Medios

El 2017 de los medios: Se acelera el fin de un modelo

Despidos, números rojos, planes de bajas, las altas exigencias de Montoro… todos estos factores han vuelto a situar a una buena parte de los medios de comunicación españoles entre la espada y la pared en este inicio de 2017, en el que los anunciantes se han mostrado especialmente pacatos a la hora de invertir en prensa.

  • Un 2017 complicado para los medios de comunicación

Comentaba recientemente –en tono sarcástico- un veterano periodista de una cabecera generalista que, en los últimos tiempos, su director parecía más preocupado porque sus efectivos no se agarraran un resfriado o se torcieran un tobillo que por tener una noticia consistente para la portada del día siguiente. El dueño del diario, contrariado por la nefasta situación económica de la empresa, ha cerrado la caja fuerte y se ha tragado la llave, de modo que,desde hace unos meses, allí no se cubren ni las deserciones, ni las jubilaciones, ni las bajas por enfermedad, ni las maternales. Atrás quedaron los tiempos en los que los gestores de la prensa firmaban contratos con patente de corso y sus redactores acumulaban decenas de facturas de viajes y dietas. La nueva realidad de los medios tradicionales está gobernada por una austeridad monacal y su salud está muy mermada después de tantos años de crisis económica. Tan mermada que parece que cualquier golpe de viento puede hacer que estas compañías naufraguen.

Los últimos meses han sido especialmente complicados para el sector. Después de casi dos años de crecimiento del mercado publicitario, los anunciantes encogieron la mano a partir de la segunda mitad del pasado ejercicio, lo que ha hecho sudar sangre a los gestores de los medios para cuadrar sus cuentas o, al menos, para evitar que los números rojos se disparen. El consejero delegado de uno de los principales grupos de prensa lo reconocía hace unas semanas en una conversación informal: “La publicidad digital mejora un poco, pero en el papel no entra casi nada. Y eso nos ha dejado muy tocados”.

Las televisiones privadas son la excepción, en este sentido, puesto que consiguieron beneficios multimillonarios durante 2016 (Mediaset, 171 millones de euros y Atresmedia, 129) debido, principalmente, a la privilegiada situación duopolística de la que gozan en la TDT, que les permite acaparar el 85% de la publicidad que se contrata en este sector y el 50,3% del total del mercado. Pero otros medios tradicionales han terminado el año en serias dificultades que condicionan sus proyectos y provocan temblores y rezos en sus redacciones: Prisa perdió 68 millones de euros, Vocento, 60; Unidad Editorial, 5,4 y Grupo Zeta, 7,7.

Cada uno de estos grupos es esclavo de sus accionistas y de sus deudores, cuenta con una filosofía particular y con unos lectores de un perfil ideológico determinado. Ahora bien, todos comparten una circunstancia similar: sus negocios de prensa han dejado de carburar y sus nuevas actividades digitales todavía no les reportan los ingresos suficientes como para compensar las pérdidas que genera el papel. Una frase que ya es tópica y que provoca frecuentes dolores de cabeza en sus propietarios, desbordados por la compleja realidad a la que se enfrentan.

Los datos sobre la evolución del negocio no invitan especialmente al optimismo. El pasado enero, El País, El Mundo, ABC y La Razón difundieron, en conjunto, 440.806 ejemplares, es decir, 28.000 menos de los que lanzaba solo El País en 2006, según los registros de la Oficina para la Justificación de la Difusión (OJD). En 2008, el año en que arreció la crisis económica, la prensa ingresó 1.575,6 millones de euros de los anunciantes, el equivalente al 25,8% de la cuota de mercado. El año pasado, facturó 560 millones, lo que supone el 13,3% de la inversión total, según el último informe i2P.

Decía en marzo de 2016 el director de El País, Antonio Caño, que los ciudadanos han perdido la costumbre de acudir al quiosco cada mañana para comprar el periódico. Así se demuestra al observar que, entre 2009 y 2013, desaparecieron en España casi 2.000 puntos de venta de prensa (Libro Blanco de la Prensa).

El pasado enero, El País, El Mundo, ABC y La Razón difundieron, en conjunto, 440.806 ejemplares, es decir, 28.000 menos de los que lanzaba solo El País en 2006.

