Willy Loman tiene 63 años y es comercial de profesión. Va de puerta, en puerta, vendiendo. Poca gente lo recuerda. No tiene palabras para él, ni buenas ni malas. Pero Loman no cesa en su empeño. Viaja y vende, aunque eso le cueste su propia vida. Esta historia, un clásico sobre las hilachas del sueño americano, fue escrita por Arthur Miller hace 64 años y estrenada hace 63 en el teatro Morosco en EE. UU. durante 1949. En ese entonces la dirigió por Elia Kazan.
Muerte de un viajante, escrita en la posguerra -cuando la nación norteamericana se había ya recuperado totalmente de la crisis del 29 y el triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial irradiaba optimismo– reencuentra hoy el momento y el director ideal para reestrenarse.
En un momento en que la mitad del planeta se pregunta qué será de su futuro ante esta crisis y la otra mitad se muere de hambre, se mata entre sí o se deja matar por quienes dicen querer su propio bien, Mike Nichols, uno de los mejores directores de escena de Estados Unidos, vuelve a presentar este clásico en Ethel Barrymore Theater de Broadway (Nueva York) el próximo 15 de marzo.
El personaje del vendedor derrotado que intenta infructuosamente recuperar su buena posición es ya todo un clásico del teatro estadounidense, y ha sido interpretado antes por actores como Dustin Hoffman, Brian Dennehy y Lee J. Cobb. Sin embargo, su perfil se hace más nítido en medio de una situación general de abatimiento en la que los indignados ocupan Wall Street y la tasa de desempleo ahoga a las clases medias que confiaron en el consumo, los créditos y la banca.
Willy Loman, quien se dedica toda su vida a vender de puerta en puerta, es despedido de su trabajo; se ve obligado a pedir ayuda a un vecino; para mantener el parapeto de su vida, engaña a su mujer; cada día consigue que sus hijos le odien un poco más e intenta, desesperadamente, enmendar sus errores sin conseguir en ningún momento echar atrás su vida de ambiciones.
La única solución que consigue Loman es suicidarse para cobrar el seguro y dejar a su familia a cubierto, lo que supone un trágico desenlace que Miller remata con la tétrica escena de un funeral al que sólo asiste la familia Loman.
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Ganadora de un premio Pulitzer, Arthur Miller obligó con esta obra a sus contemporáneos a mirar de frente hacia la posibilidad de que el sueño americano no fuera más que eso, un sueño. Se trata, en efecto, de una obra donde todo resulta cuestionado. El vendedor de trabajo monónoto que cuestiona su propio fracaso: alguien que ni progresó en la escala económica y que tampoco pudo formar una familia que le respetase.
Un hombre que es despedido tras años de fidelidad a una misma empresa. Un hombre que es espejo de muchos otros en la actualidad. Un hombre que no puede permenecer ni trascender. "La obra es sobre la mortalidad y la posibilidad de dejar huella. Willy Loman está tratando de escribir su nombre en una tarta en un caluroso día de julio" dijo Arthur Miller con motivo de su estreno hace seis décadas.
Mike Nichols, quien ha ganado siete Premios Tony por sus montajes en Broadway es conocido también por películas como El graduado, ha sabido escoger el momento preciso, también el reparto adecuado: Philip Seymour Hoffman interpretará a Willy Loman, Linda Emond a su mujer y Andrew Garfield, el actor que interpretaba al socio traicionado de Michael Zuckerberg en La red a uno de los hijos de Loman. Así, Nichols trae de vuelta una obra cuya angustiante historia toca de cerca, muy de cerca, a espectadores y lectores.