Tecnología

La telefonía tradicional, a punto de colgar

Los teléfonos fijos son cada vez menos utilizados, con una caída de 5.300 millones de euros en la facturación en los últimos 14 años. Es significativo el caso de las cabinas telefónicas: son repudiadas por la mayoría de los Ayuntamientos y ningún operador quiere hacerse cargo de ellas por las millonarias pérdidas que acarrean.

El teléfono tal y como lo conocemos o más bien como lo conocíamos -ahora se lleva más el móvil- lleva ya 120 años con nosotros, pero todo apunta a que no va a estar mucho más.

Es cierto que en el caso de los hogares la agonía será más lenta, ya que los operadores lo incluyen como un valor añadido en las ofertas convergentes (voz, datos, fijo...), pero en el caso de las cabinas telefónicas, la fecha de caducidad está mucho más próxima.

Si nos vamos a los ingresos de los operadores por servicios de telefonía fija, en 2001 se vivía la época más dulce, con 8.662 millones de euros de facturación.

A partir de ahí, todo fue cuesta abajo y con carrerilla, hasta cerrar 2015 con unos ingresos de 3.077 millones de euros, una caída del 65%, lo que evidencia que la telefonía fija no goza de buena salud, tal y como evidencia el gráfico que acompaña a estas líneas.

Pero volvamos a las cabinas de teléfono. El último concurso para hacerse cargo de ellas quedó desierto, tal y como informó la CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) recientemente. Un servicio que hace unos años era un caramelo por los beneficios añadidos para la cuenta de resultados -cuando no había telefonía móvil, claro-, es hoy un marrón en toda regla para los operadores.

"Las pérdidas que supone hacerse cargo del servicio de cabinas telefónicas son de unos 5 millones de euros apróximadamente", aseguran fuentes del sector conocedoras de esta cifra. "Cuando los Ayuntamientos reciben la notificación de que van a ser eliminadas algunas de las cabinas de su municipio, dan palmas con las orejas, y te hablo de más de un 90% de los Ayuntamientos. Las cabinas se han convertido en un elemento sin sentido, que no se utiliza. Son un estorbo para realizar proyectos urbanísticos en las ciudades", continúa.

Por no quererlas, no las quieren ni los ciudadanos. Y no hablamos de indiferencia, sino de rechazo. "Mucha gente sabe que las cabinas telefónicas guardan dinero en su interior, así que los amigos de lo ajeno, día sí día también, realizan actos vandálicos para tratar de acceder a las monedas". Otras fuentes de total solvencia aseguran que las cabinas de teléfono se han convertido en un objetivo del vandalismo "por las buenas, porque sí, porque llevan el logo de una empresa concreta". Este tipo de acciones son las que también incrementan los gastos de mantenimiento de las mismas.

Telefónica se comerá el sapo un año más

El operador ha sido designado de nuevo como prestador de la prestación de servicios universales para garantizar el servicio de telecomunicaciones a todos los españoles. Doce meses en los que, sin duda, tratarán de que sean los últimos en que sigan en funcionamiento. 

Por su parte el Ministerio ya ha explicado que esta gestión se extenderá en el tiempo si el servicio se sigue considerando como universal o si esta calificación, vista la alta penetración de los dispositivos móviles, sufre modificaciones desde la normativa.

Hace casi un año la CNMC se pronunció al respecto y aconsejó replantearse la prestación de un servicio que cada vez tiene menos demanda.

Sólo se han distribuido 80 guías telefónicas en 2016

Otro indicador de que la telefonía tradicional está en declive es el número de guías telefónicas distribuidas durante el año pasado. Ya no se distribuyen a discreción, como hace años, ahora sólo se mandan cuando el cliente las pide. Y las peticiones el año pasado fueron de tan solo 80 ejemplares, según fuentes de Telefónica.

Google le ha ganado la partida, una vez más, al papel. El teléfono móvil, el mismo que está acabando con su primo hermano el fijo, ha dejado en coma una imagen muy característica del siglo pasado, con decenas de ejemplares de la guía de teléfonos apiñados en portales y calles; sobre la barra del bar, junto al teléfono de pared que tanto cuesta ver ahora cuando uno toma un café. Menos mal que siempre nos quedará Cuéntame.

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