El Gobierno ha sufrido este jueves el primer gran revés de la legislatura. La derogación del decreto que liberalizaba el sector de la estiba es una derrota política total para el Gabinete de Mariano Rajoy -solo hay un precedente similar, en 1979, y se produjo con las Cortes disueltas-, que ha probado las hieles de gobernar en minoría. La paradoja es que del golpe parlamentario han participado los dos partidos con los que el PP tiene firmados pactos de investidura, Ciudadanos y Coalición Canaria, poniendo de relieve la debilidad de los mismos y la inestabilidad que marcará toda la legislatura. Esta 'traición' de los socios de Rajoy ha indignado al Gobierno, que está especialmente molesto y perplejo con el comportamiento de Albert Rivera.
"En varias ocasiones nos garantizaron que apoyarían el decreto", explicaban fuentes de Moncloa y del Grupo Popular este jueves en el Congreso. Ciudadanos les trasladó el miércoles que votarían 'sí' a la convalidación, independientemente de que estibadores y patronal llegaran a un acuerdo en paralelo para evitar el conflicto en los puertos españoles. El PSOE, en cambio, mantuvo en todo momento que su rechazo solo sería revisable si ese acuerdo se producía. José Manuel Villegas, número dos naranja, se desmarcó de la postura de los socialistas la víspera de la votación: "No condicionamos el voto a que hoy haya acuerdo total de las partes", subrayó ante los medios.
Cs fijó tres condiciones a Fomento a cambio de su apoyo: que se involucrara "personalmente" en la negociación estibadores-empresas, que diseñara un plan para garantizar el 100% de los empleos en el sector y que se comprometiera a hacer un seguimiento exhaustivo de la situación después de la liberalización. El Gobierno accedió a las tres, moviendo al Ministerio de Empleo a alumbrar un plan extraordinario para cumplir con la segunda y prometiendo que una comisión de seguimiento auditaría al detalle el sector de la estiba una vez que el decreto fuera validado. Pese a ver cumplidas sus demandas, Ciudadanos viró y pasó a la abstención a primera hora del jueves, dejando así al Gobierno sin ninguna posibilidad de sacar adelante la iniciativa. Tampoco era ya posible retirar el texto y posponer una semana más el debate. Los diputados naranjas fueron enterándose del cambio a lo largo de la mañana, una vez que Villegas y Rivera -arquitectos del mismo- tomaron la decisión definitiva.
La iniciativa hubiera salido adelante si el PP hubiera contado con el apoyo de sus dos socios de investidura (Cs y Coalición Canaria)
¿Qué ocurrió entre las declaraciones de Villegas (14.30h del miércoles), la promesa de Cs al Ejecutivo de que votaría a favor (noche del miércoles) y el bandazo hacia la abstención (8h-9h del jueves)? Pues que las opciones de aprobar el decreto se diluyeron a consecuencia de un vuelo Nueva York-Madrid que garantizaba la presencia en el pleno de tres diputadas de la oposición -Ángela Rodríguez (Unidos Podemos), Teresa Jordà (ERC) y Marta Sorlí (Compromís)- que a priori iban a ausentarse. Ciudadanos no quiso arriesgarse a figurar en el más que probable bloque perdedor y se desmarcó de un PP que en las últimas semanas no ha tenido especial celo en cuidar al que denomina "socio preferente".
Las parlamentarias citadas se encontraban de viaje oficial en Estados Unidos para asistir a unas jornadas de la ONU sobre empoderamiento femenino y su regreso no iba a producirse hasta el sábado. El PP también estaba presente allí, pero a través de la senadora Ángeles Muñoz. Esta circunstancia menguaba eventualmente hasta los 171 escaños la suma de PSOE (84), Unidos Podemos (67), ERC (9), PDeCAT (8), Compromís (4) y EH Bildu (2), fuerzas inamovibles en el 'no' al decreto de la estiba.
Rajoy podía luchar por tener hasta 176 avales (137 propios, 32 de Ciudadanos, cinco del PNV, uno de Coalición Canaria y uno, mucho más difícil de lograr, de Nueva Canarias. Su plan era cerrar 175 síes -con el apoyo de Rivera, CC y los nacionalistas vascos- y buscar a lo largo de la mañana la complicada abstención de Pedro Quevedo (NC), sabiendo en cualquier caso que una ausencia o error en la bancada de enfrente le permitiría ganar la votación. Ausencias como esas tres que parecían seguras el miércoles por la mañana o errores como el que cometió Íñigo Errejón, que pulsó el botón amarillo de la abstención en lugar del rojo del 'no'. Así pueden decidirse varias votaciones esta legislatura, como ocurrió hace unos meses con una proposición de ley de ERC para rebajar la edad de voto a los 16 años -fue tumbada gracias a las ausencias en los grupos de izquierda-.
Derrota del gobierno en una votación sin precedentes desde 1979. Alegría por la votación histórica pese a haberme equivocado al votar ?
— Íñigo Errejón (@ierrejon) March 16, 2017
Hubiera sido aprobado
Si Cs y CC hubieran votado junto a PP y PNV, el decreto se hubiera convalidado con 175 'síes', 174 'noes' y la abstención de Errejón. Y, en cualquier caso, los populares se hubieran ahorrado la imagen de soledad parlamentaria que ha copado la jornada. "No tienen criterio, no pueden tomar sus decisiones en función de lo que haga el resto; o están a favor de liberalizar la estiba o están en contra, no es serio funcionar así", expresaban con visible indignación desde el grupo de Rajoy tras confirmarse el bandazo naranja y la derrota parlamentaria del Gobierno.
Rivera admite que "no hay discrepancia en el fondo" de la cuestión, pero cree que Rajoy ha equivocado "los tiempos" en la tramitación del decreto
El regreso exprés de las diputadas de la oposición parece ser claramente la causa del viraje de Ciudadanos, que no ha acertado a explicar por qué se ha abstenido si prometió el 'sí' a cambio de unas condiciones que el Ejecutivo ha aceptado. No han querido aparecer junto al PP en una jugada de tanta trascendencia, aduciendo que Moncloa ha equivocado "los tiempos" y no ha hecho lo suficiente para granjearse el apoyo "imprescindible" del PSOE. Así lo ha manifestado Rivera, admitiendo que "no hay discrepancia en el fondo" de la cuestión.
Lo que sí hay es cada vez más choques PP-Cs y la convicción en los populares de que su socio de investidura "se mueve por impulsos, empieza a ser imprevisible". Respecto a la postura de Coalición Canaria, esgrimen que es especialmente difícil por la fuerza que los estibadores tienen en las islas y creen que hubiera sido posible ganarse su apoyo a lo largo del pleno -y "quizás también" el de Nueva Canarias- si Rivera hubiera ido de la mano de los populares y la votación hubiera dependido de ello. Pero Cs rectificó su posición inicial, arruinó el plan del Gobierno y ahora toca volver a empezar. Con la espada de Damocles de la millonaria multa de Bruselas pendiendo cada vez más amenazante sobre la cabeza de España.