Polémico. Explosivo. Narciso. Versátil. Lo hizo todo con todos: conquistó al Pope surrealista Breton con su arrojo y extravagante personalidad; ejecutó la pintura con la perfección del Velázquez que le obsesionó y la originalidad de su propia cosecha; trabajó en cine con Buñuel y Hitchcock; diseñó joyas y muebles… No hay duda: Salvador Dalí ha sido uno de los grandes –y más rentables- artistas del siglo XX y su figura todavía nos cautiva y sorprende.
Este año, la retrospectiva dedicada a él en el museo Pompidou fue de las más visitadas en la historia del museo francés, sólo por detrás de la que le dedicó al artista español en 1979. Para poder dar abasto a los 7.315 visitantes que acudían al día, el museo tuvo que convertir en ininterrumpido su horario –los últimos días-. Esa misma muestra llegará al Museo Reina Sofía el próximo 26 de abril. Locos por Dalí, así estamos.
Recientemente, la editorial Aguilar reeditó el libro Dalí joven, Dalí Genial, del hispanista Ian Gibson. “¡Dígales que yo fui surrealista antes de conocer a Gala!”. Con tan imperiosa solicitud, Salvador Dalí dio fin a la ebtrevista concedida a Gibson en 1986, poco antes de su muerte. A partir de las palabras del artista, Gibson retrata al Dalí más joven y ambicioso que se abriría paso desde tierras ampurdanesas hasta Barcelona, Madrid y París. Lorca y Buñuel, también Gala ocupan un primer plano que Gibson perfila con la pregunta, insistente: ¿Cómo llegó Dalí a ser Dalí? ¿Quién se escondía detrás de la máscara del Gran Exhibicionista posterior?
Ha sido tanta y tan abundante su producción que vale la pena rescatar aquellas cosas que adelantaron, en mucho, el quehacer actual del diseño y la concepción mediática del artista. Damien Hirst no le llega ni a los talones; eso lo tenemos claro. Justamente por eso hemos decidido retomar piezas icónicas del maestro catalán. Se trata de objetos e ideas que ejercerían influencia a lo largo del siglo XX y por supuesto, de éste y que sin embargo fueron vistas con malos ojos por artistas y personas del mundo del arte. Dalí, a juicio de muchos, se comportaba como un mercenario.
Avida Dollars: Sediento de dinero
El primero y más vistoso de los proyectos que hacen versátil a Dalí es el que le vinculó, propiamente, con el diseño –en este caso de joyas-. Durante los años 40, 50 y 60 Salvador Dalí se dedicó a crear pequeñas piezas, esculturas que podían vestirse sin ningún problema. Son ya míticos el broche de labios de rubí y dientes de perla con los labios de Mae West o el Ojo del tiempo (1949) que creó para la firma Tiffany’s.
Avida Dollars fue otro de los proyectos del Dalí volcado con el diseño comercial de relojes blandos, frascos de cosmética con los labios de Mae West, colgantes del Cristo o la Madonna de Port Lligart. El término Avida Dollars lo acuñó por primera vez André Breton para referirse a Dalí de forma despectiva. Lo hizo recolocando las letras de su nombre y apellido: Salvador Dalí era Avida Dollars. Sediento de dinero. Y razón no le faltaba, considerando que Dalí llegó a firmar telas y papeles en blanco, una de las razones por la cual su obra gráfica es tan difícil de valorar. En aquel entonces, aquello era un insulto. Hoy es un valor de triunfo.
Pero no fueron sólo las joyas. Junto a Oscar Tusquets, en 1972, diseñó para la sala Mae West del Museo de Figueres un sofá con la forma de los labios de la artista. Lo que en aquel entonces era un objeto mixto -¿una escultura o un mueble?- hoy se comercializa, 30 años después, como un diseño de Bd Barcelona Design comercializa en exclusiva mundial. También se dedicó al diseño de moda. Dalí diseñó para su mujer Gala, su musa e inspiradora. Para ella elaboró excéntricos diseños como un sombrero-zapato en negro, único en concepción y ejecución. Su tacón en forma de embudo, pero curvado como una coma, fue todo un escándalo cuando Gala lo lució por las calles de París.
Dalí& Hitchcock Inc.
Ya había participado con Luis Buñuel tanto en El perro andaluz como en La edad de oro. Sin embargo, a Salvador Dalí todavía le quedaba un trecho en el camino del cine. Uno de los episodios más importantes, quizás, de su relación con el séptimo arte fue su trabajo con Alfred Hitchcock.
Para su película Spellbound (1945), protagonizada por Gregory Peck e Ingrid Bergman, que trataba temas psicoanalíticos, Hitchcock deseaba trabajar con Dalí a toda costa. El productor David O. Selznick hizo posible tal alianza. "Yo pude elegir también a De Chirico y Max Ernst -afirmó- pero nadie es tan imaginativo y extravagante como Dalí", dijo.
Dalí elaboró el decorado para una de las escenas oníricas protagonizadas por Gregory Peck, una secuencia que Hitchcock llegó a considerar demasiado larga, pero que, a pesar de ello, hoy es prácticamente una reliquia.