El paciente está grave y los editores, incapaces de detener la hemorragia, han optado por aplicar un nuevo torniquete para salvar su vida. Aunque eso no mejorará su salud, ni mucho menos curará su enfermedad. Como mucho, reducirá sus costes de explotación.

Los periodistas del diario El País fueron informados en febrero de la intención de Prisa de recortar la plantilla en 15 efectivos durante 2017. Los directivos de la Cadena SER anunciaron en diciembre que su intención es la de aplicar un nuevo tijeretazo a su plantilla, al igual que el que se encuentra en ejecución en ABC, donde Vocento avanzó en enero su intención de romper 20 contratos y reducir la masa salarial el 10%.

El bamboleante Grupo Zeta reconoció el pasado 1 de marzo a sus trabajadores que la época de ajustes no ha terminado; y que no solo no aumentará su salario en un 9% a partir de abril (lo que se lo redujo en 2014), sino que pretende realizar más recortes en sus nóminas. Y aún más draconianos. En el caso de los empleados de las revistas Tiempo e Interviú, de hasta el 40%.

El sector de las revistas también ha sufrido lo suyo durante los últimos meses. Las publicaciones Bravo y FHM han cerrado el cierre ante la imposibilidad de rentabilizar el producto; y Gruner + Jahr España EdicionesGeo, Marie Claire, Mía, Muy interesante, Ser padres, Divinity y Beef) ha renunciado a la marca Cosmopolitan y ha despedido a 38 de sus 165 empleados.

El nuevo propietario de Unidad Editorial, Urbano Cairo, dejó claro el pasado verano que no está en su cabeza el realizar más despidos en su plantilla. A cambio, ha puesto en marcha un estricto programa de control de los costes operativos que ha supuesto la revisión del alquiler de los edificios de Unidad Editorial, la ruptura del contrato de medicina asistencial que mantenía la empresa con Cuartis, la revisión de los acuerdos de colaboración con los columnistas, la reducción de la calidad del papel y del número de páginas de sus publicaciones; o la restricción de los viajes en taxi o para realizar coberturas. “Por aquí han empezado a escasear hasta los cuadernos y los 'bolis', algo que no había ocurrido nunca, hasta el momento”, ironizaba recientemente uno de los periodistas del grupo.

No todas las 'teles' se salvan

Existen algunas excepciones, como los operadores privados de televisión, mencionados anteriormente, o COPE, que consiguió beneficios de 4,5 millones de euros en 2016. Pero la mayoría de los medios de comunicación se enfrentan a serias dificultades durante este inicio de 2017. Los nuevos empresarios de la TDT se las ven y se las desean para conseguir ingresos con los que eludir los números rojos y buscan sinergias y alianzas para tratar de arrebatar una parte de la tarta publicitaria –las migajas, aunque sea- al duopolio que conforman Atresmedia y Mediaset.

A las televisiones autonómicas –cuya audiencia roza mínimos históricos cada mes- les ha surgido un problema llamado Cristóbal Montoro, dado que la Agencia Tributaria está planteándose considerar las aportaciones públicas realizadas a empresas y entes públicos como subvenciones vinculadas al precio y por lo tanto, operaciones sujetas al Impuesto del Valor Añadido. Eso gravaría la subvención anual que reciben por parte de los Gobiernos regionales, lo que reduciría considerablemente su presupuesto.

La lista de padecimientos de los medios de comunicación en este principio de año es enorme: desde el bajón de audiencia de 13TV a la incertidumbre por los cambios acontecidos en Servimedia o la indefinición sobre el futuro de RTVE, son múltiples las dolencias que vive el sector. Las más graves, las que afectan al sector de la prensa gráfica, que camina desde hace varios años peligrosamente sobre la cuerda floja.

En otro de sus apasionados discursos ante sus periodistas, Antonio Caño aseguró que el papel es como la heroína: a los periodistas con las manos más manchadas de tinta les mantiene enganchados, pero, a la vez, les mata. La realidad ha demostrado que así es. El problema es que, en la actual coyuntura, ningún medio tradicional puede prescindir de su influencia. En paralelo, los negocios digitales no sirven para costear las enormes estructuras con las que cuentan las ediciones impresas.

Es una transición de final incierto, de cuyo éxito depende el talento de los editores de periódicos. Y, en España –permítanme la licencia-, la sagacidad no ha abundado en los más altos despachos de estas empresas, lo que ha comprometido su futuro.

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