Todo comenzó en 2012, cuando dos emprendedores españoles pensaron en cómo erradicar esa fea costumbre de pintar las calles de la ciudad para unos, embellecerla con arte para otros: los grafitis.
Ya se hablaba de realidad aumentada, pero no era una palabra tan manida como ahora. Trabajando los dos conceptos comenzaron a moldear una idea: brindar la posibilidad de hacer pintadas virtuales en las paredes. Estas se verían cuando el usuario dirigiera su teléfono hacia la fachada del edificio en cuestión. El grafiti estaría en la pared pero no ensuciaría la misma. Una tecnología propietaria y pendiente de la patente internacional.
Al poco tiempo entraron en Wayra y desde allí le dieron forma al proyecto. Llegados a este punto, como en cualquier negocio que se precie de serlo, hacía falta el leitmotiv que, nos guste o no, hace sostenible una idea empresarial: el dinero. Y se lanzaron a buscar financiación.
El Ayuntamiento de Nueva York y Heineken estudian incorporar esta tecnología 'Made in Spain'
De primeras no hubo suerte. La idea era buena -les dijeron-, pero no veían claro cómo hacer dinero con ella. "Esa misma semana nos pusimos a darle vueltas a la cabeza para ver de qué manera podíamos monetizar la idea. Y dimos con ello", asegura Miguel Ángel Orellana, socio fundador y director general de The Graffter, que así se llama la compañía, quien añade que "una de las ventajas es que las fotos virtuales se pueden ver en cualquier ángulo y a cualquier distancia".
Posibilidades para la compra y venta de pisos
Imagínate que buscas piso. Mientras caminas por la calle ves un edificio en el que te gustaría para vivir. En ese momento sacas el teléfono del bolsillo, lo enfocas hacia él y, en sólo unos segundos, ves cuántas viviendas están en venta o alquiler, el número de habitaciones y la distribución que tiene. Hasta podrás hacer una visita virtual de cada uno de ellos y acordar una cita con la inmobiliaria para cerrar un trato.
Pero Orellana también tiene un enfoque para The Graffter más de comunidad, de red social. "La idea es que todo el mundo que quiera se registre en la aplicación y ésta funcione como un Instagram pero sobre los muros de los edificios de las grandes ciudades. Pongamos el ejemplo de alguien que está dado de alta en la plataforma. Esa persona visita el Empire State Building. Mientras pasa a su lado, el teléfono le lanza una alerta. Cuando mira la pantalla del móvil este le informa de que un amigo suyo estuvo hace unos días por allí y le dejó una fotografía gigante en la fachada frontal del edificio. En el momento en que el usuario enfoque el teléfono hacia la pared verá una foto de su amigo, a tamaño gigante, en la que le guiña un ojo o le señala con el dedo", explica Orellana, quien matiza además que la app no tiene coste alguno para el usuario.
Conversaciones con Nueva York y Heineken
Esta es una de las muchas aplicaciones en las que trabaja la compañía, que ya mantiene conversaciones con el Ayuntamiento de Nueva York para incorporar esta tecnología para la promoción turística de la misma. De hecho, el proyecto ya está en la mesa del equipo del alcalde de la ciudad. Además, también están hablando con Heineken, que haría publicidad a través de esta tecnología en las calles de la urbe, y patrocinar las campañas municipales.
"El feedback es bueno. La ventaja es que nuestra tecnología permite incorporar publicidad en exteriores sobre cualquier fachada, sin limitaciones físicas. Es un contenido completamente interactivo. El usuario toca la pantalla y la empresa que tenga el servicio puede diseñar una interacción con él: campañas de marketing, de branding... La marca puede saber además quién entra, qué edad tiene, dónde lo está viendo, el tiempo que lo está viendo y, mediante un clic, redirigirlo a la página de compra. Todo en solo unos minutos", asegura.
La empresa está en conversaciones con otros ayuntamientos para hacer rutas turísticas y que sean patrocinadas por marcas. La idea es que quienes caminan apunten a un edificio emblemático y reciban información del interior del mismo. Pensemos, por ejemplo, en las posibilidades que esto tendría para un lugar como el Museo del Prado. Quienes pasen por sus alrededores podrían ver obras en las fachadas del mismo y decidir si comprar o no, desde esa misma pared virtual, una entrada para ver la pinacoteca desde dentro. Y además con el patrocinio, en cada imagen, de una marca, lo que permitiría al ayuntamiento sacar dinero de la aplicación a través de la publicidad.
El objetivo es crear una "experiencia emocional como la que otorga Instagram", reconoce Orellana. Las aplicaciones de esta tecnología son tantas como imaginación tenga la empresa que desee incorporarla.
"The Graffter permitiría levantar exposiciones fotográficas sobre las calles de las ciudades. Así todo el mundo podría verlas e interactuar mientras camina, visitar la web del autor, acceder a su obra... Esto permitiría a cualquiera disponer de un espacio virtual para mostrar su obra", explica su fundador.
¿Y qué gana The Graffter de todo esto? Los creadores de la aplicación se lleva una parte de la publicidad que las marcas patrocinadoras paguen a los ayuntamientos. ¿Y en el caso de la red social? Funcionaría también, como muchas otras, a través de publicidad.
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