Pedro Piqueras es un ejemplo de resistencia. Cometerá sus errores, pero es un periodista que aunque pase el tiempo resiste frente a las frivolidades, frente a la opinión camuflada de información y frente a las tertulias de moda que todo lo anegan en tele que vemos y sufrimos. Lo demostró esta semana cuando aconteció ese momento que seguramente ya habrán visto: Raquel Mosquera le daba paso desde Sálvame.
El presentador del informativo permanecía impertérrito ante una transición que pretendía ser divertida y quedó en estupidez. Resistía. Su rostro inalterable denotaba su incomodidad y su desacuerdo con la broma de marras. Porque, tal y como empezó diciendo, había "malas noticias" relacionadas con la pandemia. O, dicho de otro modo, no tenía el cuerpo para tonterías cuando le iba a contar a los espectadores la enésima noticia negativa sobre el maldito virus.
Podría parecer una anécdota pero no lo fue. La resistencia de Piqueras sirvió para algo. Resulta que en Telecinco decidieron poco después que desde ahora habrá un corte publicitario entre Sálvame y el informativo. No habrá lugar para más transiciones como las de Mosquera. Ergo gracias al gesto del presentador hemos salido ganando todos.
Ninguno necesita redes sociales donde buscar protagonismo a ritmo de boutades y polémicas. Simbolizan la solvencia, el rigor y la credibilidad del periodismo
Lo de Piqueras en Telecinco se suma a lo que nos viene enseñando hace meses Vicente Vallés en Antena 3. Puede que a ustedes les parezca que mezclo las churras con las merinas y que ambos tienen poco que ver. Para mí, estos dos informadores representan algo así como la esperanza en este oficio. Ninguno necesita redes sociales donde buscar protagonismo a ritmo de boutades y polémicas. Cada uno con su estilo, simbolizan la solvencia, el rigor y la credibilidad del periodismo.
Parecen sacados de otro tiempo y otro espacio. Lo mismo ocurre con Matís Prats, Ana Blanco, Mónica Carrillo y otros. Tal vez es que en tiempos de incertidumbre y miedo como estos se antojan necesarios rostros que ofrezcan certezas. Personajes que al menos transmitan la sensación de verdad (o al menos de veracidad) entre tanto bulo, tantas fake news y tantos experimentos con gaseosa.
En el fondo, a todos ellos les ocurre como a los políticos que gobiernan en este país enfrentado consigo mismo: no ganan las elecciones, sino que las pierden otros
Los presentadores de telediarios, a priori tan anodinos con sus bustos parlantes frente a la cámara, van a acabar convertidos en baluartes de la libertad. En el fondo, a todos ellos les ocurre como a los políticos que gobiernan en este país enfrentado consigo mismo: no ganan las elecciones, sino que las pierden otros. O sea, los adoramos no tanto por sus virtudes, que las tienen, sino porque en la pantalla aparecen rodeados de cantamañanas, estrellas de Twitter y timadores de baja estofa.
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