Las bandas latinas están últimamente en boca de todos, particularmente desde el asesinato a machetazos de Jaime Guerrero Messousi (miembro de los Trinitarios) en la puerta de la discoteca Kapital a manos de uno de los Dominicans Don’t Play. Ese mismo fin de semana de febrero hubo varias agresiones y otra muerte por disputas pandilleras, como hemos venido contando en Vozpópuli. Para comprender el fenómeno de las bandas latinas que actúan en España, empezaremos por analizar su origen, para entender así, de algún modo, su etiología y su verdadera anatomía.
La más famosa y antigua de todas ellas probablemente sean los Latin Kings, formada en Chicago en 1954, mayormente por sujetos de origen portorriqueño. Sus colores son el oro y el negro. Se originaron bajo el nombre de los Imperials, de la mano de un tal Ramón Santos. Para confrontar las agresiones de otras bandas callejeras de origen griego e italiano, se fundieron con otras pandillas de origen portorriqueño y mexicano para formar los Latin Kings. Con el paso de los años, los Latin Kings se conformaron en dos facciones separadas, una en Chicago y otra en Nueva York. La facción de Nueva York fue creada en la cárcel por Luis King blood Felipe.
Otro grupo importante -enemistado con los Latin Kings- son los Ñetas, también de origen portorriqueño. Su fundador fue Carlos 'La sombra' Torres Iriarte, un preso común de ideología marxista, defensor de los derechos de los presos. La sombra creó la organización en la década de los años setenta en el presidio de Oso Blanco. Los Ñetas surgieron como reacción para la autodefensa frente a la pandilla carcelaria G-27. La Sombra logró evitar las violaciones, extorsiones y robos en el interior de Oso Blanco, al organizarse con otros presos frente a los G-27. Cuando el líder Ñeta fue asesinado por uno de sus enemigos a puñaladas, su antigua organización se expandió enormemente, perdiendo muchos de sus valores iniciales. Se puede decir que el movimiento defensivo se hizo expansivo. Lo cierto es que, tras el asesinato de 'La sombra', un poder inicialmente ejercido para la autodefensa fue utilizado con fines menos morales.
Entre otras cosas, los Ñetas dominarían el monopolio del tráfico de drogas en el sistema penitenciario portorriqueño. Hoy en día el 70% de los confinados en Puerto Rico son Ñetas. Sus colores son el rojo, blanco y azul. Estas dos famosas pandillas en Madrid se encuentran establecidas en la zona del Puente de Vallecas principalmente. En Cataluña, los Ñetas y los Latin Kings fueron oficializadas como asociaciones culturales, a pesar de sus actividades delictivas.
Bandas latinas en España
Otro grupo importante -al que pertenecía Jaime Guerrero, como hemos visto- son los Trinitarios. Este grupo fue originalmente conformado por dominicanos y fue creado en Nueva York en 1990. Más exactamente en la cárcel de Rikers Island, por Pedro Núñez, alias 'El Caballo'. Su color es el verde. Se hacen llamar Trinitarios en referencia a los tres líderes que formaron la república dominicana: Duarte, Sánchez y Mella. La banda fue fundada para proteger a dominicanos en la cárcel, siendo una minoría entre los presos que ya estaban organizados en diferentes pandillas como los Crips, los Bloods, los Latin Kings, etcétera. En Madrid los Trinitarios se concentran en Usera y Villaverde, principalmente.
Las pandillas proliferan en ciertos barrios de Estados Unidos por falta de intervención estatal
Para finalizar, tenemos a los Dominicans Don't Play, fundados en Manhatttan en 1990. Sus áreas de influencia en dicha ciudad son el Bronx, Harlem y el Lower East Side. Fueron, precisamente, los DDP quienes acabaron con la vida de Jaime Guerrero, como hemos visto. En el caso de Madrid se mueven por Tetuán, Carabanchel, Villaverde y el barrio de Prosperidad; todos ellos distritos con importante población dominicana.
Como podemos comprobar, todas estas bandas “latinas” fueron engendradas en territorio estadounidense, no en Latinoamérica; ya sea en las propias calles o en sus terribles cárceles. De hecho, no son un producto latino sino estadounidense. A pesar de que sus miembros sean de origen latino, su formación tiene lugar en un caldo de cultivo óptimo como son los entornos urbanos y carcelarios de Estados Unidos, donde no solo existen bandas latinas sino innumerables pandillas constituidas por individuos de todas las etnias posibles.
Hay que decir que las pandillas como entidades particularmente violentas son un fenómeno típicamente estadounidense. Entre otras razones, las pandillas proliferan de tal modo en territorio norteamericano por la falta de intervención estatal en ciertos barrios y por una cultura de la vendetta, en la que cada cual resuelve sus conflictos violentos con más violencia (algo que comprobamos si atendemos a la 'cultura del vigilante', en la que los propios vecinos vigilan las calles a modo de superhéroes, y a las ejecuciones legales, que no buscan reformar sino vengar; por poner dos ejemplos). Existe, por otra parte, en los guetos estadounidenses una desconfianza con respecto a la policía (considerada racista), por lo que las agresiones padecidas no son denunciadas, sino vengadas por la propia comunidad.
