Uno de los problemas perpetuos de la televisión en España es que el prime time no existe como tal. O, mejor dicho, aquí las cadenas interpretan esa franja horaria a su manera. Porque todos los concursos, series o películas interesantes que se emiten terminan cerca de la madrugada, entre otras cosas porque los bloques publicitarios no son precisamente pequeños. Por poner un par de ejemplos, las exitosas galas de Masterchef o La Voz acaban casi a la una y media.
Solo los noctámbulos impenitentes como servidor o quienes padecen insomnio aguantan ese ritmo televisivo. Esta semana se ha producido una novedad que es casi un milagro. Se estrenó el programa Mask Singer en Antena 3 y acabó pasadas las doce de la noche. Solo por ello merece la pena darle una oportunidad a este espacio importado de Estados Unidos que aquí presenta un Arturo Valls que tiene el don del humor.
Las espectaculares cifras de audiencia, con una media del 27% del share y 3,7 millones de espectadores frente al televisor, demuestran que el producto ha empezado fuerte y puede funcionar en el futuro. Aunque también es cierto que quizás esos guarismos no se repitan en las siete galas que restan para adivinar quiénes se esconden bajo esos disfraces de otro planeta que lucen los protagonistas.
Su llegada a España supone un soplo de aire fresco en una televisión cada vez más anquilosada y a menudo carente tanto de originalidad como de riesgo. Todo es tan previsible como el juego del Barça o el discurso de Vox
Ya sabrán de qué va la cosa. La mecánica del formato consiste en que los investigadores en el plató y los espectadores en sus casas se vuelvan locos tratando de adivinar la identidad de los enmascarados. Se trata de un programa divertido que no por casualidad está triunfando en multitud de países. Aquí aportan la gracia tanto el conductor del espacio como los cuatro investigadores, que como ya les contó este diario en el estreno son Javier Calvo, Javier Ambrossi, José Mota y Malú.
Mask Singer es un programa entretenido, ideal para ver en familia, en el que básicamente la clave del éxito es que el televidente se convierte en concursante al devanarse los sesos pensando quién carajo se esconde tras el disfraz. Su llegada a España supone un soplo de aire fresco en una televisión cada vez más anquilosada y a menudo carente tanto de originalidad como de riesgo. Todo es tan previsible como el juego del Barça o el discurso de Vox.
Con este programa la risa y la sorpresa nos divierten y emocionan sin necesidad de caer en formatos burdos como esos que tanto abundan
Con el programa de Antena 3 recuperamos en alguna medida la ilusión por una tele en la que la risa y la sorpresa nos divierten y emocionan sin necesidad de caer en formatos burdos como esos que tanto abundan. Y si, como se ha dicho, las próximas galas siguen terminando cerca de las doce, ya tenemos motivos para soñar.