Si a usted le citan un trabajo publicado en la revista Molecular Biology o en Immunology and Vaccines puede que en principio le parezcan medios creíbles y con cierta garantía de calidad. Sin embargo, se trata de dos ejemplos de las cientos de publicaciones científicas ‘parásitas’ (o depredadoras, según el termino inglés “predatory journals”) que ha proliferado en la ultima década al amparo de un nuevo modelo de negocio: sacar el dinero a los investigadores por publicar sin tener ningún reparo sobre la calidad.
La última prueba contra este tipo de publicaciones la presentan la investigadora Katarzyna Pisanski en la revista Nature, donde relatan un experimento muy singular para comprobar el criterio de este tipo de revistas. Ella y su equipo escribieron a 360 publicaciones de distinto tipo a las que enviaron un currículo falso solicitando el puesto de editor. El solicitante era una investigadora inexistente llamada Anna O. Szust (cuyo nombre significa “Ana Fraude” en polaco) y no presentaba ninguna calificación suficiente para este tipo de trabajo de revisión científica. La segunda parte de la parte era esperar las respuestas de las publicaciones y ver cuántas se tragaban el anzuelo sin hacer ninguna comprobación.
Casi 50 de las publicaciones sospechosas aceptaron a “Ana Fraude” para el puesto sin ningún miramiento
Entre los destinatarios de la solicitud los investigadores seleccionaron a 120 revistas sospechosas de prácticas fraudulentas, 120 incluidas en el directorio de revistas de acceso libre DOAJ y 120 publicaciones de reconocida calidad reconocidas en la lista blanca del Journal Citation Reports. Estas ultimas ofrecieron en su totalidad respuestas negativas o ni siquiera respondieron. Entre las justificaciones había algunas como “uno no se convierte en editor enviando un currículo, estos puestos se ocupan porque la persona tiene un alto perfil en investigación y un sólido historial de investigaciones”. Sin embargo, casi 50 de las publicaciones sospechosas aceptaron a “Ana Fraude” para el puesto sin ningún miramiento y ocho de las incluidas en el DOAJ también lo hicieron.
Muchas de estas revistas, explican los autores del experimento, “se revelaron como aún mas mercenarias de lo que creíamos”. En ocasiones insistían en la importancia de recopilar artículos sin asegurarse de la calidad e incluso alguna respuesta presumía de la ausencia de responsabilidades al tiempo que aceptaba a “Ana Fraude” con los brazos abiertos. La dejadez y falta de escrúpulos de los dueños de estas publicaciones es tal, que incluso después de revelar la artimaña el nombre de esta editora sigue constando en sus páginas web.
No es la primera vez que se denuncia la falta de escrúpulos de este tipo de publicaciones, pero sí la primera vez que se pone a prueba de forma sistemática mediante experimentos. Hace unos años, el redactor de la revista Science John Bohannon envió un artículo medico falso y plagado de errores a varias revistas de acceso abierto y comprobó que el 60 por ciento, incluido el Journal of Natural Pharmaceuticals, aceptaba su publicación. Más recientemente, el profesor alemán Burkhard Morgenstern se inventó a un personaje llamado Hoss Cartwright, y consiguió que fuera contratado como editor en cinco de estas revistas e incluso le invitaron a hablar en varios congresos. Ninguno de ellos reconocido que se trataba del nombre d aun personaje de Bonanza, así que repitió la operación creando otra personalidad ficticia llamada Borat Sagdiyev, el protagonista de la famosa película “Borat” del británico Sacha Baron Cohen. Y, como cuentan en la revista Nautilus, también coló.
“Muchas de estas revistas se revelaron como aún mas mercenarias de lo que creíamos”
Esto que parece un simple engaño inocuo es una cadena de estafas que está pervirtiendo en parte el sistema de publicaciones científicas, con especial repercusión en las revistas de libre acceso. Estas revistas depredadoras hacen agresivas campañas de ‘spam’ a los investigadores a los que solicitan sus manuscritos sin mencionar el precio que tendrán que pagar después y que a menudo ronda los 2.000 euros. Algunos se ven atrapados en esta espiral cuando descubren que para recuperar los derechos del artículo deben aceptar estas condiciones y otros ni siquiera son conscientes del engaño porque les parece que forma parte del juego. Uno de los problemas, asegura Morgenstern, es que muchos científicos ya no publican para compartir el resultado con sus colegas, sino para mejorar los índices de impacto que les exigen en sus instituciones.
Con esta denuncia en la revista Nature - que también tiene sus propios problemas de credibilidad por la cada vez mas frecuente publicación de artículos poco rigurosos que luego tienen que retractar - los autores pretenden denunciar la falta de control en este sector de las publicaciones y alertar a muchos científicos para que no caigan en la trampa. Sin embargo, no basta con que ellos sean más cautos, sino que invitan a las instituciones que financian las investigaciones a “hacer esfuerzos para asegurarse de la calidad de las revistas y recompensar solo las mejores prácticas”.
Referencia: Predatory journals recruit fake editor (Nature) DOI 10.1038/543481a