Fenómeno importado de Estados Unidos
Estas bandas llamadas latinas fueron importadas a España a finales de los años noventa con la fuerte inmigración latina que tuvo lugar en esos años. Naturalmente, otras pandillas norteamericanas, no vinculadas al mundo latino, jamás fueron asimiladas: cosa que sí ha pasado en Holanda, por ejemplo, donde hay núcleos importantes de Crips, la más amplia pandilla callejera afroamericana. Dicho esto, sí hay grupos como los Hell’s Angels -el famoso club motero- que han medrado en España, como en otros países de Europa, siendo mucho más organizados que cualquier pandilla latina. De este modo, tales organizaciones proliferaron en los 2000 entre los hijos de los inmigrantes llegados a España durante la década anterior. No obstante, estos contagios culturales operan en diversas direcciones. Se dice, por ejemplo, que durante la primera década del siglo XXI, debido a las relaciones migratorias entre España y Ecuador, los Ñetas y los Latin Kings se introdujeron en Ecuador desde España, quizás tras la vuelta de muchos inmigrantes a sus países de origen durante la crisis de 2008.
Otro gran mito de este tipo de bandas es lo que en inglés ha venido a llamarse blood in, blood out: la idea de que haya que derramar sangre para entrar y salir
A pesar de llamarse “latinas”, en el caso de España, los miembros de dichos grupos no pertenecen necesariamente a las nacionalidades asociadas a las bandas originarias de Estados Unidos. No solo cuentan con integrantes paraguayos, ecuatorianos, colombianos, peruanos, etcétera, sino también españoles, rusos, rumanos, marroquíes. Como me comenta Aldo, joven vallecano de origen latino que conoce bien este tipo de grupos: “¡Las bandas latinas son de todo menos latinas!” O, en palabras de la antropóloga Kattya Núñez, experta en estos asuntos: “Cada vez entran más jóvenes y a ellos les da igual la nacionalidad para aceptarte como integrante”.
Entre otras cosas, se sabe que estas bandas usan a los más jóvenes para cometer ciertos delitos puesto que estos recibirán penas mucho más bajas en caso de ser arrestados. Esto tampoco es exclusivo de las bandas latinas, sino que es un mecanismo empleado desde siempre en ambientes marginales. Muchas veces son los propios padres o hermanos mayores de niños quienes les obligan a robar en el supermercado o en unos grandes almacenes.
Violencia y pertenencia
Por otra parte, la lucha y violencia contra otros grupos es la base de su identidad grupal. La hostilidad ante el otro sirve a modo de frontera identitaria entre unos y otros. En España, como en otros países, contamos en nuestra historia con las pandillas de los sesenta y setenta, que se identificaban con su territorio, su barrio; o las tribus urbanas, generalmente, hostiles unas a otras. La agresividad y violencia de unos grupos contra los distintos era una forma irracional de expresar la propia identidad, que siempre ha de ser construida frente a la otreidad; por muy superficiales que sean, en el fondo, las diferencias reales entre unos y otros. Hay que remarcar, a su vez, que las pandillas en los núcleos urbanos españoles no son nada nuevo.
Otro gran mito de este tipo de bandas es lo que en inglés ha venido a llamarse blood in, blood out: la idea de que haya que derramar sangre para entrar y salir. Sí es cierto que en muchos casos es necesario superar una iniciación violenta para entrar en una banda, pero la salida es mucho más sencilla: uno deja la pandilla sin más. De hecho, la noción de ser agredido por el grupo una vez abandonado es más propio de sectas u organizaciones criminales carcelarias que de bandas callejeras.
El éxito fundamental de estas organizaciones reside en la necesidad de pertenencia de sus miembros. Muchas veces, los pandilleros buscan en ellas una estructura familiar. Como ocurre en el que caso de distintas sectas e iglesias, muchos de los pandilleros se unen para resolver problemas personales, como adicciones, alcoholismo o violencia familiar. Cuando uno vive en el gueto, pasar a pertenecer a un grupo de estas características es muy efectivo para luchar contra las tribulaciones de la vida. La existencia en la pandilla satisface necesidades sociales básicas. La iniciación en una organización proporciona dignidad personal a sus integrantes, generando también obligaciones con respecto al grupo.
La participación afectiva en la vida de otros, entre personas hasta entonces socialmente desubicadas, sirve para la fijación de sentimientos sociales como la vergüenza y la culpa, esenciales para la vida comunitaria. Además de prestigio e identidad, estos grupos ofrecen a sus miembros una existencia estructurada. Es, en gran medida, un recurso cultural contra los problemas derivados de la marginación social. En última instancia, las bandas latinas representan una subcultura en los términos establecidos por Stuart Hall: un modo simbólico y ritual de resistencia frente a la estructura del poder dominante.
Iñaki Domínguez es antropólogo y autor de 'Macarrismo' (Akal) y 'Macarras interseculares' (Melusina).