Mémesis

El referéndum ha despertado un monstruo en redes sociales

No puedo más. Lo juro. Dos años analizando 8 horas al día las redes y esto roza ya el internamiento psiquiátrico. Una densa niebla de alucinógeno con altas dosis de

No puedo más. Lo juro. Dos años analizando 8 horas al día las redes y esto roza ya el internamiento psiquiátrico. Una densa niebla de alucinógeno con altas dosis de droga caníbal ha inundado las redes sociales españolas estos días con un solo fin: la autodestrucción. El tripi de moda se llama ahora Cataluña y ha pegado bien fuerte. Como nunca, diría. Todos lo prueban (algunos hasta obligados), todos desvarían, la mayoría se pelea.

El referéndum ha despertado el monstruo de la estulticia en redes sociales. He visto amigos insultando a familiares en Twitter y WhatsApp, he visto a periodistas zozobrar en la discordia, a escritores jugando a ser Mengele, a políticos reír como Hannibal Lecter en el Silencio de los Corderos, a rufianes de chiste en chiste, a energúmenos sacando pistolas en casa con su grito de odio y de guerra,...

https://twitter.com/Gens68235840/status/912653412885508096?ref_src=twsrc%5Etfw

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He visto gente pasar del #PrayForBarcelona tras los atentados de agosto al 'putos catalanes' en tan solo unos días, del #TodosSomosBarcelona al #sepaRratas:

Opinión

He visto odiar más allá de lo posible. He visto a algunos rozar el patetismo ilustrado mezclando identidad sexual con patriotismo:

Opinión en Twitter

He visto a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado hablar como en la guerra y llamando a las barricadas:

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He visto también el victimismo independentista a cotas que avergonzaría al mismísimo Mike Godwin:

Opinión

He visto a niños jugando a ser adultos sin saber ni entender qué es ser mayores:

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Por ver cosas inverosímiles he visto hasta a Rajoy defendiendo referéndums en Cataluña, a Puigdemont estar en contra de la autodeterminación de los pueblos o a Rosa Díez divagando sobre la paz franquista. ¿Quién coño no se equivoca? 

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Cuentan los de reporteros sin fronteras en un reciente informe que todos los artículos y textos sobre el referéndum de sus asociados son mirados, magnificados y escrutados (e incluso perseguidos) con lupa en redes sociales: "Todo se vuelve más agresivo y desagradable porque el independentismo tiene un componente emocional muy grande". Cuando es una batalla emocional se busca internacionalizarla con tremendismos afectivos que capten la atención y empatía del mundo. No existe el debate sosegado y a todas las partes les compensa.

Los dos bandos en conflicto apelan en redes a la democracia con la misma cutrez que la violentan. O incumplen la ley o desprecian a una importante mayoría que también vota y quiere cambiarla sin las herramientas útiles para poder hacerlo. La pescadilla que se muerde la cola. Un problema complejo que no se resuelve con esa dicotomía sin grises ni matices del 'estás conmigo o contra mi', del 'putos catalanes' al 'malditos fachas' que tanto asco da en redes sociales. 

Cuando los dos se equivocan es imposible que nadie se ponga de acuerdo porque ambos se excusan siempre en el error ajeno

Basta desplegar las respuestas a los tuits de los medios o partidos hablando sobre el tema estos días para darse cuenta de la borrachera de odio que se ha generado es ya más grande casi que el mismo problema. Que ya es imposible la serenidad y el diálogo con estos interlocutores que no han sabido anticipar la crisis social y que se han enrocado tercamente en su legalidad y en el rechazo frontal al disidente.

España ha rescatado, una vez más, el duelo entre vencedores y vencidos, el peor debate futbolero de taberna llevada a las barricadas del patriotismo en redes. Nacionalismos aborregados por ambos lados que ignoran y no escuchan al que no defiende sus fronteras. Esa emoción que no somos capaces de controlar y reconducir hacia el diálogo y nos retrotrae, por enésima vez, a la España del goyesco 'duelo a garrotazos'. 

El alzamiento absurdo de los que odian a un pueblo y, al mismo tiempo, no quieren que se vayan

El último exponente en este 'guerracivilismo' ha sido el Hastagh #Aporellos. Una manera más de subrayar las diferencias entre el 'nosotros' y el 'ellos' a modo de preliminares de guerra. El alzamiento absurdo y contradictorio de los que odian a un pueblo y, al mismo tiempo, no quieren que se vayan. O de los que quejándose de esto mismo con una mano acaban destrozando sus coches con la otra.

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https://twitter.com/jonathanmartinz/status/912351956643057669?ref_src=twsrc%5Etfw

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Las redes sociales han dibujado un panorama desolador de enfrentamiento, ignorancia y discordia con todo el procés. Un paisaje emocional que era fácil de intuir y que ha alimentado el cisma político con la guerra digital. En vez de apoyar y macerar los lazos se ha tensado la cuerda de las fobias. Hemos visto como partidos y políticos de ambos lados han movido las etiquetas de #Hispanofobia y #Catalonofobia para arrimar a los suyos echando más gasolina al fuego. Cuando los dos se equivocan es imposible que nadie se ponga de acuerdo porque ambos se defienden y excusan siempre con el error ajeno.

Las redes dan poco altavoz a 'los otros' en cualquier debate. A los que callan y no gritan. A los catalanes que están hasta los 'cojons' del procés, a los que defienden el derecho a decidir sin estridencias, pero sobre todo a los que se hartan de tener que buscar siempre una trinchera en la polémica.

Como decía el periodista Carles Francino, sobra odio y falta respeto al equidistante, al que no se postula, al que elige aprender, dialogar y hacer política sin orejeras. Ojalá mandasen ellos. 

Si tenéis que tomar alguna decisión el próximo domingo no lo hagáis por lo que habéis visto en redes sociales. Perderemos todos.

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