Michel Rostain era un director de ópera bretón, amante de la música, su hijo y su mujer. Había construido una carrera musical de 40 años y su única inquietud era ser escritor. Su vida era apacible, normal y melodiosa. Hasta que su único hijo murió, a los 21 años, en un accidente de tráfico.
"En los seis años siguientes dirigí seis óperas y no escribí una sola línea, no me sentía capaz. Pero siempre había querido ser escritor, y cuando me puse no lo hice para curarme, no me lo tomé como una terapia, simplemente lo hice porque me di cuenta de que ya tenía las fuerzas suficientes", y cuando lo hizo,Rostain escribió un libro desgarrador, El hijo (La Esfera de los Libros), un grandísimo éxito de ventas en Francia y medio mundo, que además le valió el prestigioso Premio Goncourt a la mejor primera novela.
El planteamiento del libro es osado, atrevido, original. Es el hijo muerto quien habla sobre sus padres, sobre su luto, sobre su desorientación. "Nunca habría escrito el libro si no hubiese encontrado ese camino", aseguró a la prensa. Rostain escribió el libro a lo largo de 2008, después de jubilarse tras una carrera musical de más de cuarenta años, los últimos trece al frente del Quimper Théâtre de Cornouaille, en Bretaña.
Pero la gestación de la novela comenzó mucho antes, cuando un día en su interior, tal y como él mismo relata, empezó a escuchar "una frase que se repetía como una melodía: "¿Dime papá por qué lloras?". Esa "música", afirmó el autor en una entrevista a la Agencia EFE, se "repetía" constantemente.
Fue esa clave la que le dió el "ángulo", el "formidable punto de vista literario" para abordar un episodio de su vida "horriblemente importante". "Es una ficción, puesto que mi hijo nunca me ha hablado después de muerto, pero al mismo tiempo es una historia terriblemente verdadera", recalcó Rostain.
Con casi 70 años, el autor se ha reconocido como agnóstico, antirreligioso y antioscurantista, por lo que ha aclarado también que jamás escribió este libro como una catarsis para "curarse" o "sanarse". Reivindica la vida, por encima de cualquier cosa, pero no cree que la escritura plañidera ni terapéutica tenga sentido. Por eso ha escrito el libro de la manera en que lo ha hecho. De lo contrario, dice, no habría tenido sentido.