Política

Podemos, de Vistalegre a Vistatriste: Divide y perderás

Nueve mil simpatizantes del partido morado asisten al epílogo del tándem Iglesias-Errejón desgañitándose en vano para evitar lo inevitable. La formación afrontará el futuro sin una de las dos patas que le han servido de base hasta ahora y lastrada por los ecos de una guerra civil cerrada en falso.

  • Iglesias y Errejón, en Vistalegre II.

No hubo lleno en la plaza. Tampoco acompañó el tiempo. El día amaneció gris y lluvioso en Madrid, como queriendo ejercer de atrezo ideal a la asamblea de Vistatriste, la del abrazo roto, la hermandad fingida, las forzadas llamadas a la unidad, la evocación de aquel verso de Góngora: “Lo que va a de ayer a hoy”. Veintiocho meses después de conjurarse para tomar el cielo por asalto, Podemos se reunía para confrontar los pareceres y las fuerzas de sus dos almas, con los simpatizantes -“¡unidad, unidad!”- demandando por última vez el imposible de arreglar el juguete roto. Lo tenía dicho Errejón: “La unidad no se construye a golpe de corneta”.

Pablo Iglesias y su número dos ya no son un tándem, sino los protagonistas de una rivalidad de época, herederos de la tradición cainita de la izquierda española que tampoco alterará el laboratorio de Ciencias Políticas de la Complutense. El cartel anunciaba un mano a mano de altura en el albero de Vistalegre, escenificación última de una pugna con poco que envidiar a las más legendarias que vieron las plazas.

Iglesias y Errejón, los Joselito y Belmonte del segundo cónclave estatal de Podemos, delegaron en sus respectivas cuadrillas la responsabilidad de los discursos más gruesos, pero no pudieron dejar de evidenciar que les separa un abismo -más personal que ideológico, y por eso es irreversible-. “La transversalidad no tiene que ver con parecerse al PSOE”, bramaba uno tratando de dar donde duele. “No hemos venido a cantarle las cuarenta a los poderosos, sino a marcarles el camino de salida”, contestaba el otro con la misma intención.

"¿Llegarán a las manos?"

La procesión de paraguas había circulado del metro a la plaza de toros comentando el cartel. “¿Llegarán a las manos?”, reía una joven. “Yo creo que hoy Monedero le mete a Pascual”, respondía su acompañante. Eran las 9.15h y los subalternos comenzaban a tomar posiciones. Los tendidos presentaban calvas impropias de un partido con más de 455.000 inscritos. La organización dio el dato sobre las 18.30h: 9.000 asistentes, cifra parecida a la que logró Ciudadanos en el mismo escenario en la campaña del 20-D. Entonces, desde Podemos se mofaron del ‘pinchazo’ de Rivera.

“¡Bódalo, libertad!”, bullía el tendido 1 al hacer el paseíllo Diego Cañamero, integrante de la candidatura de Iglesias. Hace sólo unos meses que el líder morado cargaba contra el “pitufo gruñón” de la izquierda radical y renegaba de los comunistas que se cuecen en la salsa de su esencialismo cargando contra la sociedad que mayoritariamente les da la espalda. Hoy considera que son los idóneos para hacer triunfar su proyecto.

En dos años, Iglesias ha pasado de mofarse del esencialismo de la izquierda radical a despreciar a quienes rechazan hermanarse con ella

“Os avergonzáis de vuestro país y de vuestro pueblo. Consideráis que la gente es idiota, que ve televisión basura y que no sé qué y que vosotros sois muy cultos y os encanta recoceros en esa especie de cultura de la derrota. El típico izquierdista tristón, aburrido, amargado... la lucidez del pesimismo. No se puede cambiar nada, aquí la gente es imbécil y va a votar a Ciudadanos, pero yo prefiero estar con mi 5%, mi bandera roja y mi no sé qué. Me parece súper respetable, pero a mí dejadme en paz. Nosotros no queremos hacer eso. Queremos ganar”, declaraba en Público en junio de 2015. Ahora, aboga por la comunión permanente con IU, presenta una lista con Monereo y Cañamero y desprecia a los que se mantienen en aquella postura porque quieren “parecerse al PSOE”. Lo que va de ayer a hoy.

El susto de Rita

Un pintoresco militante andaluz trató de subir al escenario cuando Rita Maestre exponía el documento organizativo de los errejonistas. La seguridad lo evitó sin miramientos y el público reaccionó: “¡Eso no, eso no!” “¿Gritan contra el espontáneo o contra la seguridad?”, se preguntaban en los burladeros. Tampoco ahí hubo consenso. "Voy a tratar de continuar", apuntó Maestre para cerrar un episodio sin más historia, para disgusto de los sensacionalisras. 

Cafés a 1’50€, cañas a 2€ y combinados a 7€ eran los precios dizque populares en las instalaciones del Palacio. La nube de cámaras, fotógrafos y periodistas se mantuvo en la entrada todo el día, buscando el espectáculo del cruce de declaraciones, la frase fuera de tono, el titular de la pieza de color. Lo que nunca encontrarían en la Caja Mágica, lo mismo por lo que se escudriñaba cada intervención y se abordaba a cada simpatizante con pinta de hablar sin tapujos. Los camerinos, improvisadas salas de prensa, fueron un trasiego continuo de diputados, barones y concejales del tercer partido de España. "¿Cómo se ha llegado hasta aquí?", era la pregunta estándar. Las respuestas se dividían en tres tipos: por la intransigencia de los pablistas, por la ambición de los errejonistas, por los manejos del establishment.

Puerta Grande o enfermería

Iglesias planteó la cita como un todo o nada. Puerta Grande o enfermería en el mano a mano de Vistalegre II. Ganar la secretaria general, el Consejo Ciudadano y los documentos o dejar la primera línea, el escaño y quién sabe si el país. “No es justo”, se había quejado Errejón la víspera, porque él solo quiere dar la batalla de las ideas, mantener el rumbo de la transversalidad y el aperturismo marcado en los inicios y no cavar unas trincheras en la sociedad civil inútiles para crecer en ese centro donde habita el grueso del electorado.

Podemos necesita dos millones de votos más para alcanzar el poder y no están a su izquierda. Pero el marco 'número uno versus número dos' estaba más que consolidado por el buen hacer estratégico de un Iglesias que se sabe de memoria a Lakoff y hace tiempo que se cansó de las apariencias: lo que dure en política, será mostrándose tal cual es, sin seguir estrategias que limen sus aristas en busca del voto moderado. Porque Sanders hubiera ganado a Trump, la socialdemocracia está acabada y etcétera, etcétera.

En los tendidos había banderas de todas las autonomías, alguna republicana y ninguna nacional

Los discursos de la Asamblea se refirieron a las tres grandes carencias electorales de Podemos: el voto femenino, la España rural y los mayores de 45 años. Más peso y protagonismo para las mujeres, demandaron no pocos oradores; “la revolución será rural o no será”, vaticinaba una representante de los círculos; hay que garantizar “pensiones dignas”, coincidían todas las corrientes. Pero cómo colocar mensajes de políticas cuando todo se ha reducido a una batalla personal de antiguos amigos.

“Vamos a nadar hundiendo al poderoso, alzando al perezoso, sumando a los demás”. Irene Montero y un afiliado de base citaban mitineramente a Silvio Rodríguez para ganar una ovación. En los tendidos había banderas de todas las autonomías, alguna republicana y ninguna nacional. “Esta es la que me representa”, defendía un afiliado del País Vasco con la tricolor a la espalda. ¿Y la ikurriña? “También, también”.

“El enemigo está ahí fuera, no aquí dentro”; “si los hermanos se pelean, los devoran los de afuera”; “no podemos destruirnos mutuamente, no le demos el gusto a nuestros adversarios”. Las frases son de Anticapitalistas, tercera familia podemita en discordia, o miembros de los círculos que tuvieron su minuto de gloria en la sesión vespertina. Cuando subía al escenario alguien ajeno al pablismo y al errejonismo, se notaba. Las peticiones de unidad eran más auténticas, menos cínicas, pero igual de resignadas e inútiles. ¿Habrá integración tras Vistalegre II? “Claro”, ganará Iglesias y “él es el garante de la unidad”, responde Ione Belarra, diputada afín al secretario general. Y queda todo dicho.

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