Ante la falta de euros, buenos son los dólares. Un grupo de estudiantes norteamericanos ayuda a financiar las excavaciones que desde hace años se realizan en la Ciudad Universitaria de Madrid donde tuvo lugar una de las batallas más largas y cruentas del conflicto.
Estos jóvenes que trabajan en los suelos de la Ciudad Universitaria, muy cerca del actual Hospital Clínico, han pagado 3.859 euros (4.500 dólares) por estar algo más de un mes trabajando para descubrir algunos de los secretos de la batalla.
Los estudiantes reciben a cambio créditos en sus universidades. Tan solo dos de los siete que trabajan en los suelos de la Complutense estos días, con un calor difícil de digerir, estudian Arqueología. El resto se forman en otras carreras pero acuden a Madrid para buscar experiencias personales y profesionales que mejoren su currículum académico.
Proceden de varias universidades norteamericanas, incluso uno es canadiense. De los 4.500 dólares que pagan, unos 1.500 se los queda la organización que capta a los estudiantes.
La experiencia ha debido gustar a los norteamericanos. El año pasado vinieron tres y este año lo han hecho siete. No solo excavan. Reciben clases y hacen algunas visitas relacionadas con la materia en la que trabajan.
Los arqueólogos, que trabajan a las órdenes del profesor Alfredo González-Rubial, han colaborado estas últimas semanas en encontrar más de diez proyectiles lanzados en la batalla por la capital de España y que no habían explotado
Los arqueólogos mantuvieron una reunión con la Concejalía de Cultura que presidió Celia Mayer, y que en la actualidad lo hace la propia alcaldesa, Manuela Carmena, y no lograron un euro.
Tampoco cuentan con el apoyo económico de la Comunidad de Madrid, aunque parece que sí de algunas de sus instituciones museísticas. El Gobierno central se conforma con prestar un todo terreno del CSIC.
El equipo investigador ha rescatado platos, balas, metralla y otros objetos que se ven en su página, donde se pueden seguir, prácticamente al día, los hallazgos de los estudiosos del pasado.
Además de los arqueólogos, el equipo cuenta con la aportación de Javier Marqueríe, que actúa con un buscador de metales como cazador de proyectiles. En más de diez ocasiones, Marqueríe ha tenido que llamar a los Tedax de la Policía Nacional que han retirado las bombas para explosionarlas en lugar seguro.
Marqueríe cree que la zona donde se trabaja estos días, conocida como el crater, fue utilizada después de la guerra para explosionar bombas y granadas que no estallaron. La gran cantidad de metralla parece que así lo atestigua, señala.
Otro de los puntos en los que se trabaja en la actualidad es en las ruinas del asilo de Santa Cristina, donde los arqueólogos intentan descubrir los daños que sufrió este edificio que tras la guerra fue derribado.
El trabajo que hacen, según Alfredo González-Rubial, busca refrescar la historia y recordar a la gente que pasea por este bosque, lo que hay debajo "y hacer público su pasado independientemente de cómo se interprete".
González-Rubial señala que entre las ruinas se encuentran "restos de armamento reglamentario que se corresponde en su mayor parte con el que utilizaba el Ejército español en los años 30 (cartuchos y peines de Máuser español, granadas Laffite y de tonelete)". "La fecha la conocemos por los marcajes de la munición. También aparece armamento importado, concretamente de la Alemania nazi. Una insignia del cuerpo legionario ratifica la idea de que los ocupantes de las ruinas son una unidad del Ejército español", añade.
"Es más difícil –añade- saber quiénes son los atacados, porque las balas y granadas entrantes son de una variedad de países (Francia, Unión Soviética, Italia, Alemania, Reino Unido). Como si los atacados hubieran sido cogidos por sorpresa y hubieran tenido que armarse como pudieron", cuenta. "Por eso quizá también aparecen granadas artesanales y munición del siglo XIX", concluye.