La única llamada telefónica que trascendió en vísperas del anuncio del nuevo Gobierno, fue la efectuada por Puigdemont a la Moncloa para felicitar al nuevo presidente del Gobierno y quedar en verse en el futuro. Un miércoles de suspense, hermetismo, cábalas y de tensiones, tanto en el Ejecutivo como en el Partido Popular. Por la mañana, Fernando Maíllo y Andrea Levy, presentes en un acto informativo, se quitaban de en medio ante las insistentes preguntas sobre augurios y quinielas. Pablo Casado, otro de los jóvenes cachorros del PP, hacía lo propio en una comparecencia periodística. Javier Maroto, también miembro del vértice de Génova, mucho más audaz, apelaba a un cambio en el Ejecutivo que apostara por la renovación y el diálogo.
Los ministros permanecían en sus despachos, salvo por cuestiones urgentes de agenda, muy aliviada de comparecencias en casi todos los departamentos. Era el día señalado, la hora de la verdad. Mariano Rajoy fue efectuando algunas llamadas con ritmo lento, según algunas fuentes. Los posibles descartes, es decir, los nombres que más suenan para abandonar el Gabinete, pasaron las primeras horas de la mañana “in albis”, pendientes de la llamada que no llegaba.
El jefe del Gobierno comenzó la ronda con las confirmaciones y las nuevas incorporaciones, de acuerdo con estas versiones. ¿Te ha llamado? ¿Sabes algo?, preguntaba un inquieto ministro a un compañero de Gabinete. Nerviosismo y tensión en el día más largo. Información a cuentagotas y algunas intoxicaciones hartamente interesadas ¿Habrá caras nuevas? ¿Se producirán mutaciones en la estructura del Consejo de Ministros?.
El factor gallego
Rajoy cumple sus objetivos paso a paso. Y suele esperar hasta el último minuto para desvelar sus cartas. El encuentro de la semana pasada con Alberto Núñez Feijóo y algunos diputados gallegos abrieron la puerta a una interpretación sobre el modo en el que el presidente pretende elaborar la alineación de su equipo. Con el presidente de la Xunta, uno de los barones con más peso específico en el PP, en especial desde su inapelable victoria electoral, se habló del futuro del partido. Hay un congreso pendiente y quizás una renovación en puertas. En medios de Galicia incluso se comentaba la posibilidad de que Alfonso Rueda, vicepresidente de la Xunta, pudiera trasladarse a ocupar una cartera en Madrid. Feijóo evitó comentarios sobre el particular. El jefe del Ejecutivo de Galicia ha retrasado la conformación de su Gobierno hasta que Rajoy haya hecho lo propio en Madrid. Prudencia y contención.
Dolores Cospedal es posiblemente la pieza más comentada en el puzzle del encaje de ministros. Tras las elecciones del 6-J, Rajoy conversó en privado, dicen que en un almuerzo, con la secretaria general de la formación, a quien se le adjudican varias carteras. Cospedal habría trasladado al ‘jefe’ su voluntad de seguir en el partido más allá del próximo Congreso. Es decir, un pie en el Gobierno y otro en Génova. Compensaría así el poder omnímodo de Soraya Sáenz de Santamaría. Entre los veteranos de la formación se ve con simpatía esta posibilidad. Los jóvenes, sin embargo, reclaman cambios en el PP. Fernando Maíllo, laborioso y eficaz, sería el candidato para sustituir a a la actual ‘número dos’ de la formación conservadora. Un relevo nada sencillo. Algunos dicen que hasta 'traumático'.
Sáenz de Santamaría, Fátima Báñez e Isabel García Tejerina son las únicas damas en el actual equipo de Gobierno. “Habrá alguna mujer más”, comentan. Cospedal aparte, en las últimas jornadas se ha deslizado el nombre de Luisa Fernanda Rudi, experta y leal, descabalgada de la presidencia de Aragón en las últimas elecciones regionales.
Varios dirigentes que gozan de la confianza del presidente subrayan que Rajoy tiene en la cabeza los dos escenarios paralelos y complementarios. El partido y el Gobierno a la hora de diseñar su estrategia de nombramientos. El triunfo electoral de las generales ha reforzado la figura de una secretaria general que había perdido fuerza tras las autonómicas y el 20-D. El partido, sin embargo, da señales de oxidación. Está pendiente el gran salto adelante, el cambio eternamente anunciado.
Los aspirantes a entrar en el Gabinete vivieron una jornada de paso lento. Llovían las preguntas sobre los hermanos Nadal, a quienes se les sitúa en determinadas carteras económicas. Alberto, por ejemplo, en el ámbito de Energía y Medio Ambiente. Álvaro oscilaba entre Fomento e Industria. Catalá quiere seguir en Justicia, aunque la gente de Ana Pastor quiere que se haga cargo de Fomento, donde desarrolló una labor muy elogiada. Y, por supuesto, Jorge Moragas, que tiene un hueco asegurado en el Gobierno si es que lo hubiera reclamado.