Caía el sol entre las torres de Montjuic mientras de fondo sonaba una pegadiza canción en castellano dedicada al presidente del Gobierno. Cientos de miles de personas coreaban al unísono: "Ay, ay, ay, Mariano no me llores, que esto no es una tortura, que lo llaman mal de amores...".
Los grupos de música amenizaban una tarde de emoción embarrada por la incertidumbre sobre qué terminará ocurriendo el domingo 1 de octubre. Mientras todos iban ocupando -estelada a la espalda- el paseo entre la Plaza de España y la Fuente Mágica de Montjuic, los Mossos d'Esquadra comenzaban a precintar los primeros colegios en el barrio del Raval.
Pero daba igual. Todos esperaban la aparición estelar del president Puigdemont para darse el último baño de masas antes del 1 de octubre. Los más pequeños se entretenían en los cientos de puestos repletos de merchandaising del prusés mientras los más mayores gritaban a intervalos exactos de diez minutos "Votarem, Votarem!".
Y llegó el momento. Los miles de congregados levantaron sus banderas.
"Llévese sus barcos de Piolín a salvar refugiados que se ahogan y los guardias civiles a perseguir a los corruptos de su partido", llegaron a pedir a Rajoy. "Fuera las fuerzas de ocupación", espetó la diputada de la CUP en el Parlament, Mireia Boya, quien también dejó un duro recado para los "amigos" de los comunes de Ada Colau. "Tomad partido, no os apropiéis del referéndum. No es un proceso de participación. Tendremos memoria y no lo perdonaremos", les advirtió.
"Dicen que somos un pueblo dividido. Mentira. Estamos unidos en la libertad de expresión. Esta gente no me dirá si puedo votar o no. Y el domingo votaré", prosiguió el líder de Podemos en Cataluña, Albano-Dante Fachín, enfrentado a la dirección nacional del partido morado.