Todavía hay quien piensa, o eso defiende en público, que el PP puede dejar caer a su barón murciano y proponer otro candidato a la presidencia del Gobierno regional. Pocas dudas pueden quedar a partir este sábado. Los populares forman una compacta piña en torno a Pedro Antonio Sánchez, quien es ya el nuevo presidente autonómico del partido en sustitución de Ramón Luis Valcárcel. Sánchez llegó al congreso con más de 5.000 avales bajo el brazo -le bastaban 90 para ser candidato; Valcárcel adjuntó 700 en el cónclave anterior- y sale de él con el apoyo del 93'5%% de los delegados.
Un triunfo abrumador e incontestable, patrocinado también por Génova y que ha incluido un barrido en las juntas locales de la comunidad -ganó las votaciones con un respaldo del 99'5%-. Las cifras dejan claro que el PP no se plantea ni remotamente dar la espalda al presidente regional, que sale muy reforzado del XVI congreso de los populares murcianos.
Y ello pese a que la Justicia le investiga, en el marco del caso Auditorio, por cuatro presuntos delitos de corrupción política y a que su posición al frente del Gobierno autonómico es de extrema debilidad. A consecuencia del citado caso, Ciudadanos le exigió la dimisión y, cuando este se negó a marcharse, le retiró el apoyo para empezar a contemplar una moción de censura junto a PSOE y Podemos. El partido de Albert Rivera tiene la llave de la gobernabilidad en Murcia: sus cuatro diputados resultaron decisivos para que Sánchez fuera investido en 2015 y sin ellos el PP no puede aprobar ninguna iniciativa.
El partido naranja ni se plantea gobernar junto a PSOE y Podemos: solo apoyaría una moción de censura para ir a elecciones anticipadas
Si Rivera articulara una alternativa de la mano de socialistas y morados, el barón popular perdería el poder. Con ello ha amenazado la formación naranja, sin obtener rédito alguno de la estrategia. Mariano Rajoy defendió la inocencia de Sánchez el mismo día en que el TSJ murciano le citó a declarar como investigado -antigua figura de imputado- y adelantó que no le pediría la dimisión. Cs siguió reclamándosela los días siguientes, hasta dar por roto su pacto con el PP después de una reunión con el presidente.
C's, entre la espada y la pared
En esa cita, Sánchez dejó claro a su hasta entonces socio que no dejaría su puesto en ningún caso antes de que se le abriera juicio oral. Postura en la que le arropa Rajoy y todo su partido y que Rivera considera que incumple el acuerdo firmado hace dos años -cuyo primer punto establece que se apartará a los cargos imputados por corrupción-. El barón se escuda en que lo que investiga la Justicia es un posible error administrativo por el que hay señalada otra veintena de personas y que en ningún caso le supuso enriquecimiento personal alguno. Además, se muestra seguro de que quedará eximido. Y lo mismo opina de la Púnica, asunto por el que tiene otro frente judicial abierto.
Esa actitud ha dejado a Ciudadanos entre la espada y la pared: o acepta el incumplimiento del pacto y sostiene a Sánchez o se lanza a una arriesgada entente con la izquierda que el PP explotaría al máximo en una de las regiones más derechistas de España. Los de Rivera han puesto sobre la mesa ya cuatro alternativas: que los populares cambien de candidato; que el presidente convoque elecciones anticipadas; que PSOE, Podemos y Cs presenten una moción de censura "instrumental" -para ir a nuevas elecciones en cuanto triunfara la iniciativa-; y que Sánchez se someta a una cuestión de confianza. Ninguna parece asomar.
Maíllo arropa a Sánchez en el cónclave regional y evidencia de nuevo que Génova le apoya plenamente pese a su imputación en el 'caso Auditorio'
El propio partido naranja se ha fijado un límite temporal: el 27 de marzo. Si ese día el presidente sigue imputado y sin asumir responsabilidades políticas, Cs apostará definitivamente por la moción de censura, muy difícil de articular en los términos en que la plantea -disolver la Asamblea al momento de aprobarla- porque la izquierda quiere formar un Gobierno alternativo, no ir a elecciones. Y Rivera no quiere ni sentarse a negociar con Podemos. Esas diferencias en la oposición dan oxígeno a Sánchez, que tiene aprobados los Presupuestos de 2017 y está convencido de que superará la crisis abierta por el caso Auditorio.
Un asunto que no ha provocado menoscabo alguno en su carrera, al menos a nivel orgánico. Sánchez ha sido entronizado en el PP regional sin que nadie le haya disputado el liderazgo, protagonizando así uno de los congresos autonómicos más tranquilos de la formación. El cónclave murciano ha contado con la participación del coordinador general de Génova, Fernando Martínez-Maíllo, encargado de protagonizar la clausura y de trasladar, una vez más, el apoyo de la dirección nacional al barón. Pedro Antonio Sánchez ya sabe que contará con ese abrigo hasta el final. Y Rivera tendrá que tomar una decisión.