Es un lugar confuso y no del todo cómodo. Un ir y venir de personas que saben a lo que vienen y otros tantos incautos que creen que su propia ensoñación los conducirá al hallazgo de algo excepcional. El Rastro, el mercado ambulante más popular de España y uno de los más antiguos del mundo, ese lugar donde se dan cita toda suerte de gentes y al que el escritor Andrés Trapiello dedica un hermoso y necesario libro.
Se trata de El Rastro. Historia, teoría y práctica (Destino), una crónica personal y erudita de uno de lo lugares fundamentales de la capital de España, un parador sentimental de la memoria colectiva, ese lugar al que van a parar los recuerdos como si de una biografía colectiva se tratara. En fin, un lugar de paso en el que entramos todos. Este libro, según sus editores, está llamado a convertirse en un clásico. Si es Trapiello quien lo firma, no queda ninguna duda.
Pocos escritores como Andrés Trapiello han aportado tanto a la cultura en España. Aquel volumen ciclópeo Las armas y las letras(Destino), que descubrió a los ojos de muchos a Manuel Chaves Nogales olvidado y en cuyas páginas desautorizó algunas crónicas falaces de una Guerra Civil española que tuvo, cómo no, sus entresijos literarios. A aquel libro ‘bélico’ de Trapiello se sumó una ‘traducción’ cervantina, la que surgió de la adaptación de Don Quijote, el clásico de Miguel de Cervantes, al lenguaje de nuestros días.
Todo lo realmente importante lo ha documentado Trapiello. En 1993 dedicó una biografía al manco de Lepanto. En sus novelas Al morir don Quijote (Destino, 2004) y El final de Sancho Panza y otras suertes(Destino, 2014), ficcionó la vida de los personajes y se adentró en el texto. A eso se suman, cómo no, sus dietarios -EL salón de los pasos perdidos, editado por Pretextos- un género de la memoria y el estilo que va ya por su novena entrega.
En esta oportunidad, Trapiello se adentra en el latifundio de los cachivaches. En esas fronteras -lo que separa la extinción del recuerdo- que delimitan El Rastro madrileño. Trapiello dedica páginas a la bibliofilia, el coleccionismo y la lectura. EL arte del paseante plasmado en un volumen prodigioso y que deja a su paso, acaso como pisadas, huellas aún visibles de una necesidad de memoria.
En este libro crepitan unas memorias personales y compartidas. Las que vivió Trapiello junto a Juan Manuel Bonet o José Vázquez Cereijo, ex director del Instituto Cervantes, comisario de exposiciones y gestor cultural uno y aparejador del Ayuntamiento el otro, así como sus muchos recorridos, caminatas y testimonios. Trapiello detenido ante éste o aquel puesto, curioseando fotografías antiguas y objetos olvidados. Este es, sin duda, uno de los libros imprescindibles de este otoño.