Los festivales y conciertos se están convirtiendo en un tipo de ocio apto para cada vez menos bolsillos. Un artículo de lujo. El aumento constante de precios, un fenómeno que ya viene de atrás, ha sido rematado por una inflación que ha provocado que las entradas para 2023 y 2024 estén a precios desorbitados. Un ejemplo lo tenemos muy próximo: Sidecars toca este 28 de diciembre en el Wizink Center y cobra 41,80 euros por entrada. Hace tres años, en 2019, era posible verles por la mitad de ese precio.
El suyo es uno más de los cientos de ejemplos que existen, aunque quizá el más flagrante sea el Primavera Sound 2023, cuyo precio ha aumentado de manera exponencial respecto al año pasado: el abono de fin de semana ha pasado de 245 euros a 325, mientras que el abono de dos fines de semana ha pasado de 425 euros a 520. Al menos, permiten que el pago sea a plazos.
Otros artistas ya piden como mínimo 100 euros para poder verles en pista. Ya sucedió con los Rolling Stones en su último concierto en el Civitas Metropolitano, aunque ahí muchos lo justificaron por ser su gira del 60 aniversario. El problema es que otros muchos artistas con menos bagaje y con giras menos redondas se han subido al carro: Rosalía, en su Motomami World Tour, pedía 107,50 euros por una entrada en pista. Metallica, por su parte, fija su precio 226,50 euros por una entrada en pista para su formato indivisible de dos días.
El motivo por el que los artistas y promotores están subiendo el precio de las entradas se debe a varios motivos. El primero, el optimismo que existe en el sector tras un 2022 histórico, con récord de asistencia en la mayoría de festivales. El BBK Live, el Starlite o el Sonorama son buenos ejemplos de ello. El aumento de la demanda de este tipo de ocio ha hecho que los promotores apuesten por una subida de precios, confiando en que la burbuja postpandémica no explote.
Por otro lado, la producción de música es cada vez menos rentable. Según AIMC, el 49,3% escucha música en streaming, una cifra que tiende a aumentar, ya que su informe indica que son las personas mayores quienes bajan la media: en las personas entre 20 y 24 años, el porcentaje crece hasta el 73,3%, mientras que los jóvenes entre 25 y 34 años son los que más usan estos servicios: un 75%. Esto implica que cada vez menos gente compra música por la vía tradicional y, por tanto, cada vez los directos son más importantes para que los artistas ingresen dinero.
En tercer lugar, la inflación y la guerra de Ucrania. Estos dos factores han hecho que los precios de materias primas y suministros suban, lo que implica que los costes de organizar un festival crezcan. Además, el 'boom' de los festivales ha hecho que haya una sobredemanda de personal, por lo que muchas empresas de catering han aprovechado la competencia para subir el precio de sus servicios.
El 'front stage' y el fin de la meritocracia
Hace no demasiado, la existencia de un 'front stage' era algo extraño, pero ahora se ha vuelto algo común: se trata de una entrada que te asegura un lugar en las primeras filas. Básicamente, consiste en partir la pista en dos partes, siendo las de 'front stage' bastante más caras. Metallica triplica el precio de sus entradas en pista para acceder al llamado 'Snake Pit' (más de 600 euros por ticket), mientras que Hombres G piden 113,50 por acceder a este punto privilegiado.
Hace años, esto no existía: se situaba en primera fila aquel que entraba primero. Esto producía que hubiese gente acampando durante días a las puertas del estadio para obtener este lugar de privilegio. Ahora, este acceso es coto privado de aquellos bolsillos más pudientes que puedan garantizarse una entrada cerca de sus ídolos.
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Mientras no los paguen los ayuntamientos no importa. De todas formas, antes iba el cantante, el guitarra, el bajo y el baterista, y ahora hablamos de espectáculos con mínimo doce o quince personas