Política

Vuelve “un tal Pedro”

Los militantes del PSOE han dado una segunda oportunidad a Pedro Sánchez, que vuelve a los mandos de Ferraz casi ocho meses después de dimitir tras perder una votación en el Comité Federal más bronco y traumático que se recuerda en el partido. El 1 de octubre de 2017 puso fin a la primera ‘era Sánchez’ y dejó a un PSOE profundamente dividido. Una fractura que en los últimos meses no ha parado de ahondarse y que ahora es el mayor reto del nuevo líder.

  • Vuelve “un tal Pedro”

¿Qué queda del Pedro Sánchez que se presentó a las primarias de 2014? Entonces, ganó las primarias después de salir el último en la carrera, por una carambola que le dejó el camino despejado y le otorgó los favores de la federación más poderosa, la andaluza. Llegó a la Secretaría General de la mano de Susana Díaz, quien después ha sido su peor dolor de cabeza durante los tres años que ha estado al frente del partido.

Sánchez se presentó como un total desconocido ante los militantes en junio de 2014, aunque llevaba meses preparando su salto a la primera fila. Con la ambición que todos los que le conocen le atribuyen, la excusa de la Conferencia Política de Rubalcaba y su Peugeot 407, el madrileño al que muchos llamaban “un tal Pedro” se lanzó a la carretera para recorrerse todas las agrupaciones de España (la primera gira de las muchas que ha hecho estos años).

Pero lo que le llevó a ganar las primarias fue la suma de un conjunto de circunstancias que supo aprovechar: los pasos atrás, primero, de Patxi López y Carme Chacón, y después de Susana Díaz, al fracasar la operación de varios ‘barones’ para que fuera aclamada nueva secretaria general. Eduardo Madina pidió primarias, cortó el paso a la dirigente andaluza y de esa manera se puso al ‘aparato’ del partido en su contra. ¿Qué hacer con sus votos?

Lo decidieron en una cena Susana Díaz, el valenciano Ximo Puig, el madrileño Tomás Gómez y el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero: Pedro Sánchez, al que casi no conocían, sería su candidato. José Bono y José Blanco (con quien había trabajado en Bruselas) se pusieron manos a la obra y, con la etiqueta del ‘aspirante moderado’ frente a un Madina identificado como más ‘radical’, el diputado madrileño llegó a los mandos de Ferraz. Pero la tranquilidad le duró muy poco. Ni cien días, para ser más exactos.

Eso fue lo que tardó su principal valedora en cuestionar su liderazgo. El motivo entonces fueron las primeras pinceladas de la nueva política de comunicación que llevaría a Ferraz, su llamada al programa Sálvame, aunque con el tiempo se apuntaron a otras razones de ese rápido distanciamiento. Mucho se ha hablado de un pacto no escrito, y menos confirmado por los implicados, según el cual Susana Díaz apoyaría a Sánchez en las primarias a cambio de aplazar la decisión sobre la candidatura a la Moncloa, sobre la que ella quería reservarse la última palabra. Y Sánchez tardó poco, una vez proclamado secretario general en el Congreso del PSOE, en anunciar que quería ser el cartel en las generales.

La frialdad entre ambos dirigentes comenzó a llenar crónicas periodísticas pero el ambiente en el partido fue a peor al arrancar 2016, cuando Sánchez se enteró por la prensa que Zapatero y el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, habían cenado con el ya archienemigo de los socialistas, Pablo Iglesias, por mediación de Bono.

Poco a poco, Sánchez se distanció de todos los que le habían llevado de la mano a Ferraz. En un principio, intentó apoyarse en otros dirigentes que, como el extremeño Guillermo Fernández Vara y el asturiano Javier Fernández, habían estado con Madina, pero con el tiempo también iría perdiendo su favor. Zapatero, Felipe González… Sánchez se fue quedando más y más solo en una deriva que se agudizaría en su última etapa en Ferraz.

Las apariencias se guardaron, con mayor o menor medida, durante todas las convocatorias electorales hasta las generales de diciembre de 2015. Así fue en las autonómicas y municipales de mayo de ese año, en las que el PSOE marcó un nuevo suelo histórico, pero recuperó cinco comunidades autónomas. Pedro Sánchez respiró.

El PSOE llegó al 20D con un ambiente ya muy tenso, los sondeos en contra y una dirección muy cuestionada, abiertamente. Sólo hay que recordar el terremoto del fichaje de la exdiputada de UPYD Irene Lozano, criticadísimo por los andaluces y por Guillermo Fernández Vara, que ahí marcó un antes y un después en su relación con Sánchez. Tan grande fue la polémica que el estrellato de la nueva duró una noche: no brilló ni en campaña ni en su escaño. No repetiría en junio.

Las primeras elecciones de Pedro Sánchez como candidato llevaron al PSOE al peor resultado de su historia, 90 escaños y un 22% de los votos, pero salvó el sorpasso. Muchos hicieron cuentas esa noche y calcularon que podría haber un socialista en La Moncloa si lograba sumar, ya fuera en votos favorables o abstenciones, a Podemos con los nacionalistas y los independentistas. Esas intenciones, que algunos próximos a Sánchez no desdeñaron la noche electoral, las hicieron todos en el partido y hubo un momento en el que el secretario general pensó que no llegaba a Nochevieja. Su continuidad pendió de un hilo la víspera de un Comité Federal el día de los Santos Inocentes, en la que al final se le dio aire pero se le puso un corsé. Fue en una cena en Ferraz, en la que se marcaron las líneas rojas al líder: no apoyarían al PP pero tampoco se sentarían a negociar con nadie que defendiera referendos de independencia.

