Todavía no ha llegado a las librerías y el libro escrito por Francisco García Paramés, Invirtiendo a largo plazo, ya es un éxito. Sólo las reservas solicitadas han agotado la primera edición. El que fuera gestor estrella de Bestinver durante 25 años ha presentado hoy martes en Madrid ante los medios de comunicación el libro escrito durante los dos años en los que ha permanecido alejado del trabajo diario de la inversión en Bolsa. La expectación ha sido tal que sólo para la presentación del libro ante los medios de comunicación “ha llamado gente que quería asistir dispuesta a pagar lo que fuera”, comentan fuentes cercanas a la editorial Deusto (Planeta).
Paramés repasa en Invirtiendo a largo plazo su experiencia en Bestinver (del grupo Acciona), donde estuvo al frente de un equipo que llegó a gestionar activos valorados en 10.000 millones de euros. El diario británico Financial Times le calificó como el “Warren Buffett español”. “Es curioso”, ha comenzado comentando en la presentación del libro, “hace 15 años estuve aquí [el Club Financiero Génova] en otra charla y a mi derecha un señor prometía una rentabilidad anual del 8%”, ha recordado. “Era un directivo de Afinsa”.
Google no está entre las empresas en las que Paramés recomendaría invertir
El gestor de fondos desliza en su libro algunos consejos a los inversores dispuestos a arriesgar su dinero en Bolsa. Paramés considera que la mejor inversión para nuestros ahorros son los “activos reales”, y entre ellos las acciones “que satisfacen necesidades concretas de la población y que son gestionados por personas o empresarios con una visión a largo plazo y con una capacidad óptima a los cambios en el entorno”. El tiempo, dice, “ha probado que las acciones tienen un comportamiento extraordinario a largo plazo, con rentabilidades sustancialmente superiores al resto de activos”. Estos son algunos de los consejos ofrecidos por Paramés en su libro, más allá del obvio “invierta a largo plazo”:
Siga a la Escuela Austriaca. El gestor español más mediático de todos los tiempos dedica un amplio capítulo de su libro a la conocida como Escuela austriaca de Economía. “Aunque descubrí a los economistas austriacos después de diez años como inversor, encontrarlos fue un acontecimiento decisivo para mí”, escribe. La lectura, o al menos el conocimiento de las lecciones de economistas como Carl Menger, Ludwig von Mises, o Friedrich A. Hayek, han sido fundamentales en la formación de Paramés. Básicamente, la Escuela Austriaca aboga por el análisis lógico a priori; advierte sobre el componente psicológico que dificulta tener una “correcta preferencia”; alerta sobre cómo la creación artificial de crédito con intereses bajos causa auges económicos que desembocan en duras recesiones –Hayek predijo en 1928 la crisis que se avecinaba-; y afirma la imposibilidad del socialismo. Paramés recomienda la lectura de La fatal arrogancia, de Hayek, o La acción humana, de Mises. También destaca la aportación en España de Jesús Huerta de Soto, autor de La escuela austriaca.
Desmitificar la enseñanza universitaria. En el primer capítulo de su libro Paramés recuerda que en los cinco años que pasó estudiando Económicas y Empresariales en la Universidad Complutense de Madrid, uno de los momentos más importantes fue cuando en la biblioteca de la facultad cayó en sus manos un ejemplar de Business Week. En su portada aparecía la estrella de la NBA Patrick Ewing, y gracias a su lectura descubrió que el mundo de la empresa también tenía su lado entretenido. “La realidad es que parece importante intentar ver donde otros no miran e ir un poco más allá de lo evidente y habitual. De otra manera solo se consiguen resultados ordinarios”, indica. “Nadie en mi entorno estudiantil o en los primeros trabajos se planteaba siquiera la posibilidad de leer regularmente una revista económica extranjera”.
Más allá del descubrimiento de Business Week, “en la Universidad aprendí bien poco de economía: las inútiles curvas neoclásicas de oferta y demanda, con un supuesto hombre perfectamente racional y un equilibrio que nunca existe, y poco más”. “He desmitificado la importancia de las universidades más prestigiosas, e incluso de la propia enseñanza universitaria”, revela.
Dedicar tiempo. Paramés insiste en que no se pueden hacer locuras en Bolsa. “Si se quiere invertir hay que dedicarle a cada decisión el mismo tiempo que si quisiéramos comprarnos un coche, una casa o necesitáramos un médico para un enfermedad complicada”, advierte. En la actualidad, afirma, “existen los medios adecuados para hacer nuestro propio análisis y la ejecución de nuestras inversiones en acciones. Lo único que hace falta son tiempo y ganas”. Un punto de partida, recomienda, es “buscar y analizar los valores de inversores respetables por su trayectoria, que han dedicado mucho tiempo a pensar sobre ellos”. A partir de ahí “hay que desarrollar un criterio propio y seguirlo conscientemente”. En todo caso “personalmente no me planteo la posibilidad de invertir directamente en acciones (…) invertir directamente en acciones es más gravoso para un inversor particular que invertir en un fondo”.
Compañías que hay que evitar. Hay campos “que están minados”, advierte Paramés. Empresas en las que no hay que invertir son aquellas “enfocadas en el crecimiento exagerado”; “compañías que están comprando otras de forma repetida”; “ofertas pública de venta” (porque, dice “hay un desequilibrio claro entre la información que tiene el vendedor y la que tenemos los compradores”); “negocios con una vida todavía corta” (entre ellos Paramés nombra a Google, “un negocio demasiado joven, al que hay que darle tiempo para consagrarse”); “negocios con contabilidad opaca”; “empresas con empleados clave”; “empresas muy endeudadas”; “sectores estancados o con caída de ventas”.
Una simple calculadora. El último paso para seleccionar las acciones en las que invertiremos “es su valoración”. Los cálculos “necesarios para determinar el precio objetivo que debe ser nuestra guía”. Paramés asegura que en su mesa “tengo una calculadora que suma, resta, multiplica y divide. Grande y sencilla”. El gestor sostiene que no hay necesidad “de nada más eaborado, pues la mayor parte del tiempo lo dedicamos a analizar las compañías en las que estamos trabajando”. Analizar, insiste, “no implica construir complicados modelos matemáticos con descuentos de flujo de caja”. La clave, mantiene, “es conocer bien el negocio y poder establecer cuál es la capacidad de generar beneficios futuros que tiene la compañía en cuestión”.