Carlos Oteyza ha construido un retrato de la Venezuela moderna y contemporánea a través del cine. El país latinoamericano debe a Oteyza el relato y memoria de su historia reciente en imágenes. El cineasta e historiador ha abordado los ciclos más largos y contradictorios de esa nación, desde los años de la abundancia del Estado democrático petrolero representado en su documental Mayami nuestrob(1981) hasta su más reciente creación: El pueblo soy yo. Venezuela en populismo (2018), un filme que estrena en todas las salas de España a partir del 11 de octubre.
A lo largo de 86 minutos, el documental reflexiona sobre la naturaleza del populismo militarista y el culto al líder que llevó adelante, desde 1998, el gobierno de Hugo Chávez y que el actual régimen de Nicolás Maduro pretende mantener incluso a costa de la viabilidad de Venezuela como país. Las medidas que comenzó Chávez, y que su sucesor profundizó, han desatado los más dramáticos niveles de pobreza y aplastamiento de las libertades económicas y democráticas, hasta el punto provocar un éxodo masivo de ciudadanos. El filme, producido por el mexicano Enrique Krauze, deja al descubierto los estragos de ese proceso a través de un repaso por la historia reciente de Venezuela desde los dos intentos de golpe de Estado de 1992 hasta la muerte de Hugo Chávez, en 2013.
El documental se adentra en los entresijos del nuevo populismo encarnado en Hugo Chávez. El filme se estrena en España el 11 de octubre
El guion, a cargo de Oteyza, está vertebrado por la intervención de economistas, politólogos e intelectuales, cuyas opiniones y análisis aportan no sólo una reflexión teórica de la naturaleza de un nuevo populismo del cual Hugo Chávez podía considerarse un precursor de manual, sino también las consecuencias negativas de una política basada en el carisma del líder. ¿Qué propició semejante fenómeno? La respuesta se sostiene en una serie de elementos, uno de ellos el uso del petróleo como herramienta política. Con ese instrumento, el populismo de Chávez creó influencia en la región y revivió económicamente y políticamente fenómenos como el castrismo, además de provocar la militarización de la vida ciudadana y la eliminación del sistema de partidos venezolano, la pulverización del tejido industrial, la censura y el desarrollo de las redes clientelares enmascaradas en ayudas sociales.
"Esta película parte de la tesis de que el gobierno que se monta en Venezuela a partir de 1998 es un populismo encabezado en el carisma de un líder. El pueblo, en lugar de entregar la confianza política a los partidos políticos, los deja de lado y delega en una persona poseedora de ese carisma. Sin duda, Chávez lo tenía", plantea Carlos Oteyza para situar y emplazar la temática de este documental producido por uno de los más prominentes intelectuales latinoamericanos, Enrique Krauze, actual director de la revista Letras Libres -heredera del espíritu de Vuelta, de Octavio Paz- y que ha dedicado no pocos libros para reflexionar sobre el auge de los populismos en la región.
"Como todo proceso político de ese tipo, el populismo de Hugo Chávez dividió a la sociedad entre buenos y malos; pueblo y no pueblo; revolucionarios y traidores. Para ese populismo, el verdadero pueblo es el que está con el gobierno", explica Oteyza. "Este populismo del siglo XXI se presenta como la reencarnación de una historia que comienza con la independencia, un momento que el gobierno utilizó como renacimiento. Hugo Chávez planteó que su gobierno sería aquel que devolvería a los venezolanos al tiempo histórico en el que vivieron su mejor momento y que según esta retórica populista está representado en la Independencia".
El análisis histórico que hace Oteyza de esta retórica refundadora que plantea en el documental El pueblo soy yo se sostiene en el influjo de quien se ofrece como salvador de la patria, es decir: el gobernante populista como principal redentor. "El chavismo tiene un discurso según el cual toda la etapa republicana fue un fracaso de las oligarquías y que ahora es el momento en que regresa Bolívar, reivindicado y encarnado por un nuevo líder. El populismo de Chávez empata dos momentos históricos, desvalorizando toda la trayectoria republicana. Es una historia muy sencilla y por ese motivo la gente se lo tragó".
La siguiente gran característica que Oteyza plantea sobre la naturaleza del populismo es su cerco a las libertades. "El control del relato histórico lo tiene y lo administra el poder. Se impone un solo relato, una sola historia, que es la que el gobierno cuenta. Para que eso se suceda, se comienza a cercenar, tomar, comprar, perseguir y censurar la diversidad de medios. Los ciudadanos pasan a tener un solo medio, cuyo discurso ha sido diseñado, como buena línea del populismo, para controlar el relato histórico con un único fin: administrar el uso de la verdad y la mentira”.
Para explicar el uso de la falsedad como prueba que pone en marcha el populismo, Oteyza cita el reciente discurso de Nicolás Maduro, quien usa las imágenes de los venezolanos que huyen por la frontera no como prueba de su huida, sino como documento para asegurar que regresan al país. "Estos elementos del uso del discurso son importantes en el populismo, porque acompañan la toma de las instituciones, es decir: la desaparición de cualquier instancia que no depende del uso vertical del poder".
"El gobierno no pensó en la inversión, sino en la repartición de los recursos del petróleo. Que llegara o no al pueblo, es otra cosa"
El control de la verdad no fue el único territorio al que Hugo Chávez y Nicolás Maduro sacaron rédito político. "Eso pasó en Venezuela con todas las instituciones, una de las más importantes la compañía petrolera, PDVSA, que dejó de funcionar con su sistema de méritos, para convertirse en un elemento al servicio del régimen. No tenía ningún sentido mantener el sistema de méritos, cuando el verdadero plan del populismo era que PDVSA funcionara en beneficio del régimen político. Por tanto, se sustituye en función de criterios políticos y sus fines, que no son de producción sino. El gobierno no pensó en la inversión, sino en la repartición de los recursos del petróleo. Que llegara o no al pueblo, es otra cosa".
El pueblo soy yo retrata cómo las distintas instituciones vieron pulverizada su independencia ante el líder carismático. "Las Fuerzas Armadas han sido penetradas, aniquiladas también en su independencia, para convertirse no en las defensoras del Estado sino del régimen. Se trata de una apropiación general del gobierno sobre las instituciones", explica Oteyza sobre lo que podrían considerarse los fundamentos de una política de Estado a la que se suma una última y todavía más dramática: "La idea de que el Estado puede apropiarse de las industrias privadas que generaban producción y riqueza en el país. Todas ellas fueron estatizadas y nacionalizadas. Eso lo permitió el petróleo, porque había dinero para comprarlas o en su defecto para asegurar las importaciones si fallaba la producción nacional".
Cada populismo es diferente, plantea Oteyza en esta conversación y también en el que guion que sustenta El pueblo soy yo: "El populismo venezolano se valió de su capacidad petrolera y a su poder para gastar más que otros populismos. El régimen venezolano tuvo una capacidad de riqueza que no tuvieron Argentina, Nicaragua, Argentina, Bolivia o Ecuador. Todos aquellos eran países pseudopopulistas, pero en ningún caso como el populismo venezolano porque ninguno de ellos era un país petrolero".
"El populismo venezolano está arrimado a su capacidad petrolera y a su poder para gastar más que otros populismos"
Acaso como una traducción de su posición en el mapa de Sudamérica, Venezuela parece haberse adelantado siempre a los regímenes políticos del continente. Fue de las primeras colonias en independizarse en durante siglo XIX y también la que vivió en democracia justo cuando el resto de los países de la región padecían las dictaduras de los años cincuenta del XX. En el rebrote de los populismos, el de Hugo Chávez fue uno de los primeros. Eso lo permitió, según Oteyza, el ingreso petrolero, pero no sólo en la capacidad de financiación, sino porque el reclamo popular que suele preceder a los populismos era todavía más profundo en el caso de los venezolanos. ¿La razón? Sus expectativas eran mayores gracias al bienestar que habían vivido en los tiempos democráticos con la bonanza petrolera.
"Un boliviano no tenía expectativas de viajar a Miami, pero un venezolano sí. Las expectativas se frustraron en Venezuela de tal manera, porque nosotros sí conocimos la riqueza. Como eso acabó, las expectativas quedaron latentes. Por tanto, un discurso que dice que la crisis que vivíamos era culpa de los políticos y que al cambiar esas cúpulas se iba a restablecer ese momento en el que todos vivíamos bien, facilitó la implantación de este modelo populista del siglo XXI, que terminó exportándose gracias a los recursos económicos", dice Carlos Oteyza al momento de hablar del petróleo como elemento acelerador y vertebrador tanto del progreso como del fracaso de la sociedad venezolana.
Autor de una amplia cinematografía, el documental Mayami nuestro abrió la primera reflexión de Oteyza sobre la Venezuela petrolera y las consecuencias de este recurso tanto en el cultural como económico. “Aquella película mostraba una manera de ser venezolano en los años sesenta y setenta. El petróleo nos hizo creer que éramos un país rico y que podríamos estar cerca de los países del primer mundo. Daba oportunidad centenares de miles de millones de venezolanos a viajar a otro país, a comprar”, dice Oteyza. Hoy centenares de miles de venezolanos viajan, pero no a comprar ropa a Miami. Lo hacen escapando de la tragedia que viven en su país.
"El chavismo no escatimó en una gran campaña publicitaria sobre un modelo que estaba montado sobre los ingresos petroleros y del que mucha gente se aprovechó"
“Uno de los rasgos del populismo de Chávez fue una búsqueda intencionada para aumentar su capacidad de influencia política en América Latina y el mundo usando para ello los recursos petroleros. El chavismo no escatimó en una gran campaña publicitaria sobre un modelo que estaba montado sobre los ingresos petroleros y que mucha gente aprovechó: los países de Centroamérica, Cuba, los países del Caribe, Ecuador, Argentina, Bolivia, es decir, Venezuela solventó problemas económicos graves de otros países, por ejemplo le compró buena parte de la deuda a Argentina. Fue una política bien pensada”, explica el cineasta.
Con este documental, Oteyza aporta una tesela más sobre el mosaico contemporánea venezolano que ha construido con su cinematografía. Es, sin duda un capítulo más que se suma a su trilogía documental Caracas. Crónica del siglo XX, los largometrajes Tiempos de Dictaduray Tiempos de Marcos Pérez Jiménezy su más reciente documental CAP. Dos intentos (2016), donde expone las claves históricas y políticas de la tragedia venezolana. La obra de Oteyza dibuja la historia del Estado democrático venezolano y sus progresivas crisis, ese escenario en el que Hugo Chávez emerge para dinamitar las bases del proyecto civil de progreso en Venezuela.