España cierra un 2024 aquejado de tres crisis profundas, a cuál más preocupante. Primero, con una incertidumbre política inédita, basada en un Gobierno bloqueado, incapaz de legislar y sometido a socios separatistas y proetarras. Segundo, con una suma de crisis institucionales causadas por el muro ideológico que ha levantado el presidente del Gobierno contra la convivencia. Y tercero, con una mancha de corrupción que se ha extendido y que afecta al núcleo duro de La Moncloa.
2025 será principalmente el año de las investigaciones penales. De un fiscal general con difícil escapatoria. Un año de tribunales en el que veremos a Sánchez al límite de su resistencia, el blanqueo definitivo de Puigdemont, y las costuras de una Economía que no va como un cohete.
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