Cultura

Los libros para entender a Henry Kissinger

Este jueves ha fallecido el exsecretario de Estado de Estados Unidos a los 100 años

  • Augusto Pinochet y Henry Kissinger.

Acababa de de cumplir 99 años y Henry Kissinger publicaba la última de sus obras un análisis sobre líderes internacionales que en su versión en español alcanzaba as 650 páginas. En Liderazgo, Konrad Adenauer, Charles de Gaulle, Richard Nixon, Anwar el-Sadat, Lee Kuan Yew y Margaret Thatcher pasaban por la lupa de uno de los hombres que más marcaron el último tercio del siglo XX. El exsecretario de Estado de Estados Unidos apuntaba al líder no solo como el político que sabe qué hacer en el momento actual, sino el que prevé la siguiente jugada a pesar de que el tablero político se muestre nublado. También hacía una interesante diferencia entre entre estadista, aquellos que son capaces de guiar a su pueblo y suelen ser fruto de épocas turbulentas; y los profetas, aquellos líderes que son el causante del cambio político.

En esta última obra, el analista estadounidense se mostraba especialmente elogioso con el general De Gaulle, líder de la resistencia francesa contra la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Kissinger ensalza y muestra su admiración por el hombre que se alzó contra el nazismo. Se trataba de un militar, héroe de la Primera Guerra Mundial, pero muy poco conocido en el exterior que no dudó en alzarse como el caudillo de la Francia Libre estableciendo un gobierno en el exilio y arengando a sus ciudadanos desde una radio de Londres. “En cada cuestión estratégica importante que enfrentan Francia y Europa durante no menos de tres décadas, y contra un consenso abrumador, De Gaulle juzgó correctamente”. señalaba Kissinger sobre el francés.

Antes, pero sobre todo después de haber tocado poder, Kisssinger se dedicó a la divulgación del estudio de las relaciones internacionales y la diplomacia. Sus libros no solo reflejan una vida dedicada a la política exterior, sino que también ofrecen una perspectiva única y profunda sobre los eventos y las decisiones que han dado forma al mundo moderno, por parte de alguien que movía los hilos del tablero internacional de China a Chile. Siempre fue un hombre fascinado con el poder, tanto desde la teoría, especializándose en la geopolítica del XIX, como en primera línea diplomática pasando a la historia como encarnación de la 'realpolitik'. Desterrar el idealismo político por el pragmatismo, el interés nacional por encima de cualquier dilema moral. Si para mejorar el poder global de Estados Unidos había que acercarse a un dictador comunista como Mao, se hacía; si había que derrocar a un presidente elegido democráticamente como Salvador Allende, también. 

Henry Kissinger en una audiencia con Francisco Franco
Henry Kissinger en una audiencia con Francisco Franco

Diplomacia

Quizás sea su obra más famosa, Diplomacia, publicada en 1994, es una exploración exhaustiva de la historia de la política exterior internacional, especialmente de los Estados Unidos. En este libro, Kissinger presenta su visión de cómo la diplomacia ha moldeado el mundo. A través de un análisis detallado de las políticas de figuras históricas como Richelieu, Metternich, y Roosevelt, Kissinger argumenta que la verdadera diplomacia requiere una mezcla de idealismo y realismo, una tesis que ha influenciado profundamente el pensamiento en política exterior.

Kissinger preconfiguraba el orden mundial que nacería tras la Guerra Fría, hacía solo tres años que acababa de caer la Unión Soviética, y señalaba que el mundo se encontraba en una encrucijada, con la emergencia de nuevas potencias y la disminución de la influencia occidental. Concluye argumentando que la post-Guerra Fría debería marcar un regreso a la Realpolitik europea, abandonando el idealismo wilsoniano para asegurar la supervivencia de Estados Unidos. Esta supervivencia, sostiene, requiere decisiones pragmáticas acordes a la realidad, no a visiones utópicas, incidiendo una vez más en la necesidad de la realpolitik.

El líder chino Mao Zedong y el secretario de Estado de Estados Unidos Henry Kissinger en Beijing, noviembre de 1973

Orden Mundial

En 2014, la decadencia de Estados Unidos y del resto del mundo occidental como líderes absolutos de la política mundial eran un hecho incuestionable. Dos décadas después de Diplomacia, Kissingen publicaba Orden Mundial, donde abordaba el debilitamiento del sistema de equilibrio internacional post-Guerra Fría. Kissinger analizaba la evolución histórica de varios modelos de orden internacional, tanto occidentales como de otras regiones: la paz de Westfalia nacida en la Europa del siglo XVII, la filosofía central del imperium de China, el supremacismo religioso del Islam político y el idealismo democrático de los Estados Unidos.

No era la primera vez que el diplomático destacaba la Paz de Westfalia de 1648 como el inicio del intento de institucionalizar un orden mundial, basado en principios como el equilibrio de poder y la soberanía estatal. Y apuntaba a la fragilidad y transitoriedad de los sistemas internacionales, evidenciando la brevedad de su existencia a lo largo de la historia. Kissinger identificaba deficiencias claves en el orden internacional del siglo XXI, como el debilitamiento del Estado-nación, la falta de armonía en instituciones políticas y económicas globales, estrategias de corto plazo y la ausencia de un liderazgo hegemónico efectivo. Kissinger analizaba el difícil contexto en el que se encontraba el mundo para lograr un equilibrio entre potencias y comparaba la situación en la segunda década del siglo XXI con la que condujo a la paz de Westfalia: "¿Es posible traducir culturas divergentes a un sistema común? El sistema westfaliano fue bosquejado por unos doscientos delegados, ninguno de los cuales ha entrado en los anales de la historia como un personaje relevante, que se reunieron en dos ciudades alemanas de provincias separadas entre sí por unos sesenta kilómetros (una distancia significativa en el siglo XVII) en dos grupos separados. Superaron sus obstáculos porque compartían la devastadora experiencia de la guerra de los Treinta Años y estaban decididos a impedir que volviera a ocurrir. Nuestra época, que se enfrenta a perspectivas incluso más graves, necesita resolver sus necesidades antes de que sea tarde".

“Hace mucho tiempo, en mi juventud, yo era suficientemente presuntuoso para pronunciarme sobre el significado de la historia. Ahora sé que el significado de la historia es una cuestión que no puede ser definida, sino descubierta; que cada generación va a ser juzgada por la manera en que se enfrente a las grandes cuestiones de la condición humana de su tiempo y por las decisiones que tomen los hombres de Estado para hacer frente a tales desafíos, antes de que sea posible saber cuál va a ser su resultado”, reflexionaba en sus últimas líneas.

China

Una de las fotos de las que siempre pudo presumir el diplomático fue la de Nixon y Mao dándose la mano. Las gestiones de Kissinger consiguieron el famoso encuentro, era la primera vez que un presidente de Estados Unidos pisaba la República Popular China, y de esta forma Washington se acercaba al todavía dragón dormido, aprovechando la ruptura entre Beijing y Moscú. En 2011, cuando el gigante ya estaba más que despierto y era un gigante de la política mundial, el diplomático escribió China, donde ofrece un profundo análisis sobre la historia, la cultura y la política del país, combinando su experiencia personal con una revisión histórica.

Kissinger abordaba desde la antigua filosofía china hasta la política exterior del país en el siglo XXI, poniendo especial énfasis en la relación entre China y Estados Unidos con una curiosa y se podría decir que hasta alarmante comparación entre la relación en aquel momento de China y Estados Unidos con la de Reino Unido y Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial. El diplomático, rememorando sus esfuerzos en la era Nixon-Mao, insistía en un acercamiento entre las dos potencias: "Cuando el primer ministro Zhou Enlai y yo nos pusimos de acuerdo en el comunicado que anunciaba la visita secreta, él dijo: «Esto hará temblar al mundo». Qué mejor culminación si, cuarenta años después, Estados Unidos y China pudieran aunar esfuerzos, no para hacer temblar al mundo, sino para levantarlo".

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