El manual del buen español dice que tenemos que desconfiar y abominar cada día de lo nuestro. Lo suyo es poner a caldo los productos audiovisuales patrios. Sumergirse en esa eterna comparación con Hollywood y, en buena lógica, concluir que aquí sólo se hace bazofia. Caer en el lugar común de que los creadores de la cámara de este país enfrentado a sí mismo solo saben hablar de la Guerra Civil y los dramas sociales. Pero no. Se acabaron ese pesimismo y esos tópicos. Porque en España vivimos una edad de oro de las series, que es, por cierto, donde ahora se hace el mejor cine.
El listado es imparable. Primero llegó el monumental pelotazo de La casa de papel que todavía continúa asombrando en medio mundo. En las últimas semanas hemos hablado sobre todo de series de altísima calidad tan dispares como Patria, Antidisturbios o 30 monedas. Son ficciones diferentes, casi diríase que opuestas, pero todas ellas de una factura asombrosa. Cada una en su género, las tres van a ser clásicos que nos costará olvidar. Y han venido a confirmar que las creaciones nacionales son cada vez mejores.
Tampoco podemos perder de vista otros productos de enorme altura que quizás no han triunfado tanto, acaso porque no son superproducciones y carecen de la preceptiva campaña que las publicita hasta en la sopa, pero que están muy por encima de lo que aquí se hacía hasta hace unos años. Me refiero a títulos como La unidad, Hierro, La zona, La peste o Élite y las aún más recientes La Valla, Veneno, White Lines o Los favoritos de Midas. En unas semanas se estrena también El Cid (Amazon). Y todo lo que vendrá. Que, a este paso, será mucho.
Los creadores de este país se han lanzado por el abismo de la originalidad y la ambición. Parece que se hayan conchabado para romper con una tradición que encorsetaba las obras y hasta hacía válidos algunos de esos tópicos
Los creadores de este país se han lanzado por el abismo de la originalidad y la ambición. Parece que se hayan conchabado para romper con una tradición que encorsetaba las obras y hasta hacía válidos algunos de esos tópicos mencionados. Es una explosión de creatividad que, sin duda alguna, y esto hay que admitirlo porque debemos ser honestos, ha sido favorecida e impulsada por el boom de las plataformas de entretenimiento. Más opciones y más dinero para proyectos más atrevidos.
O, dicho de otra manera, las series españolas son cada vez más originales porque cada vez son más y están mejor financiadas. El resultado es simplemente brutal. Es un salto de calidad sin precedentes. No podemos hablar de una corriente o un movimiento concreto, porque todas estas creaciones ofrecen una enorme variedad tanto en los temas como en la forma de enfocarlos. Nos anegan las ficciones históricas, dramáticas, fantásticas o distópicas que solo tienen en común su riqueza narrativa, su capacidad para enganchar a los espectadores y su etiqueta made in Spain.
La prueba del nueve de que las series hechas aquí funcionan es esa facilidad para marcar tendencia entre el público en un momento en que la competencia es más grande que nunca
La prueba del nueve de que las series hechas aquí funcionan es esa facilidad para marcar tendencia entre el público en un momento en que la competencia es más grande que nunca precisamente gracias a esas mismas plataformas que ofrecen un catálogo inagotable. El pesimismo carpetovetónico está tan enraizado en nuestras mentes que casi nos obliga a pensar que tarde o temprano acabará esta edad de oro. Pero mientras ese final no llegue, y ojalá tarde mucho, sólo tenemos algo que hacer: disfrutar de nuestras series.