Una gran presión consigue hacer del carbón, diamantes; nos explicaban en el colegio. Por muy distraído que uno estuviese mirando por la ventana que daba a la playa de Levante, era imposible no volverse hacia la pizarra con la boca abierta. La presión convertía algo pobre y sucio en algo brillante y valiosísimo. No recuerdo que el profesor de química aprovechase aquello para hacernos una moraleja. Quizá nos la ahorraba porque era obvia. La presión ya la pondría el tiempo.
Con los aforismos es todavía más claro. La prisa los favorece, las exigencias de la vida moderna, la fragmentariedad de las jornadas contemporáneas. A más presión, más transparencia. El aforismo surge de la imposible pretensión de no renunciar a nada en medio de las insaciables demandas de la realidad, contra la actualidad. Es imposible, sí, pero él no lo sabe y nosotros no vamos a decírselo.
Vamos a decirlos (cortesía de Vozpópuli):
La libertad no se vende, pero tiene un precio: el de no venderla.
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La risa falsa de los demás nos irrita tanto porque nos recuerda que era nuestra responsabilidad hacerla verdadera.
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Si no echo cuenta de quién está vivo y quién está muerto, fíjense qué importancia voy a darle yo a las diferencias generacionales.
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Para ver la belleza, hace falta la bondad. Para crear la belleza, la verdad.
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En alemán, Erklärung; en inglés Enlightment, en portugués Esclarecimento; en francés: L’Age des Lumières. Para los españoles, tan reaccionarios por naturaleza, es nada más que "la Ilustración", como una viñeta al margen.
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La tristeza está de moda: no hay más que ver —precisamente— la de los maniquíes de ahora, de rostro compungido y espaldas arqueadas, lejos de aquellos otros de antaño, atléticos ellos y de buen ver ellas.
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"Exista o no, Dios ya ha ganado", es un aforismo teológico indiscutible de Carlos G. Munté. Ahora bien, de que Él exista sí depende que ganemos nosotros o no.
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Es curioso: se envidia más el dinero, la fama o el éxito, que la felicidad o la buena conciencia o no digamos ya la bondad. Por eso es un pecado
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La poesía no tiene nada que hacer en una economía de mercado. No porque no responda a ninguna necesidad, sino porque las únicas que satisface son las inmensas que ella ha creado en el acto mismo de satisfacerlas plenamente.
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Platón dijo que "todo hombre es un poeta cuando está enamorado"; y también es verdad de vuelta. Todo hombre está enamorado cuando es un poeta.
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El lenguaje lo avisa: "Caer simpático". Porque para "caer en gracia" hay que rebajarse siempre un tanto o inclinarse al menos.
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La ironía es decir lo contrario de lo que se piensa con la intención de decirlo todavía más claro.
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Una señora a mi lado en el tren se maquilla. Es tan temprano que estoy a punto de ceder al cinismo y pensar que —puesto que no es muy guapa— para qué. Enseguida caigo en que la belleza está en el afán de estar guapa. A cada brochacito que se da, lo veo más claro, más alegre, más hermosa.
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Tomismo
Hay una delicia oculta en la palabra "desgracia". Su parte sustancial sigue siendo la "gracia", aun para negarla. Ocupa más espacio, más letras y más música.
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La belleza salvará al mindundi. (También, incluso más y, desde luego, antes.)
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Utopía
Hipotecar el hoy por un mañana hipotético.
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Los superlativos son unos sentimentales. (No les pidamos muchísima objetividad.)
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Nónofo era el hermano gemelo de Sísifo; pero se sumió en el olvido porque siempre se negó a cargar con su propia piedra.
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Desvelado, pienso que lo mal que se duerme en la cama conyugal —tirones de la manta, frío, calor, patadas, toses, luces que se encienden cuando menos las esperas…— es una compensación —un justiprecio— para que no se rompa el equilibrio del mundo.
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Una marca
Haciendo de necesidad virtud, considero que las erratas y las faltas de ortografía que siempre llevan adheridos mis tuits y hasta mis artículos de urgencia son una señal perfecta de que no son sino borradores. ¿O no salta a la vista que no es, ni mucho menos, el texto definitivo? La errata es la contrafirma o —perdonadme— el disclaimer.
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El mentiroso tiene que recordar para repetirse; y el sincero ha de hacerlo para no repetirse.
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El lenguaje nos advierte. Se dice: "Me has dado una alegría" y "Me has hecho muy feliz". O sea, que alegrías sí que podemos dar y regalar a diestro y siniestro; pero, para que alguien sea feliz, tenemos que hacerlo, que formarlo, que construir.
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Me quiso tanto que sólo fue capaz de darme un dolor: el de su ausencia.
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¡La sorpresa de uno mismo con la que despierta el que recuerda lo que ha soñado!
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Se puede acudir a un evento sin guardar la etiqueta, de acuerdo, pero ¡ya mirar por encima del hombro a los que la guardamos…!
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El mejor humor es el camuflaje de la bondad y el descaro de la verdad.