Todos los mitos se nos acaban derrumbando irremisiblemente. También los televisivos. El último en caer tiene que ver con el añorado Steve Urkel. Nada era como parecía, al menos en un principio, en la serie de la familia Winslow. Porque Jaleel White, el actor que daba vida a este personaje inolvidable de los años noventa, ha confesado en una reciente entrevista que los otros protagonistas de Cosas de casa no le querían a su lado. Esos compañeros de reparto se las hicieron pasar canutas cuando se incorporó a trabajar junto a ellos.
White recuerda que Jo Marie Payton y Reginald VelJohnson, madre y padre de los Winslow, fueron especialmente duros con él por un gag en que se disfrazaba de mujer. Le afearon, más en concreto, estar degradando a su propia raza por hacer aquella broma. "Me hicieron llorar". Su padre de la vida real tuvo que hablar con ellos para reconducir la situación. Es la segunda vez en poco tiempo que el actor que daba vida a Urkel es noticia, dado que unas semanas atrás saltó a la palestra por haber creado una marca de cannabis que incluso comercializó recordando su papel más conocido.
Steve Urkel, para quien no lo sepa, era un vecino de los Winslow que andaba enamorado de Laura, una de las hijas de Harriette y Carl. Sus principales características eran su legendaria torpeza, su imparable pesadez y su pinta de empollón edificada por aquellas gafas gigantes y aquellos tirantes desastrosos que elevaban sus pantalones por encima de lo soportable. Sabía mucho de matemáticas, pero era un patoso y un despistado. Un friki, para entendernos. El personaje iba a ser ocasional, ya que saldría en un solo capítulo. Pero su buen hacer cambió las cosas y acabó siendo uno de los protagonistas principales, acaso el más relevante, hasta el punto de que su nombre y apellido ficticios están en el imaginario colectivo de toda una generación.
En estos tiempos donde todo lo antiguo regresa a la televisión -El precio justo, hace unas semanas; Los hombres de Paco, el próximo lunes; Los Serrano, quizás en un tiempo-, cabe preguntarse si una ficción como Cosas de casa, que se convirtió en fenómeno de masas en los noventa, volvería a triunfar ahora en nuestras pantallas. Quizás no podría siquiera emitirse. Los hacedores de lo políticamente correcto y propagadores de campañas en redes sociales seguramente lo impedirían. Entre otras cosas porque el personaje de Urkel a buen seguro estaría prohibido.
Imaginen conmigo, no es tan extraño. Asociaciones de lo más variopinto denunciando que la existencia de este personaje sirve para perpetuar los estereotipos sobre los buenos estudiantes y hasta para fomentar el maltrato a los mismos. Manifiestos firmados por mucha gente reputada contra la marginación racial derivada de la flagrante inexistencia de personajes blancos en la serie. Marcas de gafas y tirantes llevando a los tribunales a los creadores porque la caracterización del protagonista atenta contra sus intereses porque menosprecia sus prendas.
Todas ellas son denuncias legítimas, aunque imaginarias, claro, que olvidarían, como en el reciente caso de Dumbo, la principal característica de una obra de ficción, que es la libertad creativa, amén de una de las expresiones más poderosas de cualquier creación, que es la ironía. Bien mirado, tal vez sea exagerado pensar así, sobre todo porque Cosas de casa se libraría de estas censuras modernas debido a que era una comedia, que quizás sea el único género donde aún se pueda ser libre.
¿Y a qué viene toda esta reflexión sobre aquel personaje irrepetible? A que buena falta nos haría un Urkel en la tele actual, donde, como en la vida política, reina la mediocridad.
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