Pese a lo ajustado del camino, Sánchez lo intentó. Después de que Mariano Rajoy hiciera historia al declinar el encargo real de formar gobierno, echó un pulso a los ‘barones’ anunciando que cualquier acuerdo electoral lo sometería a la militancia y arrancó con el objetivo de convencer a Podemos y Ciudadanos para que le llevaran a La Moncloa. Muchos lo creyeron a pie juntillas hasta el último momento. Pero no fue.

En un principio, Sánchez pensó en un acuerdo de izquierdas pero la famosa rueda de prensa de Pablo Iglesias tras visitar al Rey y su ristra de exigencias al candidato socialista hizo pensar a muchos que sería imposible. Así que el secretario general empezó a mirar a la derecha, a hablar de “mestizaje ideológico”, y logró un acuerdo con Ciudadanos de cuya formalidad muchos se burlaron entonces y que acabó en un fracaso y, después, en nuevas elecciones.

Hacía meses que muchos tenían el recambio en la cabeza –de hecho, se han arrepentido hasta el infinito de no ejecutarlo en Navidades—pero los tiempos, una vez más, no eran los adecuados para Susana Díaz, así que Sánchez repitió como candidato en las elecciones del 26J. Con el partido todavía más en contra, con las encuestas todavía más desfavorables… y el PSOE volvió a caer. Salvó el segundo lugar pero empezó el principio del fin de la primera era Sánchez.

Con menos escaños todavía, al PSOE le seguían dando los números con los independentistas y las dudas de que Sánchez estaría dispuesto a hacerlo eran mayores todavía. En un primero momento, Pedro Sánchez se situó en la oposición y llegó a asegurar en conversaciones privadas que acabaría absteniéndose. Pero nadie en el PSOE, a excepción de Vara, hacía suya esta impopular bandera. Y el secretario general fue cambiando de idea…

A la vuelta del verano abrazó el ‘no’, dispuesto a intentarlo otra vez con Podemos y Ciudadanos y, si no, a ir a terceras elecciones, y acabó anunciando la convocatoria de un Congreso exprés. Fue la última gota para los ya abiertamente ‘antipedristas’ y se ejecutó la operación que nadie se atrevía a pronunciar en alto: 17 miembros de su Ejecutiva dimitieron para hacer caer a su dirección.

Pero Sánchez no se amilanó y mantuvo su pulso hasta el Comité Federal del 1 de octubre, que acabó con su dimisión. Ese día, perdió la votación del Congreso, en un debate que hoy avergüenza a casi todos los socialistas: gritos, lágrimas, una urna detrás de una cortina, Ferraz blindado… Y, al final, una Gestora.

Ese día, Sánchez salió de Ferraz y el otro “bando”, como se llegaron a denominar, pensó que era el principio del cambio de era. Pensaban que alejando el Congreso, como al final hicieron, dificultarían el regreso de Sánchez, aunque, nada más abandonar su escaño en el Congreso para no abstenerse ante Mariano Rajoy, anunció que volvía a la carretera. Otra vez el Peugeot 407.

Y, efectivamente, en un primer momento muchos pensaron que no tendría opciones. Su entrevista en el programa de Jordi Évole llevó muchas manos a la cabeza: sus ataques a diestro y siniestro, sus guiños a Podemos, el reconocimiento de la nación catalana... Él mantuvo su cuartel de operaciones con sus irreductibles, en silencio, mientras crecía el movimiento del ‘no es no’, contra la decisión de la Gestora de dejar gobernar al PP. Pero algunos empezaron a pensar que debería capitalizarlo otro candidato. La balear Francina Armengol fue una de los dirigentes que intentó convencer a Sánchez de que diera un paso atrás.

Aunque reapareció en Xirivella (Valencia), cuando terminó el año muchos daban a Sánchez por desaparecido, aunque ahora no lo reconozcan. Y, por si había alguna duda, Patxi López no esperó ni 24 horas en dar el paso al frente cuando, el 14 de enero, se puso fecha al 39 Congreso. Lo hizo arropado por antiguos ‘pedristas’, entre ellos su número dos, César Luena y la presidenta de Baleares. Dejaba a Pedro Sánchez sin aparato.

Pero el madrileño volvió a resurgir de sus cenizas y arrancó su nuevo pulso a todo el PSOE desde Dos Hermanas (Sevilla). Su primer golpe fue la jugada de las avales, cuando logró engañar a muchos y arrebató el perfil de favorita a Susana Díaz pisándole los talones, a 6.000 firmas de distancia.

Él será ahora el nuevo secretario general. Él dice que es un nuevo Pedro Sánchez, no ya desde el 13 de julio de 2014, sino desde el 1 de octubre. Llega al PSOE como el candidato de la militancia frente a la dirigencia, enfrentado al viejo y el nuevo poder del partido, con los callos de muchas “decepciones personales” y el compromiso de devolver, dice, la coherencia al partido.

Si mira a su alrededor, Pedro Sánchez ve hoy a muy pocos de los que le acompañaron a Ferraz en julio de 2013. Su jefe de gabinete, Juanma Serrano, y su jefa de prensa y amiga de juventud, Maritcha Ruiz, son de los pocos que se han mantenido fieles. También está el sevillano Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, aunque tuvo que pasar por una etapa de ostracismo cuando Susana Díaz, su eterna enemiga, estuvo con Sánchez. Su campaña la han capitaneado diputados hasta ahora muy poco conocidos, José Luis Ábalos y Adriana Lastra. Odón Elorza, la comandante retirada Zaida Cantera y la juez Margarita Robles han sido claves también en la movilización. Ahora habrá que ver qué papel les espera. Aunque más clave será el de los otros: quienes han tratado de evitar la segunda parte de su mandato.

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