Cultura

El ciclo de la amistad: del Rat Pack a Han Solo y Chewbacca

Uno de los mayores indicadores del paso del tiempo es el adelgazamiento en la nómina de amigos, pasando de los colegas de cubata al estilo Rat Pack (el grupo de Frank Sinatra) a lazos sólidos como el de Han Solo y Chewbacca a bordo del Halcón Milenario

  • Han Solo y Chewbacca / -

La amistad es algo extraño. Responde a una ecuación química todavía no resuelta. Hay personas a las que amas sin tener nada en común con ellas, y otras a la que detestas de lo que se parecen a ti. Suficiente dosis de uno mismo cada día. Uno de los mayores indicadores del paso del tiempo es el constante adelgazamiento en la nómina de amigos. Hasta que solo quedan los más relevantes, nuestros verdaderos escuderos.

Al principio de nuestros días, en la más tierna infancia, los amigos nos salen por las orejas. El personal es tan abundante en las fotos de aquellas celebraciones de cumpleaños que recuerda al Consejo de 22 Ministros de Pedro Sánchez. En aquellos tiempos, no cuentas solo con un “mejor amigo”, sino con varios y de distinta índole: “Mamá, Pepe es mi mejor amigo del cole. Mamá, Jorge es mi mejor amigo del barrio. Mamá, Laura, es mi mejor amiga de kárate”. La distinción de ‘mejor amigo’ se concedía con la misma facilidad con la que hoy se retiran embajadores.

Cuando alcanzabas el instituto y la adolescencia hacía de las suyas, tocaba hacer ostentación de las amistades. Presumir de amigos es muy habitual en esta etapa. Ser popular es un distintivo tan necesario en la ‘edad del pavo’ como saber inglés trabajando de camarero en Mallorca. Esta época se caracteriza por caminar por la calle acompañado de un numeroso grupo de amigos, habitualmente del colegio, al estilo de John Travolta en ‘Grease’. ¿Qué queda hoy de aquel enjambre?

Después llega la universidad, y con ella las amistades que yo denomino Rat Pack. El Rat Pack –panda de ratas-, como muchos lectores sabrán, es el nombre con el que se bautizó al grupo de amigos de Frank Sinatra, Dean Martin y Sammy Davies Jr. Originalmente, el término se lo inventó Lauren Bacall para denominar a los amigos de Humphrey Bogart –entre los que se encontraba Sinatra- una noche de borrachera. Llegaron a rastras a casa y Bacall dijo que parecían “una panda de ratas”, un rat pack.

En la universidad y años jóvenes son habituales las amistades de cubata. Aquellas que se forjan frente a una barra de bar y en oscuras y disolutas noches de vago recuerdo. Son los colegas de botellón, los de las mil y una noches, los de la farra despreocupada. Personas a las que te unen ratos divertidos –otros no tanto- y anécdotas que contar en aburridas y desocupadas tardes de verano.

A medida que se avanza a la madurez te das cuenta de que de aquel grupo quedan menos supervivientes que de la batalla del Somme. Surgen entonces otros amigos, los del trabajo, con los que más tiempo pasas y con los que compartes las penurias del día a día. Muchos de ellos, sin embargo, también desaparecen de la vida cuando cambian de curro. O les da una pájara y dejan de ser los mismos, que también sucede.

Recuerdo lo que me extrañaba siendo niño ver la poca vida social de mis padres. Casi nunca quedaban con amigos. La inmensa mayoría de sus planes se ceñía a ellos dos y, en todo caso, sus hijos o la familia. No lograba entender que pudieran tener amigos viviendo tan lejos de ellos. Con el paso del tiempo les entiendo cada vez más.

Supongo que la amistad debería ser lo más parecido a lo que tenían mi padre y su cuñado. Nunca se dijeron te quiero, simplemente se querían. Pasaban tanto tiempo juntos en el pueblo que algunos les bautizaron como ‘Zipi y Zape’. Dos siluetas inconfundibles saliendo de la calleja para ver a su ‘titi’, la dueña del bar donde pasaban largas tardes viendo partidos de fútbol que no les interesaban y hablando de todo un poco. Porque ser –amigos- es estar, aunque no haya mucho que decir o nada que hacer.

Una amistad como la de Han Solo y Chewbacca. Porque no importa que uno sea humano y otro wookie ni que hablen distintos idiomas. Son hermanos de distinta madre que recorren el espacio a bordo de un montón de chatarra llamado Halcón Milenario. Horas y horas de vuelo en el que hablan, se enfrentan al imperio galáctico o sencillamente se quedan mirando el cosmos en silencio mientras navegan a la velocidad de la luz.

Y son esas las amistades que perdurarán mientras el tiempo pasa y nos hacemos viejos. Incluso cuando ya no estén. Es más, será entonces cuando más atados estemos a ellos, porque nos los llevaremos a todas partes. Y revivirán en cada recuerdo, en cada anécdota que se vuelve a contar o cada vez que lancemos una sonrisa al ciberespacio.

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