Televisión

Lo que esconde la confesión de María Casado sobre las televisiones públicas

De las palabras de la periodista se deduce, sin necesidad de ser un astrofísico que aspira a ser astronauta, que en las televisiones públicas se trabaja sin libertad. Pero eso ya lo sabíamos hace tiempo

María Casado es una magnífica periodista. Durante sus más de veinte años en Radiotelevisión Española hizo muchas cosas, pero es un rostro conocido para el gran público porque presentó 59 segundos, El Telediario y La mañana. Hace siete meses le comunicaron que dejaba este último programa. Abandonó RTVE para trabajar en un nuevo proyecto junto a Antonio Banderas. Y ahora acaba de reaparecer para hablar de esa nueva andadura y, de paso, confesarse sobre la cadena pública

En el paso por El Hormiguero que ya contó este periódico con detalle, Casado habló largo y tendido. Pero hay una frase suya que permanecerá. "Estoy deseando que todas las radios y teles públicas de este país tengan la libertad para que trabajen los grandes profesionales que hay allí con esa libertad, fuera de lo que es el juguete político que para muchos se ha convertido eso"

De esta frase deseante se deduce, sin necesidad de ser un astrofísico que aspira a ser astronauta, que en las televisiones públicas en general y en RTVE en particular se trabaja sin libertad por culpa de las intromisiones de los políticos. Cosa que por supuesto ya sabíamos pero que redunda otra vez en la pregunta que tantas veces nos hemos hecho aquí sobre si es posible o no que en este país funcionen los medios que pagamos todos los ciudadanos con nuestros abultados impuestos. La respuesta también la conocemos hace demasiado tiempo, por mucho que no queramos admitirlo. 

¿Significa esto que cada informativo de TVE o de cualquier otra tele pública funciona como una suerte de NODO del gobernante de turno? Obviamente no. ¿Quiere esto decir que cada periodista que trabaja en estos medios públicos sigue unas directrices políticas que le remiten cada mañana? Tampoco. Todo eso forma parte de las caricaturas habituales. Las manos políticas que mecen estas cunas mediáticas suelen ser mucho más sutiles, aunque existan burdos ejemplos que apuntalen lo contrario.

Cualquier partido, cuando llega al poder, quiere la tele o la radio para sí mismo, íntegramente, sin dejárselo a los de al lado, como ese niño que se empecina en no soltar el camión que acaba de conseguir en el parque

Lo de llamar "juguete" a un medio público es bastante acertado porque la verdad es que cualquier partido, cuando llega al poder, quiere la tele o la radio para sí mismo, íntegramente, sin dejárselo a los de al lado, como ese niño que se empecina en no soltar el camión que acaba de conseguir en el parque. El botín es demasiado valioso como para compartirlo. Ahí se enmarcan los cambios en la dirección de informativos, en los presentadores y hasta en la elección de los tertulianos. También los bruscos cambios de programación. O hasta la surrealista designación de una administradora única, Rosa María Mateo, que llegó para cuatro meses y lleva dos años y medio. 

Sin libertad no hay periodismo. Hay propaganda cutre. Ahora Casado, cuya salida de la parrilla sorprendió fuera pero no dentro del ente, nos confirma lo que ella misma jamás dijo cuando presentaba los programas y lo que algunos llevamos años denunciando desde donde podemos: las teles públicas son "juguetes" en manos de los partidos. Nada nuevo bajo el sol. A veces las palabras, aun siendo duras y certeras, esconden realidades más tenebrosas

Al hablar sobre lo que ocurre en los medios públicos, nos centremos en lo ideológico que, como ya se ha dicho, es muy evidente y muy lamentable. Pero es menos habitual que reparemos en la cuestión dineraria

Viene esto a cuento porque es bastante común que, al hablar sobre lo que ocurre en los medios públicos, nos centremos en lo ideológico que, como ya se ha dicho, es muy evidente y muy lamentable. Pero es menos habitual que reparemos en la cuestión dineraria, que es la realmente grave. Se habla mucho de los presentadores purgados y todo eso, pero no tanto de esos directivos sin nombre que se lo llevan crudo y, de paso, favorecen a sus productoras amigas.

Nos entretenemos señalando a los comisarios políticos, a los que por supuesto hay que señalar, pero ni siquiera sabemos (o lo sabemos muy tarde) las fortunas que cuestan los programas externalizados con el visto bueno de esos mismos comisarios. Denunciamos el déficit de estos medios pero no sabemos por qué verdaderos agujeros se esfuma la pasta. Perdemos de vista, en suma, un monumental negocio que estamos pagando todos.    

Así, más allá del hallazgo metafórico la confesión de Casado nos deja como estábamos. Con la misma sensación de tristeza e impotencia al ver cómo esta clase política de vuelo corto, más partidista que patriota, devora los medios públicos. Indignados por todo ello, sí, pero tan ciegos como siempre. 

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