Sáenz de Santamaría regresa a Barcelona este martes para inaugurar el Salón de la Logística. Todos dan por fenecida su "Operación diálogo". Salvo la vicepresidenta, que mantendrá nuevos contactos con el mundo económico catalán al tiempo que insistirá en su empeño en que el presidente de la Generalitat acuda al Parlamento para explicarse. Carles Puigdemont ha rechazado esta oferta, tras la que ve una especie de trampa 'a lo Ibarretxe'. Del Congreso saldrá muerto, le dicen sus asesores. Pero emergen síntomas de que algo empieza a moverse. El jefe del Ejecutivo catalán no desecha la idea de un 'cara a cara' con Rajoy y, en entrevista aparecida este domingo en el diario Ara, tampoco ve ningún problema en que, tras convocar el referéndum y explicitar la pregunta, acuda al Congreso para explicar su 'proceso'.
¿Un matiz, palabrería vana o un cambio de estrategia?, se preguntan en la familia independentista ¿Hay alguna negociación subterránea con Moncloa que se desconozca?, comentan fuentes de ERC, recelosas de los pasos de Puigdemont en esta 'complicada fase con urnas en el horizonte'.
Todavía estamos a tiempo
El paso de la vicepresidenta del Gobierno del 19 de mayo descolocó a los independentistas catalanes. Sáenz de Santamaría se presentó en la rueda de prensa del Consejo de Ministros para retar a Carles Puigdemont a explicar en el Congreso de los Diputados su proyecto, es decir, 'el proceso'. Una oferta a la que, poco a poco, se han ido sumando adhesiones desde distintos sectores, como los empresarios reunidos en Sitges, los líderes de Podemos y del PSOE, amen de por supuesto, Ciudadanos, altos dignatarios europeos y hasta medios de comunicación catalanes como La Vanguardia este mismo domingo. "Todavía margen para llevar la cuestión de Cataluña al Congreso", decía el rotativo de Godó.
Rajoy, sus ministros y los portavoces del PP han insistido machaconamente, estos últimos días, en señalarle a Puigdemont el camino del Parlamento para evitar un escenario que cada vez más próximo y preocupante: la convocatoria del referéndum. Esta semana quizás se anuncie la fecha y el pregunta, una liturgia eternamente aplazada. Del 'golpe de Estado' de hace un par de semanas, del que hablaron la ministra de Defensa y el portavoz gubernamental, se ha pasado a la invitación a comparecer en el Congreso. La "cacicada propia de un régimen totalitario", de la que habló Rajoy hace quince días, se ha archivado. Por el momento toca colocar a Puigdemont frente a su imagen de dirigente obcecado en un camino sin retorno, en un callejón sin salida. La única salida está en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo.
Moncloa ha enviado mensajes discretos al Ejecutivo secesionista para evitar que se concrete el paso previo a la consulta. Hay consellers que se muestran en privado contrarios a seguir adelante con el plebiscito. Temen la querella de la Fiscalía, la inhabilitación y quizás algo peor. Algunos funcionarios ya se han plantado, se han negado a colaborar, por ejemplo, en incorporarse a la mesa de contratación de las urnas. No es una desbandada pero en el equipo de Sáenz de Santamaría se valoran con interés estas primeras deserciones.
Tensiones por el '3 por ciento'
El Gobierno tiene toda la artillería legal preparada, "se hará lo que sea necesario", dicen sin pestañear. Hay tiempo para la rectificación, le subrayan a Puigdemont, posiblemente el líder secesionista más convencido de que la consulta ya no tiene marcha atrás. Artur Mas, tocado tras la sentencia de los tribunales, apenas aparece en público. Al consejero de Exteriores, Raul Romeva, casi nadie le toma en serio. Hay margen para que la sensatez se imponga. El portavoz del Ejecutivo, Méndez de Vigo, aseguró este viernes que "la oferta de diálogo no tiene fecha de caducidad", al ser preguntado si seguiría la mano tendida de Rajoy una vez que la Generalitat convoque el referéndum.
La vicepresidenta mantendrá su presencia en Cataluña, continuará en su línea de contactos con la sociedad civil. En su equipo consideran que Puigdemont no llegará hasta el final, que se lo impedirán sus socios y sus colaboradores. Y que el referéndum se sustituirá por unas elecciones. ERC apuesta por este escenario, en el que tiene mucho que ganar. También Ada Colau se muestra contraria al plebiscito. Incluso en el PDeCat hay muestras de dudas y de división. El escándalo del Palau, la imputación del diputado y exconseller Germá Gordó por el 'caso del 3 por ciento' ha tensado la interna del partido de Puigdemont. Todas las fichas se mueven ya en clave electoral, como advirtió en su momento la vicepresidenta.