Ha pasado algo más de un año desde que Elon Musk completó la compra de Twitter por 44.000 millones de dólares. Tiempo después, la compañía apenas se parece a lo que era antes: una red social con un tono azulado que apostaba por la libertad de expresión (regulada y sin sobrepasar los límites lícitos) y donde millones de usuarios compartían su opinión o sus reacciones inmediatas. Bajo el nombre de "X", Elon Musk ha convertido a esa marca en todo un caos vertiginoso y desorganizado, interior y exteriormente hablando.
Tras dar paso al cambio del nombre y del logotipo, el magnate de origen sudafricano ha transformado una empresa rentable en una plataforma ampliamente dañada que lucha a diario por alcanzar ese punto de equilibrio (del que antes presumía) entre la información y la inmediatez y está paralizada por las numerosas y drásticas deudas.
Muy poca gente recuerda, por lo tanto, aquellos días cuando Twitter era considerada como una de las fuentes de referencia mundial de noticias de última hora y de comentarios temáticos importantes, como la política o la economía. La abundante cantidad de spam y la desinformación han alejado a algunos de sus mayores anunciantes y usuarios, convirtiendo ahora a la red es un foco de crítica constante.
Las cifras también hablan por sí solas. Las peores llegan desde el lado financiero: Elon Musk sigue siendo incapaz de encontrar una forma viable para que el antiguo Twitter siga siendo rentable. Según un estudio de The Wall Street Journal, la compañía ahora mismo valdría unos 15.000 millones de dólares: un tercio de la cantidad que el empresario pagó el año pasado. Además, tal y como afirma Sara Fischer, reportera de Axios, en X también han caído las descargas de su aplicación (-38%) en todo el año, teniendo de media en la plataforma un tráfico de mensajes de -7%.
Los cambios de Twitter con Elon Musk
Podríamos hilar las piezas de este complejo puzle de muchas formas diferentes, pero todas llevarían a la misma conclusión: los cambios que ha impuesto Elon Musk en su "nueva" aplicación no están ayudando a su desarrollo. El último propulsado (aunque no oficial) es la intención de convertir la plataforma en una "app para todo", siguiendo el modelo de otras aplicaciones como WeChat, tal y como confirmó Linda Yaccarino, la nueva directora general de X, quién expone la idea de propulsar en lo que era Twitter un ecosistema completo que abarque desde pagos y servicios públicos hasta la reserva de transportes o suscripciones digitales, pasando, por supuesto, por la actual herramienta de mensajería.
Sin embargo, este no ha sido el único cambio que ha puesto contra las barreras la funcionalidad y la disponibilidad del famoso antiguo pájaro azul. Para empezar, semanas después de su adquisición, Elon Musk despidió a lo que más tarde él mismo describiría como el 80% aproximadamente de la empresa. El resultado fue una fuerza laboral detrás muy porosa, encargada de mantener los sistemas frágiles de una aplicación que el propio Musk desgastó aún más. Además, muchos de los anunciantes de Twitter, entre ellos General Mills o el grupo Volkswagen, suspendieron su inversión ante la preocupación de estos despidos.
Este problema, a la larga, afectó también a la capacidad de los usuarios para utilizar el sitio y poder invertir tiempo publicando contenido. Durante varios días, los seguidores próximos a Twitter vieron más cerca que nunca la posibilidad de que la aplicación suspendiera su operatividad. Además, numerosas caídas de la aplicación y la limitación de su uso a todos los usuarios (de manera temporal durante unos días, con motivo de "abordar los niveles extremos de extracción de datos y manipulación del sistema") agravan más esta situación.
Por otro lado, ahora cada tuit muestra públicamente cuántas visitas ha cosechado, una actualización que refleja un esfuerzo de Elon Musk por mostrar cómo "Twitter está mucho más vivo de lo que la gente cree". Además, la herramienta divide ahora la cronología del usuario entre una página propia para cada usuario, similar a la que ofrece TikTok, un feed elaborado por algoritmos con tuits que cree que gustarán al público y una página de seguimiento, que, básicamente, reúne los tuits que cada cuenta sigue.
Pero sin duda, la decisión más importante que ha tomado el fundador de Tesla durante todo este tiempo ha sido la de cambiar el nombre y el logotipo de Twitter, que a finales de julio de 2023 pasó a llamarse X. Mucho tiempo antes hizo también que la compañía dejara de cotizar en bolsa.
X: una modernización decreciente
Esto último fue el primero de los pasos hacia una "modernización" de la aplicación. Lo que Elon Musk no tenía controlado era que dicha práctica podría resultar contraria a los planes iniciales. Otros de los pasos dados por el magnate fue la reincorporación de usuarios prohibidos anteriormente. Cuentas como la de Donald Trump o el influencer misógino Andrew Tate fueron readmitidas en Twitter. La primera de ellas además curiosa: a través de una encuesta pública donde la mayoría de más de quince millones de usuarios de la plataforma votaron a favor de la vuelta del expresidente americano.
El fundador de Tesla fue también el responsable del lanzamiento del servicio Twitter Blue, que después fue rebautizado como X Premium. Este modelo de suscripción tenía como objetivo (muy parecido al actual) diversificar los ingresos de la empresa, después de la huida masiva de anunciantes, y darle cierta exclusividad a aquellos que apostaban por este pago. En algunos países, incluso, la modalidad gratuita que conocemos en España no está operativa: en Filipinas o Nueva Zelanda solo se accede a X si previamente has contratado una suscripción. Se trata de un modelo que se prevé extendido al resto del mundo en los próximos años.
Por otro lado, una de las actualizaciones más importantes (y categorizada por los usuarios como una de las más ridículas de la era Musk en Twitter) es su drástico cambio en el proceso de verificación. Anteriormente se utilizaban las insignias azules únicamente como modo de diferenciación de los perfiles de personajes públicos, como famosos, periodistas o funcionarios del Gobierno. Actualmente, esas cuentas verificadas siguen siendo visibles (calificadas como "heredadas"), pero además la herramienta permite a cualquier usuario tener en su perfil un tick azul, siempre y cuando se suscriba a Twitter Blue.
El hecho de que todo el mundo opte a esta insignia, y que no haya diferencia visual entre las marcas antiguas y las nuevas, ha suscitado preocupación entre los usuarios por la posibilidad de que se suplante la identidad de personajes públicos o que alguna marca incógnita que pague por ello, pueda vender información falsa haciéndose pasar por una fuente fiable, a sabiendas que las fake news y la desinformación están a la orden del día.
El enfoque de la red social hacia la moderación de contenidos y las preocupaciones generales sobre el liderazgo de Musk han perjudicado al negocio fuertemente. Además de las estadísticas anteriores, otro claro ejemplo de esta realidad es el número de usuarios diarios activos en la red social. Según informa la firma Ars Technica, X ha experimentado la caída de un 9% entre agosto de 2022 y agosto de 2023, mientras que el resto de plataformas rivales crecieron en ese mismo periodo, incluidas Facebook o Instagram.
Los cambios en la seguridad de la marca, la apertura de la red a extremistas bajo el pretexto de la libertad de expresión, exigir a los anunciantes que paguen por la verificación y el despido de gran parte del personal, entre todos los comentados en estos párrafos, han enviado señales de que a la plataforma no le importa la seguridad de la marca ni los anunciantes.
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