En la pasada edición de los premios Oscar, que se celebró hace apenas una semana, hubo varias ausencias injustas y, sin lugar a dudas, una de las más graves fue la del cuarteto que lleva el peso interpretativo de Mass, una de las mejores películas de 2021 -por unanimidad entre la crítica internacional- que por fin ha llegado a los cines españoles aunque, eso sí, apenas unas pocas salas ofrecen la experiencia desde su estreno el pasado viernes.
La ópera prima de Fran Kranz, un drama casi teatral con una atmósfera atrayente y a la vez asfixiante, es una película tan inmensa que se resiste a agotarse en cualquier conversación y se empeña en mantener un eco infinito en la conciencia de quien la ve. Aquí no hay melodrama, no hay lágrima fácil ni tampoco una pena contagiosa, pero sí cierto suspense y un ritmo ágil que permite dosificar los datos y la información sin perder la atención del espectador.
La cinta arranca en algún lugar de Estados Unidos. En un salón de una iglesia se ultiman los preparativos para una reunión. Una mesa, cuatro sillas, un paquete con pañuelos y un crucifijo de fondo colgado en la pared son el único decorado de un encuentro entre dos parejas de adultos en el que cada detalle parece cobrar demasiada importancia. Algo horrible e irreversible les ha ocurrido en el pasado hasta el punto de destruir su existencia. Están rotos de dolor, paralizados y son incapaces de seguir con sus vidas, hasta el punto de, en el caso de uno de ellos, recurrir al cinismo para mantener una vida laboral de éxito y dejar atrás la tragedia.
Pero, ¿qué les ha ocurrido? Fran Kranz consigue que precisamente los detalles de su carga sean lo menos importante en esta película, que dosifica los acontecimientos pasados porque lo realmente interesante es la catarsis que supone para estos padres este encuentro y la conversación que mantienen. La película no pone énfasis en lo que ocurrió en el pasado, en los hechos que uno intuye que son horribles, sino en ese presente y lo que está a punto de suceder.
Las cuatro patas de esta película son cuatro interpretaciones soberbias. Reed Birney, Ann Dowd, Jason Isaacs y Martha Plimpton encarnan cuatro vidas desgarradas que imponen al espectador la dura tarea de responder a algunas de las cuestiones más complejas para cualquier ser humano. ¿Es posible el perdón? ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de los padres?
Mass y lo que nadie se atreve a decir
La clave de Mass es abordar aquello de lo que nadie se atreve a hablar en un país como Estados Unidos, donde parece existir una distancia insalvable entre quienes están a favor de las armas y quienes se posicionan en contra. No obstante, también esta película brilla por mostrar cómo la política se cuela irremediablemente incluso en los encuentros más íntimos y, sin embargo, los propios protagonistas alejan cualquier intento de llevar por un camino erróneo ese encuentro.
En el centro de esta reunión hay una palabra clave, como punto de arranque y como meta: la sanación, una necesidad imperiosa en quienes se reúnen en esta mesa que llevan buscando sin éxito la cura y que la encuentran precisamente en el momento en el que se despojan, en el instante en el que renuncian para amar y perdonar. Lejos de ser una homilía, es la vida, a secas, que Fran Kranz ha captado como uno de los mejores maestros.
Otro de los logros del cineasta es cómo lo banal se introduce en este drama. Los detalles, medidos con precisión, son los anclajes de la historia en la realidad, y uno puede intuir el largo camino que tiene por delante Kranz, que cuenta con una dilatada trayectoria como actor de cine (La torre oscura) y de televisión (Dollhouse).