezar. Se fue heredando y también había un tema de desamor, un noviazgo clásico de la época que terminó mal, lo que en un pueblo de pocos vecinos fue considerado una ofensa”, relata.
“El caldo de cultivo es la endogamia, es un concepto clave”, dice el experto. “Da un horizonte reducido, tanto el del campo como de otra serie de cuestiones; hay problemas de herencia, de lindes y están ambos clanes obligados a compartir el mismo escenario”.
El desenlace es excesivo, uno de los hermanos llegó a decir que, de no haber sido apresados en una espectacular batida de la Guardia Civil, habrían vuelto al pueblo para rematar la faena en el entierro. Los dos hermanos Izquierdo terminaron en la cárcel, las hermanas, de las que se sospechó que urdieron el plan, fueron exoneradas pero acabaron recalando en un psiquiátrico.
“Antes los chicos en el pueblo quedaban en la puerta de la iglesia para jugar a algo, hoy van al Ayuntamiento a ver si cogen wifi, la globalización también ha llegado al entorno rural y ha cambiado las cosas, para bien y para mal; ha ayudado a abrir horizontes a los jóvenes de esos lugares”, cuenta Magaz sobre las nuevas circunstancias de la vida campestre.
La España de hoy se parece cada vez menos a la de ayer y un concepto clave tiene la culpa: la educación. Hoy el país tiene casi un pleno de alfabetización, la educación es obligatoria hasta los 16 y la ilustración ha llegado a todas partes. Eso, en campo y ciudad, no asegura que no haya arrebatos de locura, pero sí que genera dinámicas en las que la vida está más valorada.
Las aldeas como Puerto Hurraco están en remisión. Desde los años 60 España ha vivido un fuerte éxodo rural. Madrid, en esos años, pasó de dos millones de personas a 6,5 mientras que otras regiones, como Extremadura, han ido perdiendo población en centenares de miles de personas. Hay cientos de aldeas abandonadas y su población está envejecida, la salida a poblaciones más grandes, no necesariamente las grandes conurbaciones, es un fenómeno constante y estable que difícilmente irá en remisión.
Eso quiere decir que las circunstancias de aquel pueblo en aquel momento son cada vez más inusuales.
El fenómeno de Puerto Hurraco habla de la España profunda, de un lugar en el que las disputas familiares eran más comunes, dónde no había manera de evadirse de la realidad y, además, con una presencia de las armas de fuego superior a la que existe en poblaciones más grandes. “Las armas largas en un pueblo no llaman la atención, hay caza y también una necesidad de autoprotección que ocurre cuando hay una sensación de aislamiento”, comenta Magaz.
"Es cada vez más difícil, pero puede ocurrir de nuevo, en criminología siempre se dice que no esperes nada bueno del género humano"
También ha cambiado un problema secular, causante de muchos de los rencores entre familias: las lindes de las fincas. “La gente tiene el concepto de amor a la tierra muy desarrollado, esas cuestiones han dado pie a muchísimos conflictos. Hoy en día aunque las lindes no estén bien trazadas, todo está bien delimitado y aunque el de al lado vaya raspando parte del territorio hoy en día es recuperable”, cuenta el criminólogo. Es decir, hoy la informática y los archivos dejan poco espacio a la picaresca y los conflictos, en caso de existir, se pueden resolver en un juzgado.
“Aquello fue una orgía de sangre”, cuenta Magaz que, a pesar de la positiva evolución del país y del cambio que ha sufrido la vida rural, no descarta nada. Es casi una cuestión de posibilidades, el ser humano es imprevisible: “Sí, puede ocurrir, nada es imposible. En criminología se dice siempre que no esperes nada bueno del género humano”.
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