Marzo, pero 24 grados en Valencia. En el Patio de los Naranjos de Las Naves unas 100 personas conversan en torno a mesas, o sentados en el suelo. Alguno se ha descalzado. Varios miran ordenadores y la mayoría charla animadamente. Son parte de los 1200 profesionales de internet, activistas y expertos en privacidad que ha convocado el Internet Freedom Festival estos días en la ciudad.
Se oye mucho inglés con acentos y el tema común es la seguridad, los derechos y cómo seguir construyendo esta internet sin cerrar espacios y protegiendo la privacidad. En el patio hay un altavoz, alguien pone música y suena una curiosa mezcla de música latina, disco y ritmos africanos a la que nadie parece hacer caso. Estoy esperando a Tom Lowenthal, tecnólogo del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), organización que acaba de presentar un informe especial, The Best Defense: Threats to journalists’ safety demand fresh approach (La mejor defensa: las amenazas a la seguridad de los periodistas exigen un enfoque nuevo).
El informe, que sólo está en inglés, dice que el colapso de las viejas estructuras políticas, el aumento de grupos armados, el fracaso de los gobiernos occidentales ante regímenes represivos y la disrupción en la industria de los medios de noticias provocada por la tecnología han conformado un escenario amenazante para el periodismo global desde los años 90.
Según el CPJ, los periodistas nunca hemos sido tan vulnerables. ¿Es realmente así? Lowenthal envía un mensaje a través de Signal, dice que se retrasa porque estaba en el otro patio. Las Naves tiene muchos espacios donde los asistentes se reparten en distintas sesiones. Es curioso que este año ya nadie te da su email sino su número de móvil porque es como agregas a gente a esta app, una de las más seguras y recomendada por el mismísimo Edward Snowden. Mientras espero abro Twitter y leo que Signal ya no es seguro: Wikileaks acaba de publicar que la CIA ha conseguido comprometerla, a través de malware en un dispositivo.
Buscamos dos sillas en un espacio tranquilo y pregunto a Lowenthal si realmente es cierto que los periodistas nos enfrentamos a más riesgos hoy, como dice el informe.
“Nunca antes ha sido una época tan peligrosa para ser periodista”, dice Lowenthal. Cree que es así por una serie de factores, aunque la verdad pura y dura es que los periodistas son asesinados hoy en una tasa mayor desde que el CPJ empezó a recoger datos. Desde 1992 han sido asesinados 1232 periodistas, 452 han sido forzados a exiliarse desde 2010, y el censo de 2016 revela a 459 en prisión. Parte de esto, según Lowenthal, se explica por un cambio en las dinámicas de los periodistas, por la precariedad.
“Los periodistas que pisaban una redacción en el pasado, antes de finales de los 90, como parte de organizaciones profesionales tenían el apoyo de especialistas en seguridad pendientes de ellos, por lo que cuando iban a zonas de conflicto tenían la mejor formación posible en materia de seguridad, hacían prácticas, tenían experiencia y equipos adecuados. Lo que es muy triste es que hubo un recorte de redacciones casi en todas partes del mundo, especialmente en redacciones pequeñas que se hicieron aún más pequeñas, y el grupo de los freelancers se ha salido de proporción. Eso significa que esta gente trabaja en zonas de riesgo sin apoyo, sin contactos de emergencia, sin equipos, sin expertos que puedan asistirlos y sin una buena gestión del riesgo hay más posibilidades de que resultes herido. Y cuando el riesgo son las balas, eso puede acabar muy mal”.
No es sólo que la gestión del riesgo ahora sea menor, según el CPJ. “El peligro objetivo en algunos casos ha aumentado”, explica Lowenthal. Históricamente, uno de los mayores peligros para el periodismo lo constituyen las fuerzas militares en la región desde donde reportan. Esos militares normalmente responden ante un poder ejecutivo nacional, un gobierno que pone las reglas del conflicto y les dice que no se metan con la prensa, que no hieran a periodistas. “Pero las fuerzas militares modernas como grupos terroristas o carteles de la droga no responden a ese tipo de control y tienen un enfoque diferente: ellos no ven a los medios de comunicación como parte de la sociedad que quieren tener. Están metidos en una guerra de propaganda por lo que cualquier parte que no esté de su lado en la historia merece ser asesinado”.
El recuerdo de los asesinatos en vídeo de James Foley y Steven Sotloff en 2014 vuelve y de repente el sol de Valencia se oscurece. Especialistas en seguridad para periodistas, entre ellos Tug Wilson, de The New York Times, apuntan a comienzos del 2000 como el momento en el que los periodistas que trabajaban en áreas de conflicto comenzaron a ser percibidos como targets. La invasión de Irak por parte de Estados Unidos dejó claro que “los días en que un periodista iba y venía entre bandos opuestos en una línea de batalla se han ido”, dice Wilson.
Otros riesgos: tecnología y salud mental
Catorce años después, con 40 conflictos armados activos en el mundo, y 65 millones de personas desplazadas de sus hogares, es la primera vez que los desplazamientos han sobrepasado los 50 millones desde la Segunda Guerra Mundial, y ciertamente hay más historias que nunca para contar desde lugares peligrosos. La popularización de tecnología para transmitir y recoger información y la reducción de las estructuras de las redacciones hace que cada vez más sean freelancers quienes están cubriendo conflictos.
Las amenazas físicas son visibles: puedes ver a alguien con un arma. Puedes entenderlo de una manera práctica y visceral. Pero la parte digital y psicológica son más difíciles de comprender
Ante la situación, el CPJ sabe que deben ser proactivos. Este año ha creado el Emergencies Response Team (Equipo de Respuesta ante Emergencias). El objetivo sea establecer para los freelances el mismo tipo de infraestructura de la que dispone un periodista dentro de un medio, y que el ratio de muerte no se dispare tan desproporcionadamente en quienes trabajan de forma precaria.
¿Qué rol juega la tecnología en este escenario? ¿Estamos los periodistas más en riesgo por este factor?
Explica Lowenthal: “Reconocemos diferentes áreas de pericia en cuanto a protección para periodistas, pero no conforman distintas áreas de práctica. La seguridad tiene que ser holística. En el ámbito periodístico, tradicionalmente la seguridad se ha enfocado en el “seguridad física primero, seguridad informática después”. Pero esto no es una gestión de riesgo efectiva. Si planificas usar protección corporal cuando no estás teniendo en cuenta cómo el uso de tus dispositivos está revelando tu localización para que puedan dispararte, no tienes una estrategia efectiva de seguridad. Y tener en cuenta ambas cuando no estás considerando las consecuencias psicológicas de enfrentarte a tumbas masivas de personas u otras experiencias que pueden causarte stress, depresión o incluso suicidio, es, otra vez, no gestionar tu riesgo efectivamente”.
La CPJ en su informe divide la seguridad en física, digital y psicosocial, pero advierte que no están separadas y que tienen que recibir igual atención.
“Las amenazas físicas son visibles: puedes ver a alguien con un arma. Puedes entender mucho sobre el riesgo que corres de una manera práctica y visceral”, explica Lowenthal. “Pero la parte digital y psicológica son más difíciles de comprender. En sistemas de computación es difícil entender los riesgos, pero en la parte psicológica, si no te ha tocado a nivel personal o a alguien cercano, el estigma que existe alrededor de la salud mental hace que sea difícil entender los síntomas. Incluso las amenazas de muerte pueden causarte problemas mentales”.
Pienso que no he visto a muchos periodistas en este evento y pregunto a Lowenthal si los periodistas realmente somos conscientes de los riesgos que corremos.
Lowenthal cita a Jennifer Henrichsen, de la Universidad de Pensilvania, que investiga sobre la percepción del riesgo por parte de periodistas y por qué no toman medidas. Dice que lo que sucede es que el trabajo de los periodistas es hacer periodismo, y que cualquier minuto que dediquen a temas de seguridad, o protección psicológica o cualquiera de estos temas, es literalmente distracción de su trabajo. “El 80% de los periodistas de investigación norteamericanos creen que su trabajo los expone a vigilancia por parte del gobierno, pero muy pocos toman medidas con respecto a eso. Es difícil que actúen porque es un campo de habilidades diferentes, y es por eso que la protección institucional es necesaria”, concluye.
En tiempos donde la información es cuestionada tuit a tuit, el periodismo es más necesario que nunca, y todos estamos sometidos a vigilancia masiva, ¿nos podemos permitir dejar conflictos y la historia de países sin contar por no proteger a nuestros periodistas? Recuerdo lo que leí sobre Signal y pienso que saber qué sistema de mensajería segura usaremos el próximo año parece aún más lejano.
Pregunto a Lowenthal si puedo hacerle la foto y le digo que le enviaré la URL cuando publique. Después de despedirnos, abro mi ordenador y leo que algunos periodistas ya cuentan mejor la historia: el cifrado de Signal sigue siendo seguro, la CIA ha encontrado una forma de comprometer el dispositivo pero eso no puede hacerse a escala masiva dando a un botón. En el patio valenciano sigue brillando el sol.
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