"No sabe actuar, no sabe hablar, pero es deslumbrante". Louis B. Mayer, presidente de la productora y distribuidora Metro-Goldwyn-Mayer, describió con estas palabras a Ava Gardner, una joven llegada a Nueva York desde la América profunda que conquistó a todos aquellos que tuvo cerca. El pasado sábado 24 de diciembre, día de Nochebuena, se cumplió el primer centenario de su nacimiento, la oportunidad perfecta para repasar algunos pasajes de su vida, tan llamativa como su obra y, en especial, su historia de amor con Madrid, ciudad en la que vivió varios años y en la que disfrutó de la faceta más canalla de la noche, entre fiestas, tablaos y cócteles.
Ava Gardner (Carolina del Norte, 1922-Ciudad de Westminster, 1990) dejó para la posteridad un buen número de películas, muchas de las cuales forman parte del especial que el canal TCM ha programado con motivo del centenario.
Entre ellas, destacan títulos como Forajidos, de Robert Siodmak; Cruce de destinos, dirigida por George Cukor y protagonizada junto a Stewart Granger; Magnolia, el musical realizado por George Sidney; El juez de la horca, dirigido por John Huston y protagonizado por Paul Newman, Siete días de mayo, el thriller político de John Frankenheimer en el que Ava Gardner compartía reparto con Burt Lancaster, Kirk Douglas y Fredric March; Venus, con la que se convirtió en un mito erótico, o Pandora y el holandés herrante, de Alter Lewis.
Fue el rodaje de esta última película, estrenada en 1951, la que le llevó a España un año antes. Aquella fue la primera vez que salió de Estados Unidos y que viajó a Europa, tal y como recuerda el crítico, profesor y escritor Marcos Ordoñez en su libro Beberse la vida. Ava Gardner en España, publicado (Aguilar, 2004), en el que narra su estancia de casi 15 años en la geografía española y recoge impresiones de quienes coincidieron con ella, como Emília Xargay, escultora y pintora, que fue su asistente y script en España; el periodista cinematográfico Jorge Fiestas, o el torero Luis Miguel Dominguín.
Existía un mundo "nocturno" y "canalla" en el que los aristócratas de la época se codeaban con las personalidades del espectáculo en mansiones y fiestas privadas, un ambiente muy diferente a la España de carencias de la posguerra que enamoró a Ava Gardner
"El animal más bello del mundo", como alguien anónimo había apodado a Ava Gardner, provocaba la fascinación de quien se topaba con ella y su presencia en Madrid, una capital que distaba mucho de ofrecer la modernidad de la que otros lugares como París o Londres presumían.
Ava y su hermana Bappie llegaron a España a mediados de abril de 1950. En aquella época, según señala Ordóñez en su libro, en España el salario mínimo era un 35% más bajo que en 1936 y ocho de cada diez gobernadores civiles eran militares, al tiempo que los altos mandos controlaban las empresas públicas. De manera paralela, existía un mundo "nocturno" y "canalla" en el que los aristócratas de la época se codeaban con las personalidades del espectáculo en mansiones y fiestas privadas, un ambiente muy diferente a la España de carencias de la posguerra que enamoró a la actriz y que la retuvo en la capital más de tres lustros.
Edgar Neville fue el primer guía de la actriz en Madrid, donde aterrizó para dirigirse a Tossa de Mar con motivo del rodaje de Pandora, y el torero Luis Miguel Dominguín y su esposa Lucía Bosé fueron una de las compañías que más frecuentó la actriz en sus primeros tiempos en la capital española. Tal y como el matador le confesó a Carlos Abella, a quien le confesó los secretos de su vida, a Ava Gardner le perjudicó "ser tan guapa", porque, a su juicio, era una persona de "extraordinaria calidad humana".
La actriz era "puro instinto" y tenía "tanta belleza moral como física", pero del mismo modo que era una persona "desprendida, generosa y leal", también era una mujer "irritable y caprichosa", según señaló el torero Luis Miguel Dominguín
Tal y como la describió, la actriz era "puro instinto" y tenía "tanta belleza moral como física". Sin embargo, del mismo modo que era una persona "desprendida, generosa y leal", también era una mujer "irritable y caprichosa", que exigía una reciprocidad en sus relaciones, lo que a su juicio impidió que perdurasen.
En cualquier caso, todos coinciden en destacar que se trataba de una mujer "simpatiquísima, nada diva y muy desinhibida", con una "vitalidad sobrehumana" que demostró durante los años que pasó en Madrid, en la casa con piscina que poseía en la madrileña avenida del Doctor Arce, vecina del antiguo presidente argentino Juan Domingo Perón. En aquellos años, se pudo ver a Ava Gardner, pasear en cadillac por la Gran Vía, asistir a los toros con mantilla, o vestir de faralaes y aprender a tocar las castañuelas y a bailar sevillanas en la capital hispalense.
Ava Gardner y el alcohol
A mediados de este 2022, el sello Notorious Ediciones publicó Mi vida con Miss G., un volumen que recoge la experiencia junto a Ava Gardner de Mearene Jordan, primero trabajadora doméstica y después asistente y confidente de la actriz, que permaneció a su lado durante la mayor parte de su carrera artística. En estas páginas salen a la luz algunas de las historias más conmovedoras, divertidas y sorprendentes de la actriz, al tiempo que trata de rebatir algunos mantras en torno a la actriz.
Asimismo, esta misma editorial acaba de publicar, con motivo del centenario de la actriz, El universo de Ava Gardner, una enciclopedia sobre su vida y obra en la que, al igual que en otros títulos similares de este sello, varios autores expertos en cine y admiradores de la actriz le dedican un capítulo. Entre ellos, críticos de cine como Oti Rodríguez Marchante (ABC), Carlos Marañón (Cinemanía) o Gerardo Sánchez (Días de Cine), escritores como Espido Freire o incluso el exministro de Cultura César Antonio Molina.
Ava Gardner siempre aparecía bella y exuberante en pantalla, incluso cuando apenas había dormido dos horas
En uno de estos apartados, se hace referencia a la relación que la actriz mantuvo con el alcohol, la que probablemente fue la más duradera de todas, y que aguantó quizás como escudo ante sus miedos y sus inseguridades. Con Sinatra, una de sus relaciones sentimentales más mediáticas y apasionadas, su vida era una "fiesta continua" y, tal y como recuerda Emilia Xargay en el libro de Ordóñez, aunque trabajaba todo el día "no se perdía una fiesta". "Nunca he visto a una mujer beber tanto coñac", dijo.
Sin embargo, ella siempre aparecía bella y exuberante en pantalla, incluso cuando apenas había dormido dos horas. De aquellas noches, aquellas fiestas y todas las resacas ficticias, pero realistas también se hace eco la ficción de Movistar + Arde Madrid, de Paco León. Aunque ella no es la protagonista, sino la mujer que se hace pasar por sirvienta (Inma Cuesta) para comprobar la vida loca que lleva en Madrid, su presencia y sus aventuras en la capital son, sin duda, lo más atractivo de la serie. Su vida y su estela no pueden quedar en un segundo plano, por mucho que el mejor guionista se lo proponga.