Todo el mundo habla de la nueva obra de Enrique Urbizu para Movistar. Libertad se estrenará la semana que viene como serie para los abonados a la plataforma de pago y como película para los espectadores en las salas de cine. Es una apuesta tan novedosa como arriesgada que además se adentra en el curioso universo de los bandoleros. Pero aquí no vamos a hablar más de esa obra.
Aquí toca referirse, aunque sea por una cuestión de mera justicia, a la anterior creación de este director. Porque la serie Gigantes de Urbizu sigue disponible en el catálogo de Movistar, aunque casi oculta por el tradicional alud de novedades. Hasta los bandoleros de la nueva serie saben que los mejores tesoros suelen estar escondidos donde nadie los espera, casi a la vista de todos. Y ese es el caso de la producción de 2018 que todo aficionado al cine o las series debería ver.
Los doce capítulos de las dos temporadas de Gigantes componen un trhiller cuyas características ya anticipaban algunas de las bondades narrativas de obras posteriores y más exitosas como Antidisturbios o Perdida. La acción que no cesa propia de todo lo de Urbizu y una mirada como de realismo sucio para adentrarse en los bajos fondos, esos que nadie quiere ver aunque los tenga a la vuelta de la esquina, pero sin olvidar a los delincuentes de guante blanco. O, mejor dicho, mostrando los vínculos entre los unos y los otros. Una fusión entre el tráfico de drogas y la compraventa de obras de arte.
Gigantes también es -o ante todo es- un drama familiar que cuenta la historia de un clan, los Guerrero, dedicado al oscuro mundo del hampa, donde por supuesto se combinan los enfrentamientos con otras familias que quieren controlar el negocio y las propias luchas entre hermanos
Ninuna otra serie policial española de los últimos años cuenta de forma tan descarnada esas corrupciones que parecen antagónicas pero no son tan distintas. Pero Gigantes también es -o ante todo es- un drama familiar que cuenta la historia de un clan, los Guerrero, dedicado al oscuro mundo del hampa, donde por supuesto se combinan los enfrentamientos con otras familias que quieren controlar el negocio y las propias luchas entre hermanos.
Lo importante es lo que se cuenta, pero también cómo se cuenta. Hay violencia, muchísima, por momentos desbordante, con tiros, navajazos y golpes que están contados con una minuciosidad deslumbrante. Hay giros en la trama que sorprenden y embadurnan de porquería a estamentos de lo más diverso. Y lo mejor de la serie está en los personajes, que son de esos que no se olvidan, por su complejidad bien construida, y que están fenomenalmente interpretados por José Coronado, Daniel Grao, Isak Férriz y Carlos Librado.
Gigantes es, en suma, una de las cumbres, quizás la más alta, en el cine de acción patrio. Si se le parece en la forma, Libertad también será un gran producto. Pero de los bandoleros hablaremos otro día.
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