Hablo en serio; o sea, que hoy por hoy, en la postmodernidad, soy un frívolo.
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Los poetas que nos ilustran en las entrevistas con voz embelesada sobre la poesía que no se escribe con palabras están hablando de otra cosa: de la felicidad, de la belleza, de la paz interior y de un largo etcétera.
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Me afea con muy buenas razones Julio Llorente mi afición por el refrán que reza: «Lo mejor es enemigo de lo bueno». Me rindo a su defensa del imprescindible ideal. Cambio mi lema: «Lo mejor es el amor platónico de lo bueno».
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Si odias la rutina, ámala locamente y, entonces, desaparece.
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El aforismo perfecto depende del lector.
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Me espanta mi cansancio, pero no por mí, que lo sobrellevo, sino porque se interpone como una niebla espesa entre mí y las cosas.
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La queja trae descrédito ante los demás y, sobre todo, desánimo a uno mismo.
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Donoso Cortés, marqués de Valdegamas: «La intolerancia doctrinal de la Iglesia ha salvado al mundo del caos».
Usted: «Pero la Iglesia ya no hace gala de una intolerancia doctrinal».
Yo: «Y ya ves el mundo…»
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El pago es la performance por excelencia del arte contemporáneo.
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Padres, no exasperéis a vuestros hijos, pero casi.
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Occidental hasta el paroxismo, no consigo que las puestas de sol me pongan melancólico como pide el tópico. En cambio, los amaneceres me dejan frío.
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La peor avaricia es la de tener razón.
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Cuando se entiende qué son los «seres de desgracia» de Simone Weil, uno los encuentra en los sitios más inesperados.
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Decir «posmoderno» es más postmoderno que «postmoderno», que conlleva una crítica tácita, una exigencia.
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Luna: pastilla efervescente contra el prosaísmo.
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La peor avaricia es la de tener razón
«Antipático» es una palabra perfecta, que se describe sin resquicios.
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Los aforismos son conversaciones condensadas.
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Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mis amigos.
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Hay amigos fáciles y amigos muy complicados. Con todos, la amistad es un arte. A los fáciles hay que cuidarlos con la misma delicadeza que a los otros.
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La gente muy elegante que habla muy bajito y no se la oye bien, no es tan elegante.
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Salgo del armario. Mi tendencia sexual es la poligamia, pero la reprimo celebrando al máximo la feliz monogamia ajena. (Y la propia.)
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Uno exige a sus escritos altura literaria por respeto al lector y altura moral por respeto a sí mismo.
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Acabo de enterarme que S.O.S. es el acróstico de Save our souls. Más apropiado que para un naufragio, parece, en consecuencia, para nuestra civilización.
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Sublimación de la polisemia. Una sola palabra designa a millones de absolutamente diferentes en el mundo. Esa palabra es «yo».
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Cuando aparezca el pacifista, echaos cuerpo a tierra.
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No hagas ostentación de ninguna propiedad y menos de la de tener razón.
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Haber hecho el ridículo es un acicate para siempre.
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A los que, cuando te ríes por algo que te han contado, recalcan: «¡Pero si es verdad!», hay que contestarles: «Pues claro que lo es, por eso tiene tanta gracia».
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No puede estar atento a nada quien no es atento con las personas.
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Tanto el ego absoluto y fundamentalista de los relativistas como el totalitarismo de los nihilistas son paradójicamente lógicos.
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Para las personas consecuentes, una cosa estará clara al final: sus principios. Para el resto, nada.
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Oscar Wilde, para epatar, dice ampulosamente: «La puntualidad es la ladrona del tiempo»; cuando sólo quería decirnos que una ligera y habilidosa impuntualidad es una manera de sisarle algunas monedas al tiempo.
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Escritores, sed generosos siquiera sea por estrategia. Nada produce más repulsión que ver a un autor escondiendo cicateramente sus deudas y sus lecturas para no homenajear al prójimo.