¡Feliz año nuevo! ¿Es usted de los que comienza con los propósitos de 2023 hoy, o se espera a que las fiestas acaben de forma oficial y los pondrá en marcha el día 9? Espero que sea de estos últimos, pues Aristóteles tiene unos consejos muy buenos para poder elegir bien en qué deberíamos centrarnos, algo que -a sus ojos- no suele hacer mucha gente (y, según sus palabras, son personas que se comportan como arqueros sin una diana a la que apuntar). Compartamos las ideas del Estagirita con toda la clase.
En primer lugar, nuestros propósitos tienen que estar jerarquizados y orientados a un fin último que se quiera por sí mismo, y no para alcanzar otra cosa. Por ejemplo, si ha decidido usted ir al gimnasio y comer más sano, ¿para qué lo hace? ¿Para estar más sano? ¿Para aumentar su autoestima? ¿Para qué le sirve estar más sano y tener más autoestima? Siempre hay un “para qué” que debería detenerse en algún punto. La salud es un bien importante, pero la queremos para algo más, para llevar una vida lograda y satisfactoria.
Hay personas que estando enfermas se sienten satisfechas con su vida, por cómo la enfocan, cómo la ven. Respecto de la autoestima puede decirse otro tanto: ¿en qué forma tener un buen físico le aportará una plena satisfacción consigo mismo? Sabemos de supermodelos, actores y futbolistas famosos que cumplen con el requisito del atractivo corporal pero, por el tipo de vida que llevan, no puede decirse que les baste con esto para ser felices. Porque la felicidad es lo que debemos buscar, según Aristóteles. El quid de la cuestión radica en dónde hacerlo: en algo que se quiera sólo por sí mismo, y no porque sirva a una ulterior causa. La búsqueda de riquezas es un claro ejemplo de algo que no buscamos porque sí, sino para obtener algo distinto: comprar objetos que nos agraden, sentir seguridad al tener las espaldas cubiertas, etc. Pero jamás queremos el dinero sólo por tener dinero, es algo que se ve claramente cuando preguntamos qué cosas llevaríamos a una isla desierta: nunca optamos por billetes de 500 euros, allí son sólo papel mojado.
“Vida de fama y honores”
El dinero queda entonces descartado como motivo para llevar a cabo los cambios que queremos operar en este año 2023. Aristóteles diría que tampoco es buena idea lo de machacarse a dieta y gimnasio para estar buenorros, pues entraría dentro de lo que él considera “vida de fama y honores”: buscar la aprobación ajena es poco inteligente pues no depende absolutamente de nosotros, sino del criterio voluble de los demás. Habrá que buscar nuestra propia aprobación (yo añadiría que también la de la gente que bien nos quiere, y lo hace tanto si estamos gordos o tenemos tipazo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe).
¿Qué te hace persona, cuál es tu propósito vital, aquel que buscas por sí mismo?
Hay un estilo de vida que sí cumple con el requisito de ser querido por sí mismo: ¡el placer! Ah, cómo nos ha quedado claro estos días, con tanta comilona y turrones. Ese crocante chocolatoso que se deshace en el paladar durante apenas unos segundos hasta ser engullido y ¡vuelta a empezar! Aquí radica la crítica de Platón (maestro de Aristóteles) a aquellos que centran su vida exclusivamente en el placer. Para ello utiliza la analogía de la barrica de vino agujereada: vivir para el goce de los sentidos es como intentar inútilmente, una y otra vez, llenar ese tonel con la intención de que permanezca hasta los bordes. Es una actividad que nos vuelve esclavos de nuestras apetencias, pues los placeres físicos no permanecen, y depender de ellos nos obliga a vivir pendientes de repetir satisfacciones o buscar nuevas.
Aristóteles no es tan duro en este aspecto -ni yo tampoco, a nadie le amarga un dulce- simplemente señala que centrarnos en los placeres físicos nos deja en un nivel inferior al que realmente pertenecemos: centrarnos en satisfacer placeres físicos nos equipara a los animales. Las personas somos algo más y por eso debemos buscar nuestra felicidad en aquello que nos convierte en seres humanos, en lugar de limitarnos a disfrutar de los pequeños goces corporales que -gracias a Dios- nos ofrece la vida. ¿Y qué nos convierte en seres humanos, en personas? ¿Hacia qué fin último deberíamos orientar nuestros pasos para que pueda decirse que hemos llevado una vida lograda, plena? Deberíamos responder a estas preguntas antes de plantearnos los propósitos de año nuevo, no vayamos a estar esforzándonos en vano. ¿Qué te hace persona, cuál es tu propósito vital, aquel que buscas por sí mismo? Responde primero a esto y, después, ¡ánimo y al toro con los propósitos! Feliz año nuevo.