Cultura

De Alaska a Florida: la olvidada conquista española de Estados Unidos

Carlos Canales y Fernando Martínez Laínez abordan en 'Banderas lejanas' la exploración y conquista hispana de los actuales territorios de Estados Unidos y Canadá

Un grupo de 15 voluntarios catalanes comandados por Salvador Hidalgo, un leridano nacido en la Seo de Urgel, se alineaban frente a una bandera de España, tomando posesión de aquel inhóspito territorio para el monarca Carlos IV. El 3 de junio de 1790, la enseña roja y amarilla, que acababa de instaurarse como pabellón de la Armada, revoloteaba declarando la soberanía en un fondeadero de  Alaska, que a día de hoy mantiene el nombre en español de Córdova. Junto a su vecino Valdez sigue siendo el punto más septentrional bautizado en español. 

Los españoles desembarcaron por primera vez en territorio del actual Estados Unidos a comienzos del siglo XVI con la llegada de Juan Ponce de León a Florida. Tres siglos después, la Corona tenía vastos territorios en suelo de los actuales Estados Unidos y Canadá. En línea recta, la distancia entre aquel puerto de Alaska y Florida son unos 6.200 kilómetros, algo más de lo que separa Madrid de Nueva York. Hasta aquellas tierras alaskeñas, que mirándolas en el mapa están a la altura de Islandia, había llegado el grupo de catalanes en una expedición que partía con la intención renovada de tomar posesión española.

Juan Pérez había desembarcado en 1774 en la isla de Nootka, cerca de la actual ciudad de Vancouver. Pero solo se realizó una expedición más, no estaban autorizados los asentamientos españoles en lugares tan alejados y no había recursos suficientes, mientras que ingleses y rusos llevaban años merodeando esas tierras.

Un año antes de morir, el rey Carlos III ordenó 1787 una nueva exploración, que terminó con el grupo de catalanes llegando al punto más norteño para la Corona y cruzándose con barcos rusos: “Debían de realizarse exploraciones hacia el norte con expresas instrucciones de afirmar la soberanía española, para que «fijaran y aseguraran los puntos que se puedan, aficionando los indios y arrojando cualesquiera huéspedes que se hallen establecidos»”, según recogen los autores Carlos Canales y Fernando Martínez Laínez en Banderas lejanas.

“Antes que Washington o Jefferson, antes de que el rodillo de la colonización anglosajona emprendiera eso que el cine de Hollywood se inventó como «La conquista del Oeste», España ya estaba allí, y había combatido o pactado con casi todas las legendarias tribus indias (apaches, comanches, cheyenes, semínolas, navajos, pueblos, siux…) que alguna vez poblaron las praderas, pantanos y bosques norteamericanos, cuando aún no habían sido exterminadas por quienes llegaron después con la Biblia en una mano y el rifle en la otra”, señalan los autores.

Antes que Washington o Jefferson, España ya estaba allí

La obra, que acaba de ser reeditada por Edaf, explora esta aventura de 300 años que ha dejado un recuerdo imborrable en la principal potencia mundial. Una de sus principales atracciones turísticas, el Gran Cañón sigue llevando el nombre Colorado con el que los primeros exploradores hispanos bautizaron el color rojizo de aquellas tierras. 

Banderas lejanas hace un encomiable trabajo plasmando en mapas las expediciones hispanas y todos los fuertes, puestos fortificados, misiones y presidios españoles en Estados Unidos y Canadá. Aunque lo que dejará boquiabierto al autor serán las historias de estos exploradores. Repasando los capítulos cualquier guionista tiene el trabajo hecho para unas cuantas temporadas de una serie de aventuras. 

La historia de cuento de Juan Ponce de León, el vallisoletano que después de establecer asentamientos con mano de hierro en Puerto Rico, escuchó los cantos de sirena de territorios más al este en los que se encontraría manantiales que concedían la eterna juventud. Este mito recurrente en los exploradores se asentó después de su muerte y el origen de su viaje más famoso fue una expedición de reconocimiento a lo que intuían sería una isla, en realidad arribaron el 27 de marzo de 1513 al famoso apéndice del continente americano que hoy sigue llevando el nombre de Florida, bautizado como Tierra de la Pascua Florida por haber sido descubierta el Domingo de Resurrección. Un primer contacto negativo con los nativos les hizo retroceder descubriendo en su paso La Corriente del Golfo (Gulf Stream), por la que el océano empuja con fuerza a los navíos dirección Europa.

En las décadas siguientes encontramos a Hernán Cortés, vencedor del imperio mexica, entitulado por el emperador Carlos V como marqués del Valle de Oaxaca, lanzando expediciones en el Pacífico, conocido como mar del Sur, hasta llegar a California. El estado que posee más PIB que la mayoría de los países del mundo con industrias como Hollywood y Silicon Valley, guarda también uno de los nombres con un origen más peculiar. Este territorio fue bautizado así por una obra de ficción que fue todo un éxito a principios del siglo XVI, Las sergas de Esplandián, escrita por Garci Rodríguez de Montalvo, en la que se describe un territorio rico en oro y habitado por grifos otros series extraños. 

En el corazón de Estados Unidos

La infausta travesía de Francisco Vázquez de Coronado persiguiendo las legendarias riquezas de las siete ciudades de Cíbola vuelve a ser de guion de película. En su gigantesca andadura halló desiertos, tuvo que pedir mantas a los indios para sobrevivir a intensas nevadas, se topó con el Gran Cañón, y tvieron contacto con algunos de los pueblos nativos más conocidos como los apalaches en la zona de las Grandes llanuras.
Coronado y sus hombres llegaron a corazón estadounidense pisando tierra de los actuales Arizona, Nuevo Mexico, Texas, Oklahoma y Kansas. Pero la espectacular singladura de estos hombres fue considerada un fracaso. ”Pese a todas las posibilidades que la gran marcha de Vázquez Coronado dejaba abiertas para afianzar la presencia hispana en el centro y oeste de Norteamérica, la expedición se consideró un fracaso. Las quiméricas ciudades rebosantes de oro nunca aparecieron. Los españoles de la famosa marcha, tras recorrer miles de kilómetros, apenas vieron otra cosa que territorio inhóspito y tribus de indios en general poco amistosas”, concluyen los autores.

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