Cada 40 segundos una persona se suicida en el mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicaba esta semana su primer informe sobre el asunto, aunque lleva años ocupándose de lo que considera “un problema mayor de salud pública”. Según sus datos, más de 800.000 personas se suicidan anualmente y se estima que por cada una que lo consigue hay al menos otras 20 que lo intentan.
La cifra global supera el conjunto de las víctimas anuales de homicidio, en torno a 500.000, de las 200.000 que mueren a causa de algún conflicto bélico o de las fallecidas por un desastre natural. La OMS es consciente de que los casos que quedan ocultos superan con creces la tragedia que refleja su informe.
Pese al impacto de estas conclusiones, Cecilia Borrás, presidenta de Después del suicidio – Asociación de supervivientes (DSAS), advierte que las cifras no son nuevas: "La sociedad empieza a ser consciente de que es una realidad, de que la gente muere por suicidio, ¡pero desde hace muchos años!, solo que antes las cifras quedaban tapadas”.
El INE ya alertaba en enero del preocupante aumento de suicidios en España, que se mantiene en 2012 como la principal causa externa de mortalidad, por delante de los accidentes de tráfico. Javier Jiménez, presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (AIPIS), asegura que los datos del INE no son definitivos, que hacen falta cuatro años para conocer las cifras reales, ya que existe una gran cantidad de fallecimientos de difícil catalogación –ahogados, precipitados, por sobredosis o en accidentes de tráfico– que, tras una investigación más a fondo, podrían resultar ser suicidios.
¿Existe un perfil?
Para Jiménez, “el suicidio es multicausal. Hay tantos tipos como casos, pero todos tienen un denominador común: un gran sufrimiento y la creencia de que no va a terminar nunca”.
"El suicidio es un problema oculto, en relación con el cual hay un malentendido: pensar que el mayor número de suicidios se comenten en los países ricos. Esto no es verdad. El 75% tienen lugar en los países en desarrollo", señaló Shekar Saxena, director del departamento de Salud Mental de la OMS, en la presentación de su informe.
El suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años
Un dato preocupante es el rango de edad de los suicidas. Aunque el índice es superior entre las personas mayores de 70 años, entre la población de 15 a 29 años el suicidio es ya la segunda causa de muerte. El doctor Andrés Pérez Barrero, autor, entre otros, del libro ¿Cómo prevenir el suicidio entre adolescentes?, tema sobre el que versa gran parte de su trabajo como psiquiatra, lamenta, ante este último dato, que “lo peor es que la tendencia se incrementa” entre los más jóvenes.
Según la OMS, en general, se suicidan más hombres que mujeres, sobre todo en los países ricos, donde ellos triplican la tasa femenina. Los índices de suicidio son más altos entre colectivos que sufren discriminación de algún tipo, como refugiados e inmigrantes, homosexuales, bisexuales y transexuales o personas en prisión.
Con respecto a las causas, en los países desarrollados el suicidio se relaciona con desórdenes mentales, abuso de alcohol o drogas y depresión. Sin embargo, como según la OMS la gran mayoría de los casos se da en países de ingresos bajos y medios, la principal causa es la presión generada por problemas socioeconómicos. También son más proclives las personas que han tenido que superar un conflicto bélico, un desastre natural, violencia física o mental, abuso o aislamiento.
Mayor visibilidad para combatir el suicidio
A los expertos de la OMS les preocupa la falta de concienciación y de actuación para frenar estas crecientes estadísticas. Según sus análisis, sólo 28 países en el mundo cuentan con un plan estratégico para prevenir el suicidio y apenas 60 recopilan datos de los suicidios que se producen en su territorio.
“El suicidio causa un fuerte rechazo en la sociedad, es una muerte marginal y proscrita”
La organización apunta al estigma y el tabú que existe en torno al suicidio como la principal causa que impide que tanto los familiares como los gobiernos traten el tema de forma abierta y efectiva.
Cecilia Borrás comparte esta opinión. La asociación que preside la integran personas que, como ella, han sufrido la muerte por suicidio de familiares o amigos y ahora ayudan a otros a sobrellevar este particular duelo, “más largo y doloroso –asegura- que el de otras pérdidas” por el sentimiento de culpabilidad que genera, por un lado, y por el estigma social que lleva aparejado, por otro. “Les proporcionamos un espacio para que compartan su dolor”, algo que no encuentran en la sociedad, donde el suicidio causa un fuerte rechazo, “es una muerte marginal y proscrita”.
El hecho en que al menos en 35 países haya leyes que prohíben o penalizan el acto de quitarse la vida es otro de los escollos para combatir esta lacra social. "Es muy peligroso porque es un impedimento para buscar ayuda por el miedo a las consecuencias directas para ella o para su familia", explicó Saxena en rueda de prensa.
La prevención del suicidio es posible
“No lo hacemos porque nos da miedo imaginar lo que podemos provocar en la otra persona, pero hablar es la mejor prevención contra el suicidio”
“Las personas que quieren quitarse la vida mandan mensajes que no sabemos interpretar. Es difícil detectar una conducta suicida, incluso para los profesionales de la salud mental. Otras veces no creemos las amenazas aunque nos manifiesten abiertamente tal intención. Hay que erradicar dos falsos mitos muy extendidos: que el que lo dice no lo hace y el que lo hace no lo dice”, asegura Jiménez. Según este psicólogo clínico, solo un tercio de los intentos fallidos de suicidio son manipulativos, es decir, tienen como verdadero fin llamar la atención, otro tercio se debe a una mala ejecución del método elegido. Y precisamente la existencia de un intento previo, afirma, es el mayor indicativo de que existe una intención firme de suicidio.
“Es difícil saber cuándo un comentario sobre quitarse la vida es creíble, pero si esta amenaza va a asociada a un comportamiento o un estado anímico acorde, lo que debemos hacer es hablar de ello abiertamente. No lo hacemos porque nos da miedo imaginar lo que podemos provocar en la otra persona al tratar el tema, pero hablar es la mejor prevención contra el suicidio”, asegura Borrás.
Pérez Barrero aconseja, ante una crisis suicida, tomar en serio a la persona que manifiesta tal deseo, tratarla con respeto y “escuchar con interés” sus motivos, sus sentimientos, sin juzgarla, “buscar soluciones juntos”, no menospreciar, en definitiva su comportamiento.
“Hay que erradicar dos falsos mitos muy extendidos: que el que lo dice no lo hace y el que lo hace no lo dice”
“Cada año todas las causas de muerte bajan menos el suicidio, porque no se hace nada para prevenirlo”, asegura Jimenez, que apuesta por una formación multiprofesional para atajar esta tragedia social. “Hay que crear una infraestructura; ahora no hay ni investigación, ni campañas ni programas de prevención del suicidio”, añade. Espera con interés los resultados de los trabajos parlamentarios sobre medidas de prevención de la conducta suicida, una propuesta de UPyD en el Congreso de los Diputados que fue aprobada por todos los partidos en noviembre de 2012. La comisión encargada de su redacción aún no se ha formado. El mayor temor de Jiménez, que esta iniciativa solo tenga repercusiones políticas: “Sin medios económicos y humanos se va a quedar en papel mojado”.
El día 10 de septiembre es reconocido por la OMS como el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. Este año, la jornada conmemorativa que organiza AIPIS en Madrid, convocada bajo el lema “Prevención del Suicidio: Un mundo conectado”, se dividirá en dos sesiones: la difusión de una guía de autoayuda y un análisis a partir de la película Gente corriente. El tema elegido intenta reflejar la importancia y la necesidad de la comunicación y el contacto a distintos niveles para combatir el suicidio